viernes, 23 de mayo de 2008

Mamá, Mamita, tengo que contarte algo

Mamá, Mamita, tengo que contarte algo. Esta mañana después de levantarme, ponerme el buzo gris que tanto me gusta para no resfriarme y tomar mi leche chocolatada, me fui solita caminando hasta la otra cuadra. Yo sé que no te gusta que ande sola, ni menos que me vaya de casa sin avisarte, pero tenía que hacerlo. Te pido perdón porque esperé que salgas para irme yo también y sé que eso está muy mal. Ya sé que me vas a retar cuando llegues, y quizás me quede algunos días sin poder jugar con mi muñeca nueva, pero siento que está bien que te lo cuente. Ahora dejame que te explique por qué lo hice.

Ayer, cuando volvíamos a casa y me traías de clase de danza mataste una ranita y no sé si te diste cuenta. Creo que no. Estoy segura que no la viste y que nunca te enteraste. Íbamos en el auto las dos escuchando en ese momento esa canción que tanto te gusta, y en la cuadra anterior a la de casa se te cruzó este animalito y lo pisaste con una de las ruedas. Yo venía mirando hacia adelante y un poco harta de esa canción que cantás todo el día y encima la escuchás en el auto, con el cinturón puesto y una mano sosteniendo mi quijada cuando distinguí en la oscuridad una formita que se movía. Desde lejos la venía viendo. Había entablado alguna relación a lo lejos sin saber ni lo que era. Estaba en el medio de la calle y yo ya estaba imaginándome lo que iba a pasar. Y pasó. Cantando, con los ojos en algún lugar que no era la calle y la mente quién sabe dónde, pisaste a la ranita y la mataste.

Mamá, Mamita, no te sientas mal. Sé que no te diste cuenta y sé que no hubieses querido matarla. Pero sólo te pido que la próxima vez prestes más atención mientras vas manejando. Anoche no estaba segura si la habías pisado o no, y la tuve a la ranita en mi cabeza toda la noche y en todos mis sueños. Por eso hoy decidí ir a verla y a saber la verdad. Y la encontré ahí, tirada y aplastada sobre la calle. Mami, yo te perdono porque sé que no fue a propósito, ahora vos perdoname por haberme ido de casa sola y sin avisarte. Pero sólo prometeme que a partir de hoy vas a tener más cuidado mientras manejas y mientras hacés todas las cosas que hacés. ¿No te da pena haber dejado a una familia de ranitas sin mamá? A mí me daría mucha pena que me dejen sin vos. Lloraría mucho, estoy segura. Así que por favor, haceme caso una sola vez vos a mí y no yo a vos, y no te conviertas en uno más de todos esos monstruos que nos rodean.

2 comentarios:

Francisco Méndez S. dijo...

Pobre ranita,dejo a sus hijos huerfanos, pero no creo que haya habido intención...

En mi blog te tengo un obsequio, bajo la entada Arte y mas.

Saludos

Esther dijo...

Pobre ranita pero, en fin... ...qué se le va a hacer cuando está ya hecho.

Sí, a veces nos convertimos en unos monstruos insensibles, tantas veces... ...algunos lo somos por instantes y otros todo el tiempo.

Saluditos.