viernes, 17 de febrero de 2012

Tiempo al tiempo

A veces pierdo la noción del tiempo y otras me doy cuenta que éste se detiene y no quiere avanzar. Cada segundo duele como una espada en el medio del pecho, mientras yo sigo arrancando las cascaritas de la pared ahora tan desprolija. El tiempo ya no se escapa por un hueco, y tampoco lo absorben las paredes calurosas. Ya no juega a esconderse, ni jugamos a adivinarlo.

El tiempo que tantas cosas puede, es el mismo tiempo que todo lo destruye y hoy me inquieta, me incomoda y me aturde.

lunes, 13 de febrero de 2012

Del mar y su medicina

Que el tiempo y la distancia harían bien, dijimos… y al menos por este lado, fue positivo.

El viento me despeinó algunas ideas que estaban un poco quietas y las olas me salpicaron un poco de frío en la panza. Tuve que dar unos saltitos y cerrar con fuerza los ojos, pero igual el mar terminó salpicándome y revolviendo la arena que estaba bajo mis pies; quitándomela con cada ola que yo dejaba llegar. Y me dejé hundir; me dejé enterrar mientras miraba cómo mis pies se iban perdiendo. Fue entonces cuando me rodearon algunos peces blancos. Simpáticos y veloces, jugaron entre mis piernas y me acariciaron sin miedo. Y yo a veces con tanto miedo a mover mi alfil.

Las olas revolvieron sensaciones y acomodaron palabras. Las piedras quisieron volver a abrir lastimados pero me di cuenta que la arena ya estaba puliendo cicatrices. Cicatrices que me llevaron mucho tiempo y muchos mares.

Me dijeron que el mar haría bien, que es el sitio de los poetas. Yo de poeta no tengo mucho, pero el mar siempre me hace bien. Y esta vez que pude sumergirme bien adentro, descubrí entre tanto azul, el color más puro y el ritmo perfecto de las olas.

La marea trajo calma y el sol me regaló toda la luz que estaba faltando. La bruma empañó mis ojos y entre las olas ya no pude distinguir mis lágrimas de las del resto del mundo. El viento me impulsó a volar y sobre la superficie del mar aterricé. En la línea del horizonte, esa que de tan hambrienta, se traga al sol cada atardecer. Ahí mismo descansé.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Línea de horizonte

El agua se agita, las olas se elevan y yo me sumerjo en ellas. Me dejo llevar. Tal vez al otro lado exista algo más que desde acá no nos dejan ver. Tal vez allá el viento siga soplando y el sol sea aún más mío. Entonces decido irme; sigo una ola con la mirada, y me siento cómoda sobre ella, me elevo, desciendo y me alejo, de a poco y en vaivenes casi regulares me muevo. Al compás de mi música me alejo, con olor a sal y cabellos despeinados. Me voy hasta el horizonte y me pierdo de vista. Me pierdo allá, al final de todo, en la infinita línea azul que separa los mundos en dos: el cielo y el mar, arriba y abajo. Esa línea que no empieza ni termina en ningún sitio… o empieza en todos lados y termina en donde yo decida. Ahí elijo quedarme. Con mis vientos y mareas, con mi sol y mi azul, acostada y bien estirada, sobre la infinita y deliciosa línea que delimita el horizonte.

martes, 7 de febrero de 2012

Crónicas de viaje

Día 0
Dejarlo todo; o casi. Dejar la casa, la cama, la almohada, la comida, el calor. Dejar todo lo que no se sabe muy bien qué es y lo que sí, también. Dejarlo por un rato, tratar de no cargar tanto equipaje, y de no extrañarlo. Dejar relojes, teléfonos y algunas comodidades. Liberarse y emprender el viaje.

Día 1
Hoy volé. Me acomodé, cerré mis ojos y al respirar sentí ese aire distinto y renovador. Como un vapor frío o viento de mar, entró con fuerza y se dispersó por cada rincón de mis pulmones acelerados. Me refrescó, me renovó. Sonreí, no pude evitarlo. Sonreí como hace mucho no lo hacía, con los ojos, con el pecho, con mi todo. Me acerqué al sol, sentí su calor en mis alas. Sobrevolé las nubes, atravesé tormentas y me abrí paso entre el gris. Llegué a la luz y no me quemé. Mis ojos se acostumbraron y mis alas no se derritieron. Más se encendieron.
Así voy aprendiendo a volar, a elevarme con el viento. Así voy sintiendo cosas más cerca, voy perdiendo el miedo y aprendiendo a planear. Por si llegara a fallar el impulso, yo prefiero saber planear.

Día 2
Amanecer en el aire, cerca de las estrellas, no es algo de todos los días. Bajé del cielo, tuve paciencia, busqué la sonrisa simpática que muestra los dientes para entretenerme y no dormirme. Aguanté el hambre, el sueño y el cansancio. Llegué. Olí los árboles nuevos, miré los pájaros con atención, y así arranqué.
Vi la perfección hecha persona ante mis ojos, la sutileza de cada movimiento, la majestuosidad de cada actuación, el manejo ideal de los cuerpos. Las más perfectas siluetas, los más elaborados maquillajes, los más cuidados disfraces. Y todo lo que una persona puede ser capaz de hacer con su cuerpo, sin vacilar. Colores, luces, saltos. Brillos, elásticos, vértigo. Voces, vueltas, aplausos. Y el corazón en un hilo casi escapándose de mi cuerpo. Y la emoción haciendo ebullición. Y las lágrimas que no pude evitar.

Día 3
Empezó la magia. Ellos caminan en sus calles y los pequeños soñadores con sus sombreros, con sus orejas, con sus disfraces, los persiguen, los tocan, los miran. Sus ojitos brillan, sus pequeños dientes se hacen notar y la emoción se les escapa por las manos. Son felices. Cumplen el sueño. Y yo también. Hoy volé a Marte con gritos de emoción y volé sobre los más asombrosos paisajes. Levanté mis pies para no mojarme los deditos, agaché mi cabeza para no golpearme con una pelota, y me despeiné con la velocidad. Vi delfines, jugué con agua, llegué a las estrellas y reí.

Día 4
Gritar y gritar. De miedo, de emoción, de felicidad, de frío, de velocidad. Gritar porque libera energía y porque la potencia. Gritar porque así sale, gritar porque sí. Caer a toda velocidad, sentir el calor de una explosión, salvarte de la inundación, verlo todo en cuatro dimensiones. Rock and roll, guitarras, velocidad, luces de neón, y ‘si el volumen está muy alto es porque sos muy viejo’. Paredes rotas, manchas de pintura, un solo ojo o tres en una remera, mucho verde y caer con estilo. Para volver a gritar. Y porque acá soy feliz.

Día 5
Árboles, sombra, humedad, césped. Madera, aves, monos, ardillas. El Árbol de la Vida. Meterse en la selva, hacer silencio para ver murciélagos, no moverse bruscamente para no espantar aves. Plumas, semillas, tierra. Tres tigres, dos leones y una chita. También velocidad. Un tren y unas canciones que hacen explotar el corazón. Un león rey, dinosaurios y el caudal de un río. Agua, sol, plantas. Naturaleza. El círculo de la vida. Y sigamos nadando, que todo va a estar bien.

Día 6
Tener paciencia. No tentarse. Sentir las ganas. ¿La necesidad? Darse algunos gustos. Aprovechar y tener paciencia.

Día 7
Magia, sonrisas de oreja a oreja y muchas emociones buscando escapar por cada poro. Un castillo. El castillo de todas las historias azules. Donde todos los sueños se hacen realidad. Las canciones de la infancia y las de toda la vida. Las que te erizan la piel y saltan en lágrimas. Los niños abriéndose paso entre piernas largas que van muy lentas para el ritmo que esos pequeños corazones tienen. Y yo también me abro paso ente ellos y canto y sonrío y contesto. Y digo con toda mi fuerza y fe junto con ellos “yo creo en los sueños” mientras los fuegos artificiales, las luces y las voces más hermosas entonan que los sueños sí se hacen realidad. Y lloro una vez más.

Día 8
Llego y veo. Llego y siento; pero acá algo falta. Atravieso calles sin tanto olor a pochoclo. La música me envuelve, el jazz, el blues y las corcheas que caen sobre mi cabeza, me despeinan y se apoderan de mis pies, de mis brazos y mi humor. Esta música siempre me pone de buen humor. Acá intrigan y atrapan, pero no hacen saltar lágrimas. Despeinan y hacen gritar. Llegás al punto del carril en el que te preguntás qué hacés ahí. Es donde el corazón se detiene, los ojos se salen de órbita y la garganta se descose. El mundo se da vuelta y el cuerpo sigue su rumbo al cielo mientras un soporte te trae de nuevo a la tierra. O al menos, te acerca a ella.

Día 9
Empezar la aventura muy arriba, con el corazón queriendo escaparse y el vértigo dando saltos sobre mi cabeza. Con la velocidad, la altura y las vueltas, todas juntas. Y seguir en la aventura, mudarme de isla en isla buscando nuevas historias hasta llegar a la esperada, la más ansiada, la más poblada. El mundo que soñé tantas veces, al que siempre quise pertenecer y en el que tantas otras me sumergí. El sitio del que fui parte tantos años, pero nunca había podido vivir de esta forma. Volar, gritar, saborear. Y volar con él, que me hable a mí, que me mire a mí, y esa musiquita que me sé de memoria envolviéndolo todo, dándome todo,  estallándome en un grito que no pude callar y en un llanto que no supe frenar.

Día 10
Un sueño me sacudió. Lloré un poco. Viajé. Vi dos árboles hermosos y un atardecer naranja.

Día 11
Hoy sentí miedo. Miedo al ver semejante monstruo flotante, miedo al mundo de ojos ciegos que lo elige, miedo a tanto azul a mi alrededor. También reviví emociones, sonreí y disfruté de algunos placeres. Pero tuve miedo. Y también tuve miedo de extrañar.

Día 12
No quiero tantos cubiertos, no quiero tanta comida, ni tantas copas que brillan. A mí, con un poco de sol y un libro bajo el brazo me alcanza para ser feliz.

Día 13
Empiezo a extrañar. Aguanté bastante esta vez. Empiezo a buscar rincones. A buscarme. La falta de comunicación me pesa, pero me hace más fuerte. Ya extraño. Y (te/me) busco.

Día 14
Me pregunto si desde allá verás la luna. Si será la misma que yo veo desde este lado del mundo. Si la verás tan prolija, brillante y deliciosa. Si la verás mientras yo también la veo.

Día 15
Hay que convivir. Quiero tierra, quiero mi bici, mi montaña, mi habitación.

Día 16
Somos amigos. Corremos, nadamos, saltamos y reímos juntos. Hoy somos amigos.

Día 17
Último día. Aprovecho lo que queda, lo que más me gustó, lo que se pueda. Me relajo y pienso. Sobre una reposera sonrío, tranquila. Respiro mar y me dejo mecer con los ojos cerrados.

lunes, 6 de febrero de 2012

Sueños desordenados

Estos días los sueños se me desordenaron.
Curioso, justo mi vida se estaba ordenando
y yo ya tenía lo que quería en mi bolsillo.
La gente y sus historias hicieron ebullición,
se me aparecieron a deshoras
y hasta me desordenaron la estantería.

Soñé con gaviotas y aviones en el aire,
con abrazos sin miedo y pistas de patinaje.
Soñé que nunca más volvería a amar,
que mi hombrecito lloraba en mis brazos,
que mi abuelita se despedía sonriendo.

Soñé con sus manos, con mis zapatillas,
con un gato azul entre muchos amarillos.
Soñé que nadaba a mar abierto,
que entraba a una casa que no es mía,
que besaba a alguien, que me retaban.

Y soñé con un abrazo, con un beso en mi nariz,
con la calma de una voz y con el infinito.
Soñé con un hilo de luz interminable,
con la dulzura que rebalsa de alguna piel.

Soñé estrellas,
soñé viento,
soñé multitudes,
y no tuve miedo.

jueves, 2 de febrero de 2012

Son aquellas pequeñas cosas

Darnos la mano. Sonreír. Besarnos. Dormir. Mirarnos. Dar la vuelta. Besarnos. Volver a caer. Tocar tu panza. Sonreír. Hacerte el café. Que no digas gracias. Tomar el café. Rozar tu pierna. Besarte. Acumular más tazas en la pileta. Enredarnos en las sábanas. Reír. Mirarnos. Decir. Cortázar. Tu mano en la mía. Galeano. Tu abrazo en mi todo. Los labios. Soñarnos. Decirnos en secreto. Besarnos. Quejarnos. Reírnos. Afuera no existe. Lo demás tampoco. Darnos la mano. Mirarnos. Sonreír. Besarnos. Dormir. Mirarnos. Reír. Reír.