sábado, 31 de diciembre de 2011

Un solo nudo

No entiendo muy bien qué es lo que ha pasado, pero se me arremolinaron los colores aquí dentro. Se enredaron cual finos hilos, se mezclaron, se anudaron y no dejan que la vida siga deslizándose con ellos. Todo se me hizo un solo nudo y no sé por dónde empezar a desarmarlo. Tiro de un lado y más se enreda. Tiro del otro, y lo veo a punto de romperse. Ya no sé, te juro que no sé.

Algo me hace eco en el pecho, me siento vacía, me siento oprimida. Un dedo desde lejos me señala, mientras el mío busca el huequito por donde todo se debe haber filtrado. Tiene que haber uno, ¿verdad? No se me puede haber escapado tanta luciérnaga sólo por la boca y las orejas.

Se me atragantan las palabras que no sé decir. El miedo no deja que lo que siento se convierta en voz. El mismo miedo me agarra las manos y adormece mi lengua. Y nada puede salir. Tampoco puedo besar. Y todo es otro nudo, esta vez en mi garganta. Garganta que hace ruido, que se hincha, que explota. De nuevo el miedo se encarga de retener mis lágrimas. De acumularlas adentro para que hagan más bulto, más raspones, más nudo.

Hasta que caigo.

Y me aturdo en el suelo aún con la cabeza entre tanta almohada.

Los ojos se me nublan, el cielo tiembla, el cuerpo se me resbala, el alma se me rebalsa.

Del hilo de un globo azul me quiero agarrar. Que me vuele lejos, que me soples vos y guíes mi vuelo. Si querés, puedo amoldarme al frío y lloramos de la mano allá, en el círculo polar. O nos escapamos al sur sin dejar ninguna nota en la heladera.

Los pies entumecidos, el peinado que a vos te gusta y todo lo que me quedó entre las manos.

Las ganas de reír, el abrazo que no quiere soltarte y todo lo que me queda por decir.

El impulso, el valor, el saltito, el charco, el ratito y todo lo que queda por descubrir.

El nudo que me sube y me baja, que enseña y aprende, que te busca a cada instante, pero que no te quiere anudar.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Perfora hasta el fondo

Primo, acá te dejo todas mis fuerzas.

Así es la muy indiscreta. Just like this. Te pincha por todos lados, te clava agujas una por una, chiquitas y dolorosas, en la muñeca, en el pecho, en la frente, en el tobillo. Las clava y las mueve, hace que las sientas, hace que te duelan, que te quemen, que te perforen hasta atravesar, que te arda hasta el alma, que te sangre hasta el hueso. Y cuando ya no tenés de dónde agarrarte, cuando ella se entera que no sabés para dónde correr, viene de nuevo y se apodera de tu preferido. Juega con él, le hace lo que quiere y lo destroza. Donde sabe que duele. Donde sabe que te duele. Viene como dueña del mundo y se mete en vos, en él, en lo que crearon. Y así es la muy injusta. Te toca una parte de tu alma. Te rompe en pedazos la poca calma que quedaba. Te destroza sin piedad el lugarcito de paz y de miradas que no necesitan palabras. Te quiebra hasta el abrazo. Te arrastra a su antojo las ideas, la teoría y la esperanza. Hace débil al fuerte. Da y quita como se le antoja. No sabe de la fuerza, ni del valor, ni del peso sobre la espalda. No sabe de sonrisas, ni de la paz, ni de amanecer. Así, así es, y así aparece y maltrata. Quiebra, araña, destroza, calcina. Y se va. Se va mirando hacia el costado, frotándose las manos y dejándolo todo detrás. Haciendo de cuenta que acá no pasó nada. Pretendiendo que siga igual lo que nunca podrá volver a ser.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Yéndome de a poquito

[Lo que lloraba hace un tiempo.]

He vuelto al suelo. Al subsuelo. Al supuesto punto perfecto de la anestesia, pero esa anestesia mal puesta y sin cuidado, por la que de a ratos penetra un enorme y punzante dolor. El que desgarra hasta los cordones de las zapatillas y atraviesa el tórax de punta a punta. El que yo nunca más iba a sentir… y ya me ves.

He llegado al punto en que me detengo y me pregunto qué hago aquí, dónde estoy y a dónde voy. A dónde quiero ir. Pero una parte de mí sigue caminando por inercia, por costumbre, porque sino, el colectivo tan lleno de gente me choca y quedo bajo sus ruedas. No quiero seguir. No sé hacia dónde moverme. Me duele el alma. Me duelen los ojos. Que todo vuelva. Que la herida deje de sangrar, ya es hora.

He llegado a lo inevitable. A lo que planeaba. Bueno, esto no se planea… pero se sabe que va a llegar. Podía mantenerlo al costado dándole sutiles pataditas… pero me descuidé y entró. Junto con su voz y junto con mi cansancio. Y acá está, acostado a mi lado, con su enorme y oscuro brazo sobre mi cuello, dificultándome la respiración. Con sus ojos clavados en mí, consumiéndome de a poquito, cada vez más hondo, cada vez más incandescente.

Pero ya no quema. Ya no hay piel que queme. Ya no duele. Ya no hay alma que grite. Ya no hay sangre ni momentos por compartir. La paciencia se pierde y el amor también. Las razones por las que luchar son cada vez menos y las ganas de sonreír también. Los sueños y los planes se van, y con ellos las ganas de vivir. La vida… la vida entera se me va. Ya se fue. Y yo me voy… yo también me voy.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Estar sola

[Frases sueltas que una encuentra en cuadernos viejos y empolvados.]


A estar sola/o se aprende a la fuerza, se desaprende muy rápido, y con un poco de esfuerzo se vuelve a aprender.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Un intruso en mi anteojo

Tengo un pedacito de cachete pegado en mi anteojo derecho. Me dice tu nombre, me canta tu canción. Se mete en el medio, me hace saber que estás.

De vez en cuando se pone inquieto, comienza a moverse y salta a mi cachete. Se apoya tímido, me acaricia, me besa. Se duerme, sueña, da una vuelta y se despereza.

Vuelve a su lugar sonriendo y deja en la comisura de mis labios un pedacito de su sonrisa. Encendiéndolo todo, echando a volar.