lunes, 30 de junio de 2008

Recital

Cien mil personas en un estadio que rebalsa, una pantalla gigante con imágenes luminosas que cambian constantemente a cada milisegundo. Negro, blanco, fucsia, bordó, celeste, saturación de colores, sonido que aturde y así le gusta a la gente. Parlantes gigantes en forma de escalera por donde ella sube y canta desde arriba, una batería con su negro, un teclado con otro negro con trenzas, un bajo con una rubia con rastas, otro teclado con otra rubia, una guitarra con un tipo fachero vestido de negro con una bufanda fucsia y dos coristas grosas en serio. La música retumba en todos los rincones, la gente está loca, salta, grita, llora, se emociona, todos salidos de sus cabales. Miles de manos se agitan en el aire, todas con una pulsera de plástico fucsia que no se irá de cada muñeca hasta que se deteriore sola, con el paso del tiempo y el vivir de todos los días. Ella con el micrófono en su mano, varias pelucas que cambia durante el show, rubia, morocha, con cresta, lacia, como sea. El pantalón muy bajo, mostrando los abdominales marcados, feliz a pesar de no tener gomas, y sin manejar muy bien los tacos. Ella canta y de repente la música se calla para que grite con todas sus fuerzas “Don’t let me get me” coreada por millones de voces emocionadas y así darle comienzo al solo de guitarra, cuando ella se acuesta en el piso, a los pies del guitarrista y deja que las notas penetren en la piel, en el alma de tantas personas.
Wow.
Sería mi sueño ir a un concierto de Pink.

Escrito: 18/12/07

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