lunes, 17 de septiembre de 2012

Llanto de soledad

Es el silencio de la casa, una gata que no sabe más que estar en mis brazos, es cocinar siempre la misma comida. Es el niño que me hace acordar a mi niño con sus pasos ruidosos sobre mi cielo raso, son los chistes tontos que ya no tengo para criticar, es el buen día que ya no tengo a quien exigirle, y el buenas noches que nadie se queja si no digo. Es el silencio. Son las horas en los relojes y en las paredes. Es el frío que se filtra por debajo de la puerta con tu perfume, es la noche que cada vez demora menos en llegar y cada vez dura más.

Son las ganas de llorar, la falta de escribir, la voz que no susurra mi nombre, los pasos ya sin eco. Soy yo, mi gata y algún libro. Soy yo, tu ausencia y mil preguntas. Un sueño que no logramos tocar con las manos, una promesa que no se cumplió y la sed de no-sé-qué que se me escapa por la punta de los dedos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Memoria selectiva

“Qué locas son las cosas
que al alma se le antoja
conservar.”


Ya sé, ya sé por qué me pasa esto y llegué a la conclusión que toda la culpa la tiene mi cabeza. Odio esta memoria selectiva que sólo sabe recordar sonrisas, y brillos en los ojos. En realidad, siempre me gustó mi capacidad de olvidar lo malo, de perder los detalles de las discusiones, pero recordar hasta la cantidad de veces que respiraste antes de besarme por primera vez. Claro, es una gran ventaja la que yo tengo, pero en realidad, en este punto, a mí me resulta un problemón. Sólo recuerdo todo lo hermoso que hicimos, vivimos y nos dijimos. Pero si mi cabeza recordara también lo feo, lo doloroso y las lágrimas, tal vez sería más fácil volver a vivir sin vos. Recordando sólo lo hermoso, no puedo evitar pensar que las cosas, tal vez en algún momento, pueden llegar a volver. Y no es así, la vida cada día nos da otro golpe distanciándonos un poquito más y recordándonos que no es así, que no se puede volver a la misma felicidad que algún día nos envolvió. Yo supongo que si recuerdo más dolores, tal vez sea más fácil desatar este nudo que todavía me ata a tu sombra. Tu sombra, tu perfume, o lo que sea que todavía te mantiene por acá, caminando por los pasillos, escondiéndote en mi cuello, tomando un café al frente mío. Como si nada, como si todo, entre las caricias que aún revivo, los secretos al oído, los volantines, los besos en el cuello y el olor a verano.