miércoles, 30 de marzo de 2011

sábado, 19 de marzo de 2011

Papá aventurero


Mi papá siempre fue de esos padres aventureros. Todos los fines de semana partía, en su moto de enduro o en su 4x4 a cazar nuevas aventuras, descubrir nuevos caminos, saltar entre las piedras, o hundirse en la arena. No había sábado que se quedara en casa. Con lluvia, nieve o sol, él igual emprendía sus viajes. Y a veces nos acarreaba a nosotros. Los cuatro que conformábamos la familia en ese entonces, repartidos en dos motos, peleándonos con mi hermano por quién manejaba a la ida y quién a la vuelta. Esos viajes me gustaban un poquito más. Eran caminos relativamente fáciles, y yo podía tener el control del vehículo y manejarlo a mi antojo. Me cansaba: pedía tiempo, y me lo daban. Me enterraba: papá me salvaba en menos de un segundo.

Pero cuando mi papá nos metía en su 4x4 ahí ya no me gustaba nada. Salíamos muy temprano, recorríamos no sé cuántos caminos destrozados, subíamos no sé qué cerros, y todo a los saltos, a los golpes y cabezazos. La camioneta trepaba en vertical, y yo juraba que en cualquier momento nos caíamos para atrás. Mi cuerpo viajaba tenso, me clavaba mis propias uñas, me sangraban las palmas de las manos, mis dientes rechinaban. Luego nos inclinábamos hacia la derecha. Yo me movía hacia la izquierda pensando que mis pocos kilos podían hacer contrapeso a tremendo vehículo. Y estamos a punto de volcar. Ahora volcamos. ¡Papá, nos vamos a dar vuelta! Me gritaba el alma entera desde adentro. Cerraba los ojos, escondía la cabeza entre mis rodillas, pero mi cuerpo todavía sentía la pendiente. Tenía que hacer muchísima fuerza para no golpear contra los vidrios. Basta, por favor. ¡Quiero ir caminando! Callate, que no pasa nada. Entonces tenía que callarme. Hacerme una bolita, enroscarme completa sobre el asiento, mientras las piedras y los pozos me hacían saltar. Y mi hermano gritando que sí, que se meta por el río, que suba esa piedra gigante. Y yo llorando a gritos, sufriendo como nunca, con dos nudos en la garganta y ganas de tirarme por la ventana. Llegaba el almuerzo y por fin parábamos. Comíamos sobre alguna piedra o césped unos sanguches o un asado, a veces nos bañábamos en el río, jugábamos con un frisbee, y volvíamos a la camioneta. Hora de volver. Bueno, por lo menos ya pasó la mitad del día. Pero el camino de vuelta era igual de espantoso que el de ida. Mi papá nunca se cansaba de arriesgarse. Nunca elegía el camino que estaba marcado. Quería ser el primero en transitar cada metro de tierra.

Y por fin salíamos a la ruta, cuando ya era de noche, y mis músculos todavía no lograban recuperarse. El dolor estaba ya instalado en todo mi cuerpo. Los ojos se me habían hinchado de tanto llanto reprimido. Ahora la camioneta no se moverá tanto, tal vez pueda descansar. Pero cada luz que me alumbraba de frente me significaba una amenaza. Cada auto que se dirigía hacia nosotros volvía a tensarme los músculos. Entonces una vez que pasaba, recién cuando veía la lucecita azul en el tablero, indicando que la luz alta estaba encendida, recién entonces empezaba a sentirme a salvo. Porque no venía nadie de frente, porque veía más. Confianza en mi padre al volante, nunca me ha faltado. Pero él siempre tenía esas ansias de elegir innecesariamente los peores caminos (o esos que para mí eran los peores). Entonces cerraba mis ojitos, relajaba mis manos, mis dientes. Trataba de dormir. Pero otro par de ojos luminosos que se acercaban me obligaban a abrirlos. Me mantenía atenta hasta que pasaban. Y cuando la luz azul, mi favorita, volvía a encenderse, otra vez estaba a salvo. Con esa luz encendida, ya casi estaba en casa.

jueves, 17 de marzo de 2011

Unidos

Las z’etoiles de esos dos niños estaban juntas en el cielo; 
algunas noches eran claramente visibles a la derecha de la luna.

Tx: Isabel Allende, La isla bajo el mar | Ph: google.com | Edición: Valebé

domingo, 13 de marzo de 2011

Empezar de nuevo

¿Cómo se empieza de nuevo?
¿Cómo se escribe o se dibuja sobre una página que está en blanco?
¿Cómo se arranca desde cero?
¿Cómo se logra la confianza?
¿Cómo se teje una nueva historia?
¿Cómo se conoce lo que tiene un gustito diferente?
¿Desde dónde se empieza?
¿Cómo se quitan los frenos de mano?
¿Cómo se saltan o esquivan los nuevos obstáculos?
¿Cómo se empieza de nuevo?
¿Cómo se hace?

miércoles, 9 de marzo de 2011

Valor

Quisiera haber tenido el valor suficiente para decírtelo,
para contártelo de frente.