viernes, 25 de enero de 2008

¿Querés que te enseñe a volar?

Caminaba a paso ligero debido al frío que cada vez hacía agujeros más grandes en mi buzo y estremecía mi cuerpo. Caminaba absorta en mi mundo, como siempre, sin prestarle atención a todo aquel que tenía cerca. Caminaba pensando en el dolor punzante que estaba sintiendo en el empeine de mi pie derecho. Pensaba en el por qué de aquel dolor que me impedía caminar a la velocidad que realmente me hubiera gustado ir para llegar lo antes posible donde alguien pueda remendar los agujeros causados por el frío. Caminaba sola, metida en mi mundo, sin escuchar a nadie, abriéndome paso entre la multitud veraneante lo más rápido que podía. Entre rostros anónimos, cuerpos desconocidos, gente. Gente y más gente. Voces que jamás escuché. Pero todas las voces eran un solo murmullo que mi cabeza no intentaba descifrar y hacía lo posible para enmudecerlas. Me gustaba eso de sentirme “nadie”. No, me corrijo: no me sentía nadie. Me sentía yo. Sentía lo que llevo dentro, lo que soy. Me sentía completa… los demás eran nadie. Eran miles de “nadies” en un murmullo colectivo.De repente una vocecita aguda, de niña, de nena pequeña resaltó entre las miles de voces que me rodeaban y fueron las únicas palabras que pude escuchar claramente de todas las personas cerca mío. De los labios de la nena (supongo, porque no la vi) salieron con el tono más dulce, convincente, convencido: “¿Quién quiere aprender a volar así?” En ese momento que terminó de pronunciar “así” y terminó la dulce entonación que le dio a la pregunta, mi mente comenzó a volar. No sé si de la forma que ella proponía enseñar, pero definitivamente, volé. Un mundo de niños volando, impulsándose con sus brazos en el aire, colgados de globos y barriletes se me presentó justo delante de mí. Yo también volaba. La niña me había enseñado a volar de esa forma tal cual lo proponía. La misma nena que dijo esas sabias palabras que me remitieron a otro mundo, a otra esfera de la realidad, me enseñó a volar y yo aprendí. Y volé con miles de niños, y fui una niña más. Y creo que todavía lo soy. No tuve el valor de darme vueltas para ver a la nena que me había llevado a ese mundo. Darme vueltas, porque después de unos segundos de imaginación, la nena que pronunció sus palabras al lado mío, ya estaba detrás de mi espalda y acompañada por mucha gente seguramente. No tuve el valor, ni las ganas, ni el tiempo. Me había sumergido en otro universo y sabía que darme vueltas significaba abandonar ese mundo para intentar visualizar un pequeño cuerpo de mujer, que quizás, entre tanta gente grande, no lo encontraría jamás. Darme vueltas significaba tener que pensar en otra cosa, buscar otros detalles, volver a la realidad, a la vereda, a la calle, a la multitud, a las voces. Aunque luego lo intentase, la nena ya estaría muy lejos, ya se había ido el momento justo. Y no quería. Quería volar por siempre. Volar, volar, muy alto, más alto, cada vez más alto. Donde nadie pueda encontrarme, donde ningún grande pueda llegar. Volar con los niños, volar de la forma que la nena me enseñó. Darle la mano, agradecerle por tan grato regalo. Volar de su mano, volar con mi maestra. Volar.

Nena desconocida, pero que tanto te imaginé, gracias por decir esas palabras, por encargarte que sea lo único que escuche entre tanta gente y tantas voces. Gracias por este párrafo que escribí gracias a vos – valga la redundancia. No sé quién sos, no sé cómo te llamás, de dónde, tu edad. Nada. Sos una persona más seguramente… pero para mí fuiste distinta. No sé a qué te referías con esa pregunta, no sé a qué tipo de vuelo, ni a quién le estabas dirigiendo esas palabras. Sólo sé que me metí en esa conversación, todavía no entiendo por qué, si mis oídos estaban programados para no escuchar nada. No pude ver tu rostro, no te voy a reconocer si te vuelvo a ver entre estas calles tan lejos de las mías… pero te agradezco de todas formas. Volar, querida amiga es hermoso. Siempre intentá volar. Alto. Muy alto.

Escrito: 22/01/08

domingo, 20 de enero de 2008

Pensamientos de una mente entre arena y olas

En algún momento entre lo que calculo que habrán sido las 8:20 y las 8:45 de la noche me puse un pantalón largo, me agregué un buzo a lo que tenía puesto y bajé en el ascensor del edificio. Una multitud al frente, en algo así como un “recital”: había unas 4 o 5 personas con instrumentos, parados sobre maderas apoyadas en caballetes. Parecía la mesa del aula de arte. Así, igualita, con caballetes un poco más altos. Ni una bandera de la banda como para decirme quiénes eran, ni dijeron su nombre… música ruidosa, que no me gustó (quizás haya sido por mi falta de ganas de distraerme con ellos) y encima, ninguno de los integrantes de la banda se destacaba por su belleza o algo que se le asemeje. No cuesta nada conseguir un poco de tela negra para tapar los caballetes y que parezca un escenario algo “decente”, ¿no? Seguí de largo habiendo calmado mi duda acerca si eran famosos o si valdría la pena escucharlos.

La arena comenzó a tocar mis pies por los costados de las ojotas y cuando no había nada que pueda herirme, ni piedritas, ni palitos en la arena, ni gente, ni ruido de una banda molesta, me saqué mis ojotas, pisé con total libertad y gocé esa arena casi blanca, fría por la ausencia del sol desde hacía unos largos minutos. Arena pura, limpia, a pesar de que la gente se acababa de terminar de retirar de la playa. Caminé un rato por esa superficie movediza, pura, liberadora y escogí al azar un sitio donde sentarme. Y ahí estaba Vale, con nada, pero a la vez con tanto. Con todo lo que quería, lo único que buscaba. Silencio, paz, pensamientos, sentimientos, una mente que se dejaba llevar por las olas, que se movía en dirección del viento, volaba junto con las gaviotas, se enterraba en al arena, removía cada granito y veía una débil luz naranja que todavía provenía del sol. Ella sentada en la arena acompañada por nadie ni nada más que un par de ojotas blancas, una cámara de fotos, y todo un paraíso para ella sola.

Al principio sentí que invadía el hogar de alguien… sentí que las gaviotas se volaban a medida que yo me acercaba, las estaba molestando. No lo sentí. Lo vi. Lo viví. Así fue. Una vez sentada pude contemplar cómo de a poco los menudos animalitos se iban dando cuenta que no era como las miles de personas que invaden su playa todos los días, que no quería hacerles daño, que sólo quería observar la perfección de su vuelo, su timidez al picotear en la arena en busca de algún resto comestible, su increíble equilibrio en dos patas tan flacas y débiles. Esa playa es de ellas. Completamente de ellas. Era de ellas antes que los humanos empecemos a invadirlos encontrando nuevos paraísos donde vacacionar, es de ellas en invierno, cuando nadie las molesta. Sólo ellas aguantan el frío del invierno en el mar. Nosotros sólo vamos cuando nos conviene, cuando el frío no nos carcome, cuando el sol nos deja morenitos, se llena de vendedores de todos los rubros y todos nuestros amigos van a intercambiar palabras sin sentido que seguramente no aportan nada a la existencia de nadie. La playa es de ellas y no es justo que las espantemos, que las echemos de día, que no las dejemos disfrutar lo lindo y sólo les quede la noche fría y ventosa para ellas, las reinas de toda la playa. Los seres humanos somos crueles. Sabemos que las gaviotas nos temen y las invadimos, les robamos el hogar. Entonces a ellas no les queda más remedio que salir de su casa y volver cuando no hay más intrusos. Y contemplé la perfección del vuelo de una gaviota, la timidez con la que picotean en la arena buscando algún resto comestible, el increíble equilibrio en dos patas flacas y débiles.

Una suave brisa movía los granitos de arena a mis pies y como éstos se iban acomodando a voluntad del viento, mis ideas también se movían y se acomodaban. Después de tantas páginas de un libro un poco perturbador y temiendo que pueda alterar algo en mí, busqué la tranquilidad, mi cabeza, mi persona. Una pareja felizmente enamorada pasó delante de mí y ambos me miraron con la cara que supuse que me miraría cualquiera que pasara. Estoy segura que lo que pasó por sus cabezas en ese momento fueron cosas como “Mirá esa loca, ahí sola” “¿Se habrá peleado del novio y viene a recordar momentos sola a la playa?” “¿Qué hará ésta acá?” y si alguno de los dos alguna vez sintió algo relacionado con el arte, del tipo que fuere, quizás haya pensado “Seguramente escribe, o pinta, o algo así y viene a buscar algo de inspiración”. Descubrí qué cierto que esto podía ser. Estando allí sentada, frases de todo tipo y tema afloraban en mi cabeza, salían de la nada. Frases muy elaboradas, dignas de ser anotadas rápidamente para no olvidarlas y luego basar tantas escrituras en ellas… Pero no tenía nada en qué anotar. Salí desnuda de tecnología como para tener el celular cerca, y sin mochila o bolso donde cargar el anotador y la lapicera que siempre me acompañan a todos lados. ¡Qué lindo lugar para buscar (y encontrar) un poco de inspiración! Volviendo a la pareja… Pasaron frente a mí y decidí no mirarlos como para no ponerlos incómodos. Que miren a la loca sola sentada en la arena con toda tranquilidad y piensen lo que quieran. Yo sabía perfectamente por qué estaba ahí, no me arrepentía, y quizás hasta esté un poco loca… ¿Quién sabe? Sé que me miraron. Lo sentí. Me miraron mucho, una y otra vez y caminaron agarrados de la mano y murmurando entre ellos. Son libres de pensar lo que quieran, no me voy a ofender. La verdad es que no me importaba mucho lo que piensen esos desconocidos. Seguramente para gente normal es raro ver a alguien sentado solo en la playa, con frío, cuando está por anochecer. Y quizás algo de lo que murmuraban era cierto. No los escuché. No lo puedo saber.

El frío era cada vez mayor. No era sólo la arena que estaba fría… ahora el viento corría con más fuerza y menos temperatura. La marea se acercaba, los últimos rayos de sol que alumbraban los edificios más altos ya no estaban y se podía ver la luna casi llena, cada vez más clara.

Pensé en vos. Pensé en vos y en tanta gente más. Mis dedos débiles garabatearon algo en la arena que rápidamente borré porque quizás a tantos kilómetros, podrías leerlo. Pero era verdad. Era lo que sentía. Lo que siento. Lo que quiero que sepas, pero no puedo decírtelo, ni escribírtelo, ni hacértelo saber. No quiero. Tengo miedo. Entendí que realmente no sé qué es lo que quiero.

Sola frente a tan inmensa masa de agua. Frente a tantas vidas sumergidas, a tantas toneladas cristalinas que vemos como azules y verdes; todo tan húmedo. Frente a una isla lejana con un faro sin vida que todavía no había despertado con su luz. Frente a la inmensidad misma, al paraíso, la tranquilidad, el silencio, la soledad que hace bien, que me gusta, que busqué, que encontré. El silencio de la gente, pero tanto ruido de mi alma (no ruido por desorden, sino por la actividad, energía concentrada, emociones, sentimientos) y las olas rompiendo unos metros delante de mis pies. Y con tanto atrás. Pero nunca pensé en lo que tenía atrás. Simplemente era todo “nada” en comparación con la infinidad, ese horizonte inexistente, esa línea que iba del azul al celeste anaranjado. Atrás… edificios, autos, gente, calles, mucho dinero, ruido, enojo, multitudes. ¿Podría acaso comparar las toneladas de cemento que tenía atrás con las de agua delante mío? No, definitivamente.

Cuando la oscuridad era ya bastante como para poder distinguir luces encendidas, un enorme crucero comenzó a hacerse visible a lo lejos. Enorme. Supongo que era enorme, aunque yo lo veía chiquito. Sí, era enorme. Apareció sólo para mostrarme cuan distintas pueden ser las vidas en un mismo momento. Para volver a contradecir el mundo en el que yo estaba, el mundo que había atrás mío, donde la gente ya no pisaba la arena y el mundo allá, arriba de aquel navegante gigante. Estaba sobre el agua, sí. Pero con multitudes encima, con miles de luces encendidas, llamando la atención. Lo menos que encontraría ahí sería, sin duda, silencio.

Y así pasé, quién sabe cuánto tiempo, cuántos minutos, cuántas horas, si es que las hubo. No lo sé exactamente, nadie lo sabe. No llevé reloj precisamente por eso. No sé cuánto tiempo estuve ahí sentada, pero sé que fue el suficiente para renovarme, para darme paz nuevamente, para hacerme respirar aire puro, para pensar, ser yo misma, contemplar tanto, y darme cuenta de más. Para ser feliz. El frío era doloroso, pero era un frío muy acogedor. Si mal no recuerdo, fue la segunda vez en mi vida en que sentí que el frío no era tan malo (la primera fue esquiando). Era un frío digno de disfrutar. Un frío que no me molestaba, que no me hacía mal.

Durante mi estadía en la playa buscando silencio y aislamiento del mundo que me estaba aturdiendo, encegueciendo, llevando consigo, tuve por fin mi tiempo completamente sola con la naturaleza. Mi tiempo. Lo único que quería. Tener tiempo. Y que sea mío. Sólo mío, sin compartirlo con nadie más que con esa persona que vive dentro mío y a la que le hablo cuando tengo ganas de charlar con alguien. Esa persona que es sólo mía, que vive dentro de mí, que me enseña, me hace dar cuenta de muchas cosas, me guía, me aconseja, me protege, me mantiene tranquila, me hace ser lo que soy. Esa persona que soy yo misma, pero a la vez no lo soy. Una parte de mi alma que no soy yo, pero a la vez es sólo mía y sí, es parte de mí. Mi consejera, mi amiga, mi compañera. Ese amigo invisible que nunca tuvo forma humana, que se convirtió en muchas personas, que siempre me acompaña y nunca, pero nunca, pase lo que pase, me va a abandonar.

Cuando sentí que el tiempo fue el suficiente como para lograr lo que buscaba, el frío comenzó a ser más fuerte. No quería abandonar aquel lugar, pero ya no tenía nada más que hacer. La naturaleza es sabia y por algo el frío comenzó a molestarme. La tarea de todo ese paraíso estaba hecha. Le debo mucho a la naturaleza. Entonces cuando mis pies comenzaron a pisar piedritas y palitos nuevamente y de espaldas al mar, un hombre comenzaba a sentir la arena en sus pies, comenzaba a sentir la brisa en su cara, no sentía frío, estaba completamente solo. En un simple intercambio de miradas nos entendimos. Yo no pensé “¿Qué hace este loco sólo aquí?” y sé que el no pensó lo mismo de mí. Los dos buscábamos lo mismo. Yo lo encontré, mi tiempo pasó y ahora le tocaba a él. Le dejé entonces la inmensidad para él, así como yo la había tenido minutos antes. Era su momento de estar solo y no lo iba a interrumpir.

Tranquila entonces, y en completo silencio ingresé nuevamente a mi departamento que no es mío. Que no es de mi familia. ¡Qué distinto sería si fuese mío! Sintiéndome yo nuevamente volví a mis actividades sin comentarle a nadie lo bien que me hizo escaparme un rato. Ese rato. Ese bendito rato.

Foto de las gaviotas volando y el crucero comenzando a aparecer en lo más lejos, antes de encender todas sus luces.

19/01/08

sábado, 19 de enero de 2008

Verde

Con tanto verde, ¿quién buscaría maldad?
Con tanta luz, ¿quién querría las sombras de la oscuridad?
Con tanta simpleza, tanta paz, tanta tranquilidad, ¿quién querría un espíritu alterado, cargado de excesos y exacerbaciones?
Con tanto lugar, tanto tiempo, tanta infinidad, ¿podría yo querer otra cosa?

viernes, 11 de enero de 2008

Iris

Hoy dejo un par de frases y el estribillo de la canción Iris, de Goo Goo Dolls. Porque es un temazo, una gran banda y me siento muy identificada con esta canción. Y más aún con esto que transcribo.

I just don’t want to miss you tonight

And I don't want the world to see me
'Cause I don't think that they'd understand
When everything's made to be broken
I just want you to know who I am

Yeah, you'd bleed just to know you're alive

Suelo esconderme del mundo muy seguido y hay tantas cosas que no entenderán… Que son mías, que sólo pocos entienden. Y sí, todo termina, todo se rompe, desaparece, entonces hay que saber aprovecharlo antes que eso pase. Y sólo quiero mostrarle al mundo quién soy. Si me entienden, bien. Sino, no importa. Justo a vos no quiero perderte. Ahora no, por favor. Te necesito. Estoy viva. Y no necesito sangrar para darme cuenta. Viva, quizás no de la misma forma que el resto. Pero viva.

Mundo de fantasía





A veces siento que vivo en un mundo de fantasía. Un mundo de sueños, de niños, de hadas, de magia, de juguetes, de globos, de felicidad. A veces me siento en un mundo alejado de todo ser, donde sólo yo y lo que yo quiera estamos y vivimos felices sin que nadie nos moleste. Un mundo donde sólo yo me entiendo, dónde todo lo que hago tiene sentido, el único lugar donde soy libre y todo tiene sentido, todo importa, todo es grande y colorido. Es el mundo al que huyo cada vez que el ruido se hace grande y no me deja tener mi paz, mi soledad. Es el mundo al que me escapo sin que nadie lo note. Es donde sólo yo existo, donde soy feliz. Mientras vivo, sueño. Mientras vivo, viajo a un mundo nuevo.


Una vez más, usé el Paint.

miércoles, 9 de enero de 2008

I claim life

‘But I don’t want comfort. I want God, I want poetry, I want real danger, I want freedom, I want goodness. I want sin.’
‘In fact,’ said Mustapha Mond, ‘you’re claiming the right to be unhappy.’
‘All right, then,’ said the Savage defiantly, ‘I’m claiming the right to be unhappy.’
‘Not to mention the right to grow old and ugly and impotent; the right to have syphilis and cancer; the right to have too little to eat; the right to be lousy; the right to live in constant apprehension of what may happen to-morrow; the right to catch typhoid; the right to be tortured by unspeakable pains of every kind.’
There was a long silence.
‘I claim them all,’ said the Savage at last.
Mustapha Mond shrugged his shoulders. ‘You’re welcome,’ he said.

from Brave New World by Aldous Huxley

lunes, 7 de enero de 2008

Just letting thoughts come out

I’ve just closed the book I’m reading and it seems English is stuck to me. The book is in English, it’s the second book in my second language I’ve read since classes were over. It’s the second book in English I read just because I want to and there’s no teacher making me read it.

I feel fine, but there’s still something strange inside of me. I want silence, I need it. I’m watching everything in a different way. Just as if I were a different person. I remember my grandmas yesterday wishing me to have a great time in Punta del Este and to take care. It’s 4 pm. The sky is getting dark. My neighbour is mowing the lawn. He’s making such a loud noise! And I was looking for silence. I am in silence.

I feel fine. I feel comfortable with myself. The three Wise Men have been unfair this time. Only one present. A great book. And for my little brother four wrapped-up-with-colourful-patterns presents. I’m not complaining, I’m not jealous, but it depressed me. Is it that I am growing up? This year I’ve grown too much it seems. It’s been a grand year, full of lessons and self discoveries. Growing up. I guess I’m old enough to stop receiving presents from the three Wise Men.

I’m not depressed. This character is. Holden Caulfield, you’re a good guy, much like me in some ways. I feel sorry for you. You’ve just told me you felt like committing suicide. Hold on, boy. You shouldn’t. Holden, my new friend, a character, the one who’s accompanying me in this silence today.

I feel damn happy with yesterday’s news. But it’s not the time to continue jumping all over my house. I feel silence today. I guess this guy is infecting me with some of his goddam dirty words. I’ve gotta go back to my formal English.

I feel I’m going to Holden’s life again. This place is not for me now. The first drops are starting to fall from the clouds above and the hotness is still unbearable. Goodbye everyone. I want to know what’s next in Holden’s life in New York, wishing every second I could be there someday.


Book I’m reading: The Catcher in the Rye by J. D. Salinger

domingo, 6 de enero de 2008

Extremely happy - IB

Inglés A2 (como lengua materna) Nivel Standard: 6/7
Artes Visuales Nivel Superior (en Español): 4/7

Acá se termina otro ciclo, otra etapa más.
En marzo de 2006 empezamos con nuestras primeras investigaciones, visitas a museos, primeros bocetos, ideas, trabajos para armar las obras de Bachillerato de Arte.
En marzo de 2007 nos dijeron cuál sería el grupo enfrentando el A2. Algunos se borraron, y pocos quedamos. Comenzamos con los análisis profundos de libros, empezamos a escribir en el blog, a escribir más de 1000 palabras por trabajo.
Noches de desvelo entre lápices, felpones, pintura, enciclopedias.
Tardes de escritura frente a la computadora.
Las fechas se acercaban. Los nervios crecían. La panza hacía cada vez más cosquillas. Pensaba que estaba arrepentida de haber tomado la decisión. Pero yo podía.
Fotocopias de mi carpeta de investigación artística viajaron a Cambridge. Transpiré dos días desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche armando mi exposición de arte. Rendí. Hice varias visitas guiadas. Y transpiré una tarde desarmando todo.
Colocaron cintas de “Peligro” en algunos cursos del colegio, logramos hacer un poco de silencio y hablé frente a mi profesor, con un hombre que con un botón dejó mi voz en una cinta que luego fue escuchada en Cambridge (creo). Días después nos sentamos con muchos renglones para escribir e ideas para plasmar en dos exámenes.
Así se fueron los nervios por un tiempo, para volver hace una semana a invadirme.
La adrenalina crecía poco a poco hasta que ayer recibí un adelanto –había aprobado Inglés- y todo explotó dentro mío. Corrí por toda mi casa gritando y saltando en una pata.
A la noche me costó dormirme y sólo pude cerrar mis ojos 2 horas y media en toda la noche. Luego me despertaba cada 10 minutos pensando que eran las 11 de la mañana.
Benditas 11 de la mañana!!
A las 11:00 escribí http://results.ibo.org/ en mi teclado por quinta vez en la semana y esta vez no me dijo “Los resultados estarán el 6 de enero a las 13:00 GTM” (11:00 en Argentina). Esta vez estaban los números 6 y 4 plasmados en la página web. Salté, grité, me emocioné, sentí mil cosas juntas.
Me tenía fe. Sabía que iba a aprobar… pero ver que realmente aprobé y con buenas notas es una sensación suprema.
Después de tanto esfuerzo en tantos ámbitos, estoy feliz de poder saber mi nota del Bachillerato Internacional para el que nos preparamos todo el secundario, y de haberlo rendido. De haber rendido las materias que me interesaban.
Leti, Charlie, Caroline, gracias por las oportunidades, por haberme enseñado, guiado, acompañado en todo este trayecto.




Sooooooooooooooooo happy!!!! :D :D

jueves, 3 de enero de 2008

Soledad

Muy a menudo necesito estar sola. Necesito mi tiempo. Pensar en mí, en mi vida, en lo que soy, en lo que quiero ser. Alimentar mi alma, cuidar mi espíritu, fortalecerme, sacarme a pasear por los rincones de mi mente.
Muy a menudo busco la soledad. La necesito. Quiero mis tiempos, mi paz, mi mundo. Ese mundo en el que sólo yo estoy, en el único que tiene sentido todo lo que digo, en el que realmente vivo.
Muy a menudo necesito estar sola.

Soy una persona muy solitaria. Admiro la soledad. Me encanta.
Por ahora, es todo lo que tengo para decir. Quizás más adelante profundice sobre este concepto.

miércoles, 2 de enero de 2008

La mirada desde lo alto

Desde lo alto observaba toda la ciudad. Todo era diminuto. Todo estaba a sus pies. Tanta maldad, tanto desprecio, tanta ignorancia, tanto odio, tanto dolor. Todo allá abajo. Y él estaba arriba. Lejos del mundo, lejos de todo, lejos de él, de su alma, de su ser. Todo allá abajo lentamente se movía. Miles de vidas anónimas seguían sus rutinas, seguían otros pasos, trabajaban, hablaban, insultaban, gritaban. Y nadie miraba hacia arriba. Esa nueva perspectiva le permitía verlo todo. Entender cuánto dolor había dejado ahí abajo ahora que se encontraba en este nuevo mundo, elevado de todo, sobre los vapores que se elevan de la ciudad, sobre el vapor del daño, sobre el vapor del sufrimiento, la niebla, el frío, la soledad. Abajo todo se amontonaba, todo se movía, pero no distinguía nada. Todo tenía un tono gris, el mismo tono que había teñido todo desde hacía unos meses ya y no abandonaba la ciudad, su ciudad, su mente. El mismo sentimiento, el mismo dolor, la misma agobiante rutina que poco a poco se llevaba su vida y todos los colores.

Su hija allá abajo, enojada con su padre por cuestiones importantes. Su esposa con ella, dolida, ofendida, discusiones matrimoniales, cerca de un divorcio. Su mejor amigo en ese alboroto de ciudad, distanciados por una cuestión de vida o muerte. Toda una vida entre vapores. Últimamente, una vida gris, muy nublosa, cubierta de penas. Desde lo alto pudo distinguir una plaza verde con árboles muy coloridos, tratando de expresar cierta felicidad. Felicidad de algunos, felicidad de otros. Eso no estaba en sus planes, no figuraba en su cabeza, no era posible. Sin prestarle atención desvió la mirada y se miró hacia adentro. Otra vez un vacío lo dominó; lo acaparó todo, se llevó todo. Un vacío lleno de nada, lleno de tanto. Un vacío lleno de falsas esperanzas, de desencuentros, de tristeza, de soledad, de dolor, de lágrimas que se guardaba y hacía mucho no las dejaba salir. Lágrimas que nunca llegaron a existir físicamente. Lágrimas que llenaban cada vez más su alma, sin dejarle lugar a tantas otras cosas que dicen que el mundo tiene y que son bellas. Lágrimas del espíritu, lágrimas imaginarias, pero existentes. Lágrimas que duelen, pero nunca ruedan por ninguna mejilla. Tanto había dentro de él. Pero a la vez lo que había no era nada. Era todo un vacío que crecía y cada vez producía más vacío.

Levantó la vista. Una nube se corrió dándole lugar al único rayo de sol que alumbraba el lugar, para que lo llamara, para que lo hiciera recapacitar. No le prestó atención. Hacía meses que no veía el sol, que no le significaba nada más que una molestia tras el parabrisas mientras manejaba al trabajo. ¿Por qué aparecería ahora, más que para seguir molestando? Miró hacia abajo nuevamente. Aquel destino desconocido, todo aquello que podría llegar a encontrar, lo atraía. ¿Qué será? ¿Qué vendrá? ¿Qué seguirá? ¿Debo intentarlo? De un lado había cosas nuevas por descubrir… Al otro ya lo conocía por completo (o eso creía) y nada valía la pena. Quizás de aquel lado que quería inspeccionar realmente no hay nada. Una frase se dibujaba en su cabeza: ¿Debería intentarlo?

Cerró los ojos, sintió un leve mareo que lo impulsaba hacia adelante. Todavía no era el momento. Los abrió nuevamente para no arriesgar a algo que se arrepentiría. Hizo dos pasos hacia atrás y vio a su padre golpeándolo porque no había cortado bien el pasto. Luego a su madre tirándole del pelo porque no quería comer aquellas verduras sin sabor que cocinaba la abuela. Vio a su abuela recostada sobre aquella pálida cama rodeada de máquinas, tubos y aparatos ruidosos. Vio a su abuelo borracho sobre el pasto del campo, bajo la sombra de un árbol, rodeado de botellas de vidrio, fumando como nadie. Sintió la decepción al saber que su hijo fumaba. Sintió el dolor al ver a su hija llorar por amor. Sintió la traición al saber que su esposa saldría con sus amigas. Sintió furia al ver un cajón de madera tambaleándose de aquí para allá como si llevara un kilo de papas adentro, bajando sin delicadeza alguna, insertándose en un hueco de tierra y más sabiendo que su padrino estaba adentro. Sintió el dolor, la tristeza. Sintió un vacío. Sintió el deseo de morir.

Escuchó un pájaro cantar. El mismo pajarito que cuando era niño le brindaba tanto placer, esta vez le provocó más rabia… pero trajo aún así, ciertos recuerdos felices; de aquellas lejanas épocas en las que creía ser feliz. Se acordaba de su perro y de la vez que le ensució la remera nueva. Sintió furia. Pero eso pasó y luego se encontraba ante otra situación.

Sobre el vapor de la gente que caminaba apurada para no llegar tarde y la gente que caminaba rápido porque sino se la llevaban por delante, se elevó un aroma a primavera. Pero nada le importó. Hizo un paso adelante, pensándolo de nuevo. La camisa celeste se arrugaba por el viento de tan alto. El color no llamaría mucho la atención desde tales alturas, pero a la vez haría que las manchas rojas resalten. El jean más nuevo estaría con él, así nadie más podría usarlo. El peinado de todos los días ya no era un peinado, sino más bien cabello revuelto al azar por el viento con una pelada que crecía lentamente. Contaría hasta tres. No, mejor hasta cinco.

Buscaba coraje. Lo esperaba. Lo necesitaba. Pero, ¿realmente lo necesitaba? Si no lo tenía, no debía hacerlo… pero quería. Algo lo llamaba desde allá abajo. Contó hasta tres y no se sintió seguro. Dos segundos más y mientras los ojos se le nublaban, hizo otro paso hacia adelante. Sintió que las últimas bocanadas de aire entraban a sus pulmones y lo llenaban de más vacío. El vacío era reemplazado por el vacío. Y no sentía diferencia alguna. Sólo quería liberarse algún día, y tenía la solución. Miró hacia abajo, no sintió miedo. Miró a los costados, nadie había percibido su presencia. Levantó un brazo a cada lado del cuerpo, sintió que el viento lo golpeaba, lo impulsaba, lo hacía perder el equilibrio, lo invitaba a cerrar los ojos y dejarse a la velocidad. Abrió las palmas de sus manos y tomó aire de una forma que nunca lo había hecho, decidiendo que ahora sí, sería su última vez. El aire de toda la ciudad había ingresado en sus pulmones. Con los ojos cerrados, cerró también las manos, apretó con fuerza, se clavó las uñas en las palmas, y sentía que el viento comenzaba a acariciarlo suavemente. Luego la caricia se hizo violenta, sentía como si un avión estuviese pasando al lado de su oído. Sus pies ya no se apoyaban en nada. No quiso abrir los ojos. Sentía miedo. Se dejaba caer tranquilo, sin tener consciencia de la velocidad en la que volvía al vapor de la rutina. Volvía. Bajaba. No dimensionaba. Todo era nada.

Mientras caía libremente sus músculos tan relajados se tornaron tensos. Su cabeza dio un salto. Sus brazos se encogieron. Sus ojos se fruncieron con mucha fuerza. Se dio cuenta que el problema de vida o muerte no era tan significativo, que la relación con su hija podía volver a ser la misma de siempre, que amaba a su esposa, que a su ex amigo lo seguía queriendo como su mejor amigo. Que extrañaba al mundo. Entendió el significado del canto del pájaro, del olor a primavera, de la plaza verde y los árboles coloridos. Podía revertir lo que hicieron sus padres con él y ser completamente distinto con sus hijos. Después de tantos años, quería llorar, sentía ganas de derramar una lágrima con real existencia física. Sabía que el vacío podía llenarse.

Pero para todo esto ya era demasiado tarde. Y ya se sentían miles de voces gritando desesperadas, miles de pies sumándose a la multitud.

Dibujo hecho por mí a lápiz.