domingo, 27 de diciembre de 2009

Noche estrellada

La Noche Estrellada - Vincent Van Gogh


Hoy amanecí sobre mi hombro izquierdo y pensando en él. Lo primero que vi al abrir los ojos esta mañana fue ese Van Gogh en la pared, que, por cierto, está unos milímetros inclinado. Habrá sido un viento o mi cabeza al pasar cerca de él, lo ignoro, pero un poco de inclinación a aquella agitada noche estrellada, no le viene tan mal. Siempre me ha gustado Van Gogh, y hoy podía ver en él algo más. Existía un mensaje entre las agresivas pinceladas azules y amarillas que atravesaban el cielo. Existía un viento más fuerte que la suave brisa que normalmente sacudía los cipreses. Hasta me dio la impresión que eran un poco más altos de lo que habían sido los últimos nueve años custodiándome desde ese mismo clavo solitario en la pared.

Amanecí recordándolo, imaginándolo. No, no, a Van Gogh no, a ese hombre que hace siete años no veo y hace once meses intento en vano recrear en mi mente.

Lo recuerdo tal como los cipreses: alto y delgado. Su oscuro cabello adolescente danzaba al ritmo que la brisa imponía entre los bosques. Recuerdo que tenía ojos marrones pero no logro visualizar el tono exacto. Recuerdo que tenía pestañas largas que me hacían cosquillas en las mejillas, pero su nariz, por más que intente, no la recuerdo. Tenía una pequeña cicatriz en la boca, ignoro si del lado derecho o el izquierdo. Sus manos recorrían mi cuerpo, pero por más que intento, no puedo acordarme qué forma tenían. Sé que lo he amado, pero hoy sólo tengo un difuso recuerdo de su cuerpo, como una tela llena de huecos con nada. Uno puede colocar diferentes cosas en aquellos huecos, pero todas parecen falsas, ninguna encaja.

Me da miedo pensar que algún día puedo cruzármelo y no reconocerlo. Hasta quizás ya lo he cruzado, siete años no son pocos para las almas errantes que deambulan por la ciudad. Me siento culpable. ¿Cómo es posible no poder verlo, colocarlo al frente mío, acostarlo a mi lado, hacerlo que diga lo que yo quiera oír, que me mire como yo quiero ser mirada? Me siento vieja también. En algún momento hice todo eso. Tal vez mi imaginación era realmente bastante más poderosa. También mi sentimiento por él, y las horas que compartíamos juntos.

Recuerdo que nos sentábamos sobre mi cama tomados de la mano y nos sumergíamos largos momentos en esa noche estrellada. Bailábamos al ritmo de las pinceladas, de aquellas espiraladas estrellas. Brillábamos con ellas. Trepábamos montañas, nos tirábamos como toboganes, y luego abrazados, nos mecíamos como los cipreses. Era nuestro momento de silencio favorito. Nos escondíamos entre azules, amarillos y verdes y éramos libres, éramos felices, plenos y eternos.

Pero hoy sólo me queda mirar aquella imagen sola y recordarlo. Tal vez por eso empecé a olvidar de a poco su rostro. Cada vez que lo recuerdo me acuerdo de este Van Gogh. Creo que su rostro se parece un poco a una noche estrellada. Serán los años de su ausencia y el volver a encontrarlo en ese mismo lugar azul y amarillo.

Sin embargo, esta mañana lo vi. Pude recrearlo entero. Apareció en mis sueños más dibujado que nunca, con su cabello, sus ojos, sus pestañas, y hasta su nariz. Pude verlo perfectamente y hasta me encontré con ese lunar en su cuello que ya había borrado de mis recuerdos. Desperté con el corazón a mil y aun despierta podía seguir contemplándolo. ¡Hacía tanto que no lo veía! Maravillada ante tan bello e inesperado regalo que me hizo la mañana me quedé un buen rato en la cama, con él a mi lado.

Cuando decidí levantarme ya había hecho planes: no volvería a olvidarlo. No me permitiría que su rostro vuelva a ser noche y que me custodie desde una pared. Lo haría real y lo tendría en carne y hueso frente a mí. Quería saber qué tan bien le había caído estos siete años, cuántas estrellas más había puesto sobre su frente. Revolví viejas agendas y cuadernos y encontré aquella combinación numérica. Junté coraje y marqué, con el presentimiento que esa misma noche iba a ser otra noche estrellada, como tantas habíamos tenido.

1 comentario:

rober dijo...

la chica tucumana del escribir prodigioso. saludos desde andalucia rober