domingo, 28 de febrero de 2010

Los tipos de miradas de Milan Kundera

«Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir. La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. [...]La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tiene la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. [...]Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. [...]Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores.» 
La Insoportable Levedad del Ser 
Milan Kundera 

No es que sea el mejor fragmento del libro, pero fue el que hoy tuve ganas de publicar. Y nos hacemos la inevitable pregunta "Yo, ¿a qué grupo pertenezco?". Aquí dejo el fragmento, sin pretender respuestas, y recomendando el libro.

Impertinente

Los enredados e inútiles laberínticos recovecos de la mente.

lunes, 22 de febrero de 2010

Una nueva aventura

Encontrarnos a las cuatro de la tarde en la rotonda ya era tarde, lo advertí, pero igual lo hicimos. Entre que se cambió el que se sumó a último momento, llegó el resto y dejamos los autos donde los cuidarían, arrancamos la caminata por el sendero Puerta del Cielo, a las 4:45 de la tarde, horario en el que normalmente, la gente ya está volviendo.

- Le metamos pata que es tarde.
- Sí, yo tengo que estar a las 10 de la noche en el centro.
- Y yo en el Portal a esa hora.
- Yo tengo un casamiento y mi novio no sabe que me vine para acá.
- Chicos, me cayó una gota.
- Sí, llueve, pero poquito. Los árboles nos tapan.
- Bueno, dale, vamos que se va a largar fuerte.
- ¡Yo no pienso bajar si llueve!
- Bueno, pero puede ser peligroso.
- ¡¡Me *%&$* &/ *3$”&!! ¡Yo voy a llegar arriba!
- ¡Vamos que se nos va la luz!

Caminamos y caminamos, entre algunas pequeñas gotas que se filtraban por las hojas de los árboles. Nubes negras sobre los árboles, y algunas zonas con más luz. Truenos en nuestros oídos, y algunas quejas.

- ¡Ya estoy muerta!
- ¡Dale vieja! ¿No lo subías en 45 minutos vos?
(Risas)
- Che, ¿no pasa un colectivo por acá?
- Dale, metéle, dejá de quejarte.

Y entre botellas de agua, algunas resbaladas, juguito, una víbora que se cruza en nuestro camino y telarañas, llegamos los seis, enteros, a la luz. Guerra de excremento de caballo, un par de piedras demostrando nuestra mala puntería por más que juguemos al softbol, y trotando hasta el lago de la muerta Ciudad Universitaria. Allá nos esperaban con galletas, caramelos y jugo, cinco chicas que previamente habían rechazado nuestra invitación (subieron en auto) y no nos creían que subiríamos. Pero ahí estábamos, elongando un poco las piernas, comiendo su merienda, mientras nos tiraban espuma jugando al carnaval. Total, ya estábamos todos transpirados... quizás la espuma limpiaba un poco nuestras ropas. Entre bromas y espuma, una sufrió el chapuzón en el agua podrida del lago.

Emprendimos el regreso por el sendero Rápido, y apenas nos metimos en los árboles quedamos envueltos en una espesa neblina que volaba rápidamente y nos oscureció el camino.

- ¡A meterle que ahora sí se nos hace de noche!
- ¿Vamos corriendo?
- Dale, corriendo todos, pero ojo con resbalarse que está barroso y con embalarse.

Y corrimos cuesta abajo. Y me sentía Hugo de “A Jugar con Hugo”. Iba rápido y tenía que ir atenta para agachar la cabeza cuando haya una rama baja (¡presioná 8!), saltar en los troncos (¡dale, apretá 2!), el cuerpo hacia la derecha (¡6, 6!) o hacia la izquierda (¡4, dale, 4!). Todos los movimientos, hasta que me resbalaba, me embarraba un poco, arriba y de nuevo a la velocidad.

Por fin desembocamos en el río y la lluvia ahora sí era fuerte. Una parada. Celulares, billeteras y cámaras de fotos en una bolsa plástica, y a correr que no nos queda mucha luz y nos mojamos cada vez más. Mi remera ya estaba mojada íntegra y yo seguía cuidando las zapatillas de no meterlas en el río... hasta que la lluvia era tanta que tenía hasta la ropa interior empapada. La gorra chorreaba agua por los extremos de la visera.

- ¿Che, por acá es?
- Estamos perdidos, no está la salida.
- Ustedes sigan tranquilas, a algún lado vamos a salir.

Más agua, menos luz, más truenos, y ya nada de batería en mi teléfono. Mamá y papá seguramente hablando desesperados. La remera me pesaba, y en la mochila llevaba ropa muy mojada ya, y una botella vacía. Mis pies eran difíciles de levantar, me ardían por caminar sobre humedad y el arco de la plantilla ya me había sacado una ampolla. Las piernas ya no me respondían como antes y empezaba a tener miedo. Cada vez veíamos menos.

- Che, no se ve ninguna salida por ningún lado.
- Sigamos, sigamos, que a algún lado salimos.
- Qué mal los guardaparques, ¿para qué mierda piden nuestros teléfonos si ni nos hablan con tremendo diluvio?
- Seguro que están cada uno en su casa viendo tele con un café con leche calentito.

Y nosotros cada vez con más frío, cada vez más pesados, y con más miedo. Tropezones entre las piedras, relámpagos que nos iluminaban el camino, las zapatillas llenas de abrojos, las piernas raspadas, la lluvia haciendo mucho ruido, golpeando nuestras cabezas y de repente:

- ¡Ahí está la entrada a la Puerta del Cielo!
- ¡Bien! Entonces más allá tiene que ser la salida.
- Sí, vamos, ya no nos falta nada.

Unos metros más y salimos del río, trepamos esas piedras y estábamos de nuevo en los autos. Era de noche, estábamos chorreando agua por todos lados y teníamos frío. Bajo la lluvia no elongamos mucho, y a mojar los autos nomás con tal de llegar rápido a casa. Pero la ciudad estaba inundada y no podíamos ir a cualquier lado. A mi casa, por ejemplo, no. Entonces tuve que esperar hasta que me buscaron mis padres cuando ya había menos agua en los ríos de calles. Y todavía me miran con cara de compasión, mis zapatillas llenas de abrojos, esperando que le desprenda, uno por uno, todos esos bichos extraños que las atacaron.
Créditos de la segunda foto: Caro Krapo.

domingo, 21 de febrero de 2010

We are the world

Acabo de verlo completo y mis lágrimas no terminan de caer. Estos eventos con muchos artistas juntos puede emocionarme tanto! Y además, por semejante causa... uff.. no tengo palabras. Además, está su voz también. Y eso ya me alcanza.

Comparto We Are The World, el remake que hicieron el 1º de febrero en el mismo estudio que hace 25 años lo grabaron varios artistas, esta vez, para ayudar a Haití. Escrita por Michael Jackson y Lionel Richie.

Paralelismo


Tenía un cuaderno nuevo en mis manos y una historia que estaba a punto de ser escrita. Me pregunté qué podría llegar a contener una vez llenas esas páginas. Me pregunté cuánto podrían llegar a durar éstas. En ese momento no encontré respuesta, sino sólo un impulso. Destapé la lapicera, la coloqué entre mis dedos y la detuve a milímetros del papel. La sostuve en el aire unos segundos. Levitó sobre aquellos renglones (sí, mi cuaderno venía con renglones) en figuras irregulares. Se detuvo (la detuve) y la coloqué al lado del cuaderno. Era tan simple apoyar su punta sobre aquella superficie... tan simple que cualquiera lo hace... pero yo estaba siendo víctima de lo que decidí llamar “angustia de la primera página”. ¿No lo sienten también? Sabía que quería escribir o garabatear algo, pero no sabía exactamente qué. No sabía por dónde empezar, ni si era el momento adecuado. Estaba segura que no faltaba mucho para el primer trazo sobre esas páginas. Estaba segura que escribiría en él. Moría de ganas de hacerlo, pero estaba siendo víctima de la duda y la angustia. Nunca me había gustado del todo respetar los renglones, pero aún así, lo hacía. Este cuaderno venía con renglones pero desde que lo vi estaba segura que no serían todos respetados. Antes de lo planeado, presa de un impulso, víctima del placer de escribir sobre la primera página, apoyé la lapicera sobre el papel y empecé a escupir letras que se acomodaban solas, y no todas sobre aquellas líneas paralelas. Sigo escribiendo en éste, mi cuaderno, y entre tantas historias, puntos, comas y renglones respetados o no, todavía quedan muchas páginas en blanco.

martes, 16 de febrero de 2010

Fragmentos de renacimientos

Si hay que caer para volver a levantarse, 
pues quiero caer de nuevo si así es como voy a levantarme. 

Me he vuelto a enamorar. 
De la vida, de los detalles, de la naturaleza, y hasta de vos.

lunes, 15 de febrero de 2010

Gota a gota, «no puede ser más perfecto»

Gota a gota el cielo se va descargando con fuerza. Cayó sobre nuestras cabezas mientras corríamos rápido, pero disfrutando cada suave golpecito sobre nuestros hombros, nuestro cabello, nuestros brazos. Pisamos charcos con fuerza, entre risas y adrenalina, cual niños que se escaparon de la orden de mamá, sedientos de travesuras, para mojarse, chapotear y tirar un barquito de papel por el agua que corre al costado de la calle. Y el barquito que se hunde primero pierde. Pero ambos barquitos siguen navegando hasta que el río es enorme y lejano y los niños ya no logran distinguirlos. Nos abrazamos intentando volver a entrar en calor. Dos pares de zapatillas húmedas respiran en fila para secarse lentamente mientras el calor vuelve a apoderarse de nosotros.

Gota a gota sigue cayendo el cielo allá afuera. Me concentro en tu inmensa mirada, me acaricia. Me sumerjo en tu eterna sonrisa, me eleva. El dulce tintineo de la lluvia en tu compañía se mezcla con el vals de Amélie que danza en el aire. ¿Qué más puedo pedir? Ésta es la lluvia placentera, la que no moja, ni inunda, ni ahoga. La que limpia, eleva, da brillo y da alas. El vals nos invita a bailar. Mi mano en tu hombro, la tuya en mi espalda. Cuatro pies que se chocan a veces, pero nada importa más que bailar. Tu cuerpo y el mío. Tu rostro y el mío. Luego... tu boca en la mía.

Amélie en nuestros oídos, la lluvia desde la ventana, tu aroma apoderado de toda la habitación y vos entre mis brazos. Un pecho nunca antes tan inmenso. Un corazón nunca antes tan pleno. Un alma nunca antes tan sonriente. Un cuerpo nunca antes tan alto.
 «No puede ser más perfecto».

Que no me importe

Avda. Costanera 3200, San Bernardo, Argentina.

Que no me importe correr, en short, remera y zapatillas deportivas, sola, mientras amanece, entre la muchedumbre que zigzaguea todavía en tacos, polleras y escotes. Que no me importe que me miren con cara de asco, entre risas, bromas y gritos. Que digan que estoy loca. Que mi sudor es de los treinta minutos que llevo corriendo. Que el de ellos es el de una noche de luces relampagueantes, oídos aturdidos y alcohol. Que no me importe lo que miren, digan o callen, es lo que he aprendido y hoy, me hace más feliz.

lunes, 8 de febrero de 2010

Por no decir que te extraño

Me sobran las manos
Si ya no puedo tocarte
¿Para qué las quiero,
Si sólo saben extrañarte?

No quiero mis ojos
Caídos, perdidos, solos
Si no está tu mirada
Que sólo puede elevarlos.

Mi alma se desgarra
Grita e implora mi corazón
Tu ausencia me arde y
Un vacío enorme exige tu voz.

Sé que...

...por fin esta noche vas a entrar por mi ventana y secarás mis lágrimas.

domingo, 7 de febrero de 2010

Tendencia ¿optimista?

Mi mente siempre tuvo una fuerte tendencia al optimismo. Últimamente, tiendo a ser depresiva y masoquista, sin embargo, el optimismo suele mantenerse, pero ya no sé con qué frecuencia o potencia.

sábado, 6 de febrero de 2010

Una ola. Vos.

Que te traiga el mar y te deje en silencio a mi lado, como lo hace con el caracol que queda en la orilla con la última ola alta de la madrugada. Que amanezcas, por fin, a mi lado.

viernes, 5 de febrero de 2010

El lado oscuro del verano

¿Es así como se supone que deba sentirme? Te me estás escapando por los poros de esta deseosa piel que se ha cansado de esperar(te). Rompen las olas cada vez con más furia. Ya no me molesta que el viento me siga despeinando; ahora éste me aturde. He buscado un refugio varias veces y no logro encontrarlo (¿encontrarte?). ¿Es acaso éste el lugar que me impide sentir? Sé que el viento puede revolcarme entre tanta arena. Soy tan débil, que ya no me reconozco. He preferido retorcerme bajo la lluvia, contemplar la bruma y la espuma de cerca, pero no hicieron más que mojarme y entumecer mis pies. No hay música, no hay colores. Las aguas se elevan, rugen, y lo que era celeste se tiñó de un sucio gris. No hay horizonte, todo se ha difuminado ante mis ojos. No existen las fechas ni los planes. No hay certezas ni palabras que reconforten. Mis pies se hunden en la arena y me voy con aquella ola. Me voy. Me voy donde tal vez, esta vez, pueda volver a encontrarte.

La historia se repite (o se asemeja)


Y aquí estoy por fin. Después de tantas preguntas, cálculos, balanzas, planes y decisiones. Volví a donde quería estar. ¡Cuánto extrañaba esto! Casi no me daba cuenta.

Acá estoy de nuevo sin más compañía que una mochila y un par de ojotas. Una mochila con un cuaderno, una lapicera, varios lápices, un libro, un par de anteojos, una cámara de fotos y un silbato naranja.

Cruzo mis piernas en la posición de indio, estiro mi espalda alta, enorme, me hago grande con el olor a mar que llena cada partícula de mi cuerpo. Mis ojos directos en esa enorme masa azulada de agua. Brilla. Es tan inmensa y brilla porque el sol ahora sólo existe para ella. Y para mis ojos.

La arena se abre paso entre los dedos de mis pies y todo se amolda en perfección. En pura armonía. Tímidamente las olas se acercan a donde me encuentro y de a poquito el sol se va llevando su brillo. El cielo se tiñe de anaranjado y la brisa me despeina. Mueve algunos pequeños granitos de arena, y a otros les permite volar.

Ya somos pocos los que quedamos y puedo dibujar(te) y escribir(te) en la arena. Con mi pie, con mis manos. Nadie me espía. La playa es mía.

Reencuentro

Frente a vos me detengo y te observo. Empiezo en tus ojos. Me enredás en una mirada. Estoy aun un poco más nerviosa. ¡Qué profunda es todavía tu mirada! Casi lo olvidaba. Mi respiración sigue agitada, tu pelo un poco despeinado, tus brazos, tus piernas y esa panza que siempre me ha gustado y ahora no puedo ver a través de tu remera. Qué bien que te queda. Me pongo aun más inquieta. Vuelvo a tus ojos. Sonreís. Me mudo a tu boca. Esa sonrisa sigue siendo tan perfecta y poderosa como siempre. Quizás aún mejor de lo que recordaba. Caigo. Me dejo caer. ¡Cuánto te extrañé!