martes, 30 de septiembre de 2008

Donde el corazón te lleve - Susanna Tamaro

La infancia y la vejez se parecen. En ambos casos, por motivos diferentes, somos más bien inermes, todavía no participamos –o ya no participamos- en la vida activa, y eso nos permite vivir con una sensibilidad sin esquemas, abierta. Es durante la adolescencia cuando empieza a formarse alrededor de nuestro cuerpo una coraza invisible. Se forma durante la adolescencia y sigue aumentando a lo largo de toda la edad adulta. El proceso de su crecimiento se parece un poco al de las perlas: cuanto más grande y profunda es la herida, más fuerte es la coraza que se le desarrolla alrededor. Pero después, con el paso del tiempo, como un vestido que se ha llevado demasiado, en los sitios de mayor roce empieza a desgastarse, deja ver la trama, repentinamente por un movimiento brusco se desgarra. Al principio no te das cuenta de nada, estás convencida de que la coraza todavía te envuelve por completo, hasta que un día, de pronto, ante una cuestión estúpida y sin saber por qué, vuelves a encontrarte llorando como un niño.

Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular su sabia. Raíces y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.


Tx: dos fragmentos que me encantaron de Donde el corazón te lleve, Susana Tamaro.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Normalidad... ¿dónde?

Anduve desaparecida, pero acá estoy de nuevo. Anduve de viaje por Salta con la familia, después en cambio de computadora, pasando archivos a la nueva, descargando programas y configurando todo, además con poco tiempo entre la facultad, salidas, entrenamiento de softball, tenis y una caminata a San Javier por los Funiculares. Pero acá estoy, he vuelto a la normalidad (o algo parecido) y a punto de salir de nuevo de ella; bah, ¿qué es realmente la normalidad? No sé, ni sé qué vendrá. Con tantas idas y venidas escribí poco y nada en estos últimos días, pero sí he sacado muchas fotos. Acá están algunas.

Como decía, supongo que en la normalidad de nuevo sólo porque ya no tengo que estar configurando la compu, ni voy a estar viajando. Normal porque tengo facultad toda la semana, como normalmente, pero tengo que juntarme con compañeros para hacer 2 trabajos diferentes, eso quizás la torne anormal a la semana. Y bueno, el viernes me operan, me sacan las 2 muelas del juicio de abajo, a lo que sigue un fin de semana en cama y 10 días sin actividad física... eso sí será anormal, y hasta difícil de soportar para mí. Pero bueno, nunca voy a estar lista para la operación, pero llegará el día y voy a tener que hacerlo aunque no quiera.

Normal, anormal, quién sabe. Nunca tuve una semana normal. ¿Qué es la normalidad? Para unos es normal, para otros no... Diría que todas las semanas son diferentes más que normales o anormales.











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viernes, 19 de septiembre de 2008

La mujer de la coraza

Hoy siento que una nueva coraza me recubre. Y no es esa coraza que fui formando de a poco, desde siempre, esa de la que hablo casi todos los jueves y de a poco intento romper. Hoy siento que una nueva coraza me rodea y a ésta no intento romperla con nada. Ésta me fortalece. Es una coraza que hace que los comentarios que no son bienvenidos o no me harán bien, choquen y reboten y no lleguen hasta mí. Es esa nueva habilidad del no importarme lo que el otro dice cada vez que quiere herirme, o sin quererlo, puede llegar a hacerlo. Es el poder de seleccionar lo que uno escucha. Con esta coraza me siento más fuerte, más segura, y hasta quizás un poquito menos dentro de esa otra coraza que quiero romper de a poco. Como tampoco es buena la abstracción completa, dejo que en esta nueva protección se formen algunos poros por los cuales algunas palabras pueden filtrarse. Pero sólo aquellas críticas constructivas, con un sentido o fin positivo, y todo aquello que lleve a mi crecimiento y madurez como persona; porque todo lo demás simplemente chocará y volverá a donde se originó. Aprendí a seleccionar lo que va a adquirir importancia en mí, lo que voy a oír, y lo que pasará de largo sin afectarme. Porque así sé realmente qué importa y qué no. Hay cosas que sólo dependen de uno mismo. En palabras ajenas: “desubicados hay en todos lados, y los habrá siempre”. Depende cómo cada uno reacciona, qué escucha, qué asimila y qué no. Depende de la coraza que cada uno se construye. Y la mía puedo decir que ya está lista y sabe qué hacer, o lo está aprendiendo por fin.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Límite de legibilidad

Trabajo para la facu, para tipografía.
Consistía en escribir nuestro apodo con el límite de legibilidad de cada letra, es decir, la letra cortada hasta el máximo punto donde todavía se entienda qué letra es y se lea bien el apodo, además de agregarle una buena composición para que no se formen bloques negros o cosas así que molesten la vista o la legibilidad. Cartulina negra con cartulina naranja encima (el color lo elegíamos nosotros). Las letras caladas sobre los cuadritos de color. Fuente helvética.
Me gustó el ejercicio. Fue divertido, interesante, y quedó lindo :)

Por hoy, te dejo intentarlo solo

Hoy sólo te pido que no me sigas, que sin mirarme ni preguntarme nada, camines solo y decidido, porque hoy no voy a contestarte nada. Quiero que abras tus ojos, quiero que eleves tus brazos, que levantes tu cabeza, que mires al frente y sigas. Que sigas sin mí sólo por esta vez. Que te des cuenta que podés hacerlo. Por una vez no me busques ni me necesites para cada paso que tengas que dar, para cada movimiento que quieras efectuar. Quiero que tengas confianza en vos mismo, que veas que no es tan difícil caminar solo y que aprendas a ver tu propio camino. No camines en el mío ni en el de nadie más porque no te pertenecen y nunca vas a sentirte tan cómodo como en tu propio sitio. Y si no encontrás el tuyo, sabés que podés crearlo a tu gusto, a tu manera. Es siempre mejor ir por tu propio camino que por el de alguien más, o pisando las huellas que otros van dejando. Tenés luz propia, y quiero que aprendas a usarla. Que te guíe, que te acompañe. Podés brillar. Yo sé que podés, sólo tenés que despegarte un poco y empezar a darle vida a tu propia luz, a hacerla notar, a hacerla brillar por sí sola, con vos y para vos. Y no quiero que me malinterpretes. Me encanta compartir parte de mi vida con vos, pero quiero que si en algún momento falto, puedas seguir adelante sin tener que aferrarte a alguien más con tanta necesidad. Quiero que si lo hacés, sea porque realmente lo buscás y estás seguro que es lo que querés. Quiero que puedas vivir solo, que puedas enfrentar miedos y obstáculos y que aprendas a brillar, a vivir, a ser feliz. Porque no se puede vivir para siempre pegado a alguien y siempre es mejor cuando somos un ser distinto y único. Levantá tu cabeza, tomá aire y caminá siempre hacia adelante. Sólo por hoy quiero que lo intentes solo. Y no tengas miedo de hacerlo.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Tu imperceptible metamorfosis




Eras tan indefenso, tan suave, tan pequeño… De repente te veo y te convertiste en esta otra cosa, en este otro ser tan completamente distinto. ¿En qué momento cambiaste? ¿En qué momento creciste? ¿En qué momento comenzaste a herirme así, que ni siquiera me di cuenta? Hoy que la herida es tan grande recién logro visualizarla y sentirla. Hoy que tanto me duele, que sangra, que tanto tiempo ha pasado y tanto has cambiado, recién logro abrir mis ojos y observarte de esta forma. ¿Cuándo fue? ¿Por qué? ¿Qué sucedió para que tengas que cubrirte así del resto del mundo? ¿Hice algo ante lo cuál te defendiste tan cruelmente? Todavía no lo entiendo y realmente no sé en qué momento se dio tal metamorfosis. Sólo recuerdo aquello que eras. Que éramos. Y siento que extraño aquellos tiempos. Entre tanto dolor que comienzo a percibir, es lo único que logro sentir.

martes, 9 de septiembre de 2008

Mundo de niños olvidados

A ese mundo viajé, a ese punto en el universo, a ese momento en el tiempo. Allá, lejos, dónde, hoy no recuerdo y cuándo, hoy no lo sé. Nunca lo supe, no quise saberlo, no quise entenderlo, ni aprenderlo, ni sumergirme en él. Con una mirada me bastó para que mis deseos de abandonarlo crezcan inmensamente y mientras más lo conocía tratando de convencerme diciéndome “esto no puede ser, hay algo más, debe haber algo más” mi tristeza era cada vez mayor y mis lágrimas me inundaban el corazón.

Caminé y caminé. Sola recorrí rincones y sola volví. Sola. Todo sola. Planeaba encontrarme con otra cosa y no fue así. Volví más sola de lo que fui, y eso no está bien, nada bien. Efectivamente, es el mundo de los colores, de las calesitas, de algodones, globos, cometas, dulces y melodías. Pero sólo de eso. No hay niños, ya no hay. Se convirtieron quién sabe en qué, desaparecieron quién sabe por dónde y no pude encontrar a aquellos pequeños seres llenos de alegría que repartían sonrisas en ningún sitio de aquel olvidado lugar. Sola di vueltas en la calesita, sola saboreé un chupetín y sola corrí a encontrar el final del arcoiris. Y lo encontré vacío.

¿De qué sirve una calesita si no tengo con quién dar vueltas? ¿De qué sirven los dulces si no tengo con quién compartirlos? ¿De qué sirve un globo si volará solo entre los cielos? ¿De qué me sirve todo esto si los niños ya no están?

Por eso volví peor de lo que fui, más sola, más triste, más vacía, más decepcionada. Por eso no quiero volver más. Aunque algún día haya sido algún tipo de paraíso, hoy sólo es un rincón olvidado, un lugar de colores tristes y apagados, de tonos moribundos, de alegrías robadas, de inocencias pervertidas, de niñez violentada, de pureza corrompida.

¿Dónde está todo aquello que fui a buscar? Nadie supo contestarme. Nadie. Nadie en todo ese sitio. ¿Acaso encontraré a alguien en todo el mundo que pueda respondérmelo? ¿Dónde quedó la niñez tal cuál yo la viví varios años y luego la reviví en mi mente? ¿Dónde quedó lo que supo ser alguna vez un mundo de niños? Niños; a lo que yo le llamo niños. Con todo lo que un niño era hace un tiempo. No los niños adultos de hoy en día, esos a los que nada les sorprende, los que no se divierten con poca cosa y los que dejan de ser niños al poco tiempo de comenzar a vivir. Quiero niños reales. Quiero infancia vivida plenamente. Quiero la misma pureza, la misma inocencia, la misma sonrisa sincera y la alegría al ensuciar las zapatillas y caminar descalzos por el barro. Quiero ropa mojada por la lluvia, pantalones teñidos de verde con el césped, y hojas secas entre los puntos de un saco tejido por una abuela que nos enseñó a caminar de su mano. Quiero cabellos despeinados, manos con tierra, bocas pegajosas. Asombro al ver el vuelo de un cometa, de un avión, de un pájaro. Autitos que hacen girar sus ruedas horas y horas sobre un suelo irregular. El circuito del campeonato mundial que luego se convierte en la pista de las bolitas. Muñecas que toman té tras té y viven de peluquería. Pelotas de trapo o de goma, un árbol para trepar, una hamaca y una calesita que haga ruido por la falta de aceite. Rodillas raspadas, piernas cansadas, cuerpos que corren, se esconden, cantan y gritan. Ellos dicen que “cuando sea grande” esto o lo otro, pero en el fondo bien saben que quieren quedarse así para siempre. Porque es el estado más puro del ser humano. Porque es cuando disfrutamos el sol de cada mañana, la lluvia, las nubes, el barro, la tierra, lo bueno, lo malo; todo tiene su lado positivo y su parte divertida. Y no quiero volver nunca más a ese sitio porque todo lo que conocía está desvirtuado, y los niños ya no son los mismos niños.


Ph: Valebé.

1) Colegio San Patricio primario. Mi colegio. En realidad, mi colegio fue el secundario. Viví poco en el primario, y lo poco que viví no se compara con los años que estaban por venir. Sí, dirán “ohhh con lo que cobran de cuota está así de descascarada la pared!”. Ésta es la parte más descuidada podríamos decir, es “la casa vieja”, y la pared descascarada, las banderas descoloridas y los débiles rayos de sol crearon el ambiente perfecto que quería para la foto. Al ver todo esto junto fue que decidí sacar la cámara de mi bolso.

2) Calesita en el Portal Tucumán Shopping, a las 9 de la mañana, cuando casi todo estaba cerrado todavía.

Eterna incomprensión

Y a veces no entiendo a este mundo. Juro que no lo entiendo. Hay tantas cosas que no comprendo, que no tienen razón de ser, que sólo buscan la maldad, que desvirtúan los conceptos, que decaen junto con nuestra condición de ser, nuestra dignidad, que nos convierten en seres cada vez más inferiores… Hay muchas cosas de la humanidad que no entiendo, y nunca entenderé.

Hoy fue uno de esos días en los que me sentí lejos de tantas cosas… tan poco comprendida, tan triste por conocer algunos datos reales, tan… no me salen las palabras para tanto horror. Siento vergüenza por eso en lo que nos estamos convirtiendo, por eso que estamos generando poco a poco. No todos. Pero todos pagamos las consecuencias. El mundo es uno solo y la humanidad lo está destruyendo poco a poco. Nos matamos a nosotros mismos, y eso no está bien.

¿Dónde quedaron los valores? ¿El respeto? ¿El amor? Hay tantas cosas que se van perdiendo… tantas.

Muestra fotográfica

Estaba pensando... si éste es mi blog y plasmo gran parte de mi vida en él, y muestro distintos fragmentos de mi alma, ¿por qué no siempre muestro las fotografías que saco, si también son gran parte de mi vida y mi alma? Bueno, decidí comenzar a mostrar, no todas, porque seguramente sería cansador, pero las mejores que vaya sacando. Ahora publico éstas, que son algunas de las últimas. Ya pueden encontrarlas en Picasa, junto con todas mis otras fotos.
El link al álbum es http://picasaweb.google.com/valebecker90 o clickeando aquí.









viernes, 5 de septiembre de 2008

Mañana de nubes en el cielo y vidrios empañados

Es mañana de nubes en el cielo, hace frío y te siento lejos.
Es mañana de vidrios empañados y siento vacío el corazón.
Un día poco inspirador será, desde una mañana poco alentadora.
Tengo las manos frías, la boca callada y el alma quieta,
me siento adormecida pero sé que no es más que la melancolía.
Te siento lejos y eso me irrita, te siento lejos y eso me debilita.
El sol está oculto y las aves todavía dormidas.
El silencio me rodea, se me pega y me lleva consigo
a una mañana de nubes en el cielo y vidrios empañados,
a un día en el que te tengo lejos y me siento sola,
a un mundo en el que me sumergiré al menos por hoy,
donde nada ni nadie hiera ni venza a mis esperanzas.
Porque sé que mañana te tendré otra vez aquí.
Porque es donde ambos pertenecemos, ni solo vos, ni sola yo,
los dos juntos en este mundo tomados de la mano.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Randy Pausch: El profesor que conmovió con su última lección





Recomiendo que lean esta nota, y vean el video de la última charla de Randy Pausch. Quizás sea un poco largo el texto o el video, pero realmente, vale la pena.

* Videos para que ustedes elijan en cuál opción verlo (también pueden bajarlo del Ares, o el programa que utilicen): http://www.cmu.edu/uls/journeys/randy-pausch/index.html

* Nota en la Revista Nueva: http://www.revistanueva.com.ar/numeros/00893/nota/3

* Nota que copié a continuación, de La Nación: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1034398&high=randy%20pausch


Randy Pausch, el profesor universitario que conmovió a millones en el mundo con su historia y sus enseñanzas, decía que los obstáculos son positivos. 'Nos dan una chance para demostrar cuánto queremos algo', explicó en su última y magistral clase.' Si en verdad ése es tu objetivo, si en verdad soñás con aquello que parece imposible, superarás los pantanos como sea', dijo.

Pausch falleció el viernes 25 de julio y su historia conmovió a todos. Ni él imaginó la repercusión que obtendría: más de seis millones de personas gozaron ya de su mensaje por Internet y el libro que siguió a su última clase trepó al número uno de su tipo, según la lista de best sellers de The New York Times. Superó con creces su último objetivo: dejarles un mensaje de amor y esperanza a sus tres hijos, su esposa, sus alumnos y sus colegas de la universidad.

¿Quién era Pausch? Un prestigioso profesor de la Universidad Carnegie Mellon, de 47 años, al que le diagnosticaron cáncer terminal en el páncreas. Tenía tres chiquitos de 1, 3 y 6 años. Hasta allí, una historia trágica y común. Pero la vuelta mágica se dio cuando, como a tantos otros docentes en tantas otras universidades, le ofrecieron dar una clase magistral basada en una pregunta: ¿qué enseñarías a tus alumnos, si fuera tu última clase? En su caso, una vivencia tangible.

La conferencia se concretó el 18 de septiembre de 2007. A lo largo de 76 minutos llenos de humor y candidez, repasó su vida, reafirmó su amor por su mujer -a la que incluso sorprendió en el escenario con una torta-, sus padres e hijos y se despidió de mentores y alumnos con gracia y consejos. Hoy puede disfrutarse en Internet (www.cmu.edu/uls/journeys/randy-pausch/index.html) y 10 millones de personas ya lo hicieron en YouTube.

Pausch habló en su última clase sobre la importancia de mantener los sueños infantiles, respetar a quienes nos rodean ('Espera lo suficiente y la gente te sorprenderá e impresionará') y a plantearnos preguntas incómodas.

La primera, cuánto deseamos algo ('Las paredes de ladrillos están allí por una razón. Nos permiten demostrarnos cuánto queremos algo'). La segunda, si fallecieras mañana, ¿cómo te despedirías? ¿Qué les dirías? ¿Qué harías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Por qué no lo has hecho hasta ahora?

Pausch planteó todo eso y más, sin caer en el melodrama ni permitiéndole a nadie que sintiera pena por él. Por el contrario, sazonó todo con ironía: 'Si alguien tiene algún suplemento herbario o remedio alternativo, por favor, manténgase alejado de mí', mientras demostraba la vitalidad que por entonces conservaba arrojándose al piso y a puras flexiones de brazos.

La charla tomó vuelo de manera viral -testigos que lo recomendaron a otros, y estos a terceros-, y mediática, ya que un amigo del columnista de The Wall Street Journal , Jeffrey Zaslow, lo alertó de la conferencia y el periodista manejó 480 kilómetros para verla por el pálpito de que podía tratarse de 'algo grande'. Lo fue y lo sigue siendo.

Todo para sus hijos

La revista Time nombró a Pausch una de las 100 personas del año, y le llovieron mails de personas que le contaban que gracias a él habían superado deseos de suicidio, habían dejado atrás divorcios complicados o historias de maltratos, habían modificado sus prioridades o habían enfrentado sus enfermedades terminales con serenidad.

Con el paso de las semanas, su conferencia mutó en libro gracias a la ayuda del propio Zaslow -que grabó 53 horas de entrevista mientras Pausch pedaleaba por su barrio para mantenerse en forma y, por lo tanto, no podía dedicarles ese tiempo a sus chicos-, y eso le permitió, a su vez, cobrar US$ 6,8 millones para ellos.

Despedido ahora con alabanzas por The New York Times , el Journal , The Washington Post ('Pausch, el profesor que dio la clase de una vida') y cientos de diarios y revistas en este país, Europa y Asia, Pausch dejó en claro en la misma conferencia que su 'última charla' tenía sólo tres destinatarios: Dylan, Logan y Chloe, sus chiquitos.

'Intento ponerme a mí mismo en una botella que algún día aparecerá en la playa para mis hijos', explicó. Por ese mismo objetivo de dejarles recuerdos imborrables, llevó al mayor, Dylan, a nadar con delfines. Sabía que, con apenas 6 años, muy poco es lo que recordaría de él. Pero 'nadar con delfines no es algo que olvidará fácilmente'.

Por eso llevó al segundo, Logan, a Disney y se encargó de 'presentarle' a su héroe, Mickey. También se dio algunos gustos. Se fue a bucear con sus tres mejores amigos, se compró un convertible, se sometió a una vasectomía y pasó todo el tiempo disponible con Jai, su esposa.

Pero lo más difícil fue con Chloe, la pequeña. Le grabó videos con mensajes tan claros como contundentes y llenos de pasión paternal: 'Quiero que crezcas sabiendo que yo fui el primer hombre que se enamoró de vos'.

Para Pausch, la conferencia, el libro y los videos fueron también medios distintos de dejarles constancias de ese amor y del gozo de la vida cotidiana en su formato más sencillo: ellos jugando juntos, leyendo un libro o de él aconsejándole a Chloe cómo reconocer las intenciones de sus futuros pretendientes: 'Prestá atención a lo que hagan, no a lo que te digan'.

Profesor hasta el final, Pausch también consultó a adultos que habían perdido a uno o a ambos padres durante su niñez. Le contaron que encontraban algo de paz al saber cuánto los amó su padre o madre y que cuanto más aprendían de ese amor, más podían sentirlo ahora.

'Los chicos, más que cualesquiera otros, necesitan saber que sus padres los aman', se explicó luego Pausch, mientras se aprestaba para su último gran obstáculo, o 'pared', como él los llamaba. 'Los padres no tienen que estar vivos para que eso ocurra.'

Un mal terminal

·En septiembre de 2007, ante 400 estudiantes, el profesor Randy Pausch dio su última clase en la universidad y reveló su enfermedad terminal.

Legado

·Su clase 'Cumple de verdad tus sueños de la infancia' es un legado a los jóvenes. Fue subida a Internet y tuvo 10 millones de visitas en YouTube.

Best seller

·La revista Time lo consideró entre las 100 personalidades más influyentes del mundo. Su libro La última lección vendió 4,5 millones de ejemplares.

martes, 2 de septiembre de 2008

La mujer del martes a la siesta

Es martes y con una sonrisa apaga su despertador. Sonríe porque un nuevo día llegó, sonríe porque quiere vivir, sonríe porque está viva y tiene buena salud. Sonríe, siempre sonríe.

Se mira al espejo y con un poco de agua y un peine viejo reconstruye la cara de mujer despierta a punto de salir en busca de un nuevo día. El trabajo cansa y al volver a casa almuerza y se prepara para salir a disfrutar de su actividad favorita. Un jean cómodo, una remera y zapatillas. Camina dos cuadras y sigue sorprendiéndose de distintos elementos que ve en su camino. Alguna vez le llamaron la atención la forma en que fueron colocadas las baldosas, luego eran los edificios tan altos y con tanta apariencia de monstruo, las flores rosas de un lapacho viejo, el cartel que cambiaba las ofertas cada día, el zigzag de los perros al caminar, los dibujitos de la pared descascarada; y en estos días había estado observando la forma de los árboles. Tan llenos de vida, con tantas ramas hacia diferentes lados, pero aún así, todas creciendo hacia arriba. Hacia arriba, hacia el cielo, hacia el sol, hacia la luna, las estrellas, hacia Dios.

Era martes y eran casi las tres de la tarde. El calor no era tan malo, sino más bien reconfortante. Daba vida, actitud y calidez a esa fría ciudad. Ella siempre había sufrido el frío. En cambio, el calor, era la mejor noticia y la mejor excusa para salir a disfrutar el día.

Llegó a destino, saludó amablemente a la señora de la boletería, pagó lo que correspondía e ingresó a la sala de la izquierda. Exactamente, como a ella le gustaba, se sentó exactamente en el medio, en la misma butaca de siempre, esa que ya casi tenía su nombre y un cartel de reservado. Como a ella le gustaba, sólo tres personas más en toda la sala y una pareja que entró un par de minutos luego de empezada la función. Una hora y media con los ojos en esa pantalla gigante y disfrutando de una buena película. Sin nadie a sus costados, sola en todo el cine, salvo por cinco desconocidos. Luego salir con una despedida a la señora de la boletería y un amistoso “¡Hasta el próximo martes!”, como hacía todos los martes.

Caminó una cuadra más, mirando la forma de los árboles, y se sentó en el césped del parque, en una zona con poca gente, y donde cada uno estaba sumergido en su actividad en silencio. Se sentó cruzando las piernas y mirando a un niño que se tiraba de un tobogán una y otra vez probando distintas formas de hacerlo en cada una. Observándolo recordaba su niñez, aquellos mismos toboganes muchos años atrás. El niño se tiraba levantando los brazos. Ella recordaba cuando jugaba en la arena. El niño abría las piernas. Cuando corría detrás de las palomas. El niño se deslizaba acostado. Cuando se tiraba por el tobogán boca abajo y luego quedaba con la remera llena de arena. El niño se tiró boca abajo y quedó con la remera llena de arena. Recordó sus hazañas de niña en esa misma plaza y todos los juegos que ahora le pertenecían al niño.

Desvió su mirada y la elevó al cielo. Era tan hermoso ver ese lienzo celeste. Quizás aburrido para algunos porque ni una nube lo cruzaba, pero tan bello y con tanto para ver en él. Recostó su espalda sobre el césped, estiró las piernas, y mirando al cielo recordó la película que acababa de ver: los personajes, la música, los diálogos, su parte favorita, la parte triste, la feliz. Recordó la película e hizo su análisis personal. Le había gustado mucho, era una muy buena película. Sin dudas volvería el martes siguiente a ver otra. Y de nuevo sola, caminando sola, verla sola, luego un rato en el parque, para pensar, otra vez sola. Porque así lo quería. Le gustaba la tranquilidad, disfrutar las cosas con ella misma y darse tiempo para pensar. Y le gustaban los martes por ese toque especial de ser martes, que además de ser un lindo nombre para un día de la semana, es un día tranquilo, sin ser el odiado lunes, ni el medio de la semana, ni el cansador jueves o el agotado viernes. Martes era un hermoso día para este tipo de actividades. Y a la siesta porque todos los dormilones están durmiendo, porque los calurosos se esconden del sol, porque los vagos no salen a caminar, porque los chicos traviesos están haciendo travesuras en la escuela, porque hay mucha gente trabajando, porque es tranquilo, y porque hay un hermoso sol. A la siesta los árboles adquieren un buen ángulo de luz, perfecto para mirarlos sin cansarse, los pájaros revolotean, los autos no hacen mucho ruido y el césped se encuentra seco.

Martes, el día de encuentro con ella misma, el día de disfrutar una película, de hacer contacto con la naturaleza, pensar y recordar. Y sola, todo sola. Aunque algunos la miraran con cara de locura, de tristeza por verla caminando sola, ella sabía que no era así y sabía lo feliz que la hacía. Pero éstos eran pocos, ya que un martes a la siesta son pocos los que van al cine, y no cualquiera sale a caminar por el parque.