sábado, 21 de agosto de 2010

Primeros estímulos | Diario de viaje | Parte I

Después de un largo, pero placentero viaje, llegué a destino. Muchas horas pasé sobre esas ruedas que giraron tantas veces y saltaron con un par de pozos. Sobre ellas yo, con un libro entre mis manos, a veces una lapicera, y mis melodías favoritas entonándose.

He sido parte de muchos y diferentes paisajes que me fueron albergando en sus pastos, sus caminos de tierra, viñedos, montañas y cabras. Cada uno custodiado por un cielo distinto y teñido de un sol único. Encontré formas en las nubes, me imaginé viviendo en una casita rodeada de enormes kilómetros de campo, y sentí mi pequeñez al estar cerca de aquellas enormes estructuras metálicas donde viajan los cables de una punta a la otra del país. Siempre me inquietaron esos monstruos, desde que soy pequeña. Son súper-hombres (siempre les vi forma de personas) con espaldas anchas, brazos y piernas firmes, que soportan enormes calores y eternos fríos; enfrentan todos los vientos y siguen en pie, orgullosos y firmes con sus brazos en alto y sus cables suspendidos.

Y ahora estoy acá, rodeada de tanta agua. Hay lagos por todas partes, ¡es tan hermoso! Todos son muy grandes e increíblemente turquesas. Desconozco qué tan profundos serán, pero siento una gran sensación de protección mezclada con pureza al saberme entre estas enormes masas de agua.

Acá corre mucho viento. Hay sol, pero el viento tiene tanta fuerza, que los árboles no se mecen, se agitan con mucho ritmo y actitud. Es un viento bastante frío; es el culpable de la necesidad de una campera. Además, me despeina. Con mis dedos vuelvo mi cabello a su lugar, y apenas lo hice, el viento volvió a despeinarme. De todos modos, ¿de qué me sirve estar peinada? Con menos protocolo la vida es más interesante.

Acá no sé si nuestro volantín aguantaría. Se agitaría violentamente, le costaría tomar vuelo, pero estoy segura que volaría. Tal vez el viento tan fuerte le facilite la elevación. Seguramente permanecerá mucho más tiempo en el aire, sin amagar una caída. Tal vez demore en acostumbrarse, pero lo hará. Podríamos intentarlo algún día por acá…

Pero no estás acá. Estás tan lejos ahora… Constantemente me pregunto por vos. ¿Estarás bien? ¿Me extrañarás? ¿Pensarás en mí? ¿En qué usarás tu tiempo ahora que no estoy? ¿Estarás deseando mi regreso?... Y… ¿y si nunca regresara?

Me imagino y me invento una respuesta a cada una de mis preguntas. Siempre creo en aquella respuesta que es la que deseo, pero nunca falta la opuesta… ¿y si te das cuenta que no te hago falta? No, no. Estoy segura que me estás pensando… y hasta esperando.

8 comentarios:

Violeta Color dijo...

Que ganas de viajar, que gran necesidad de viajar.
Cada detalle es un mundo por descubrir, y cada poro se impregna de lo desconocido.

Yo pienso que aunque volvamos, nunca volvemos, al menos nunca completamente. Porque además, todo viaje es un encontrarse...y nos transforma, aunque sea imperceptible.


(este año, al conocer el mar, el se quedó con mi aliento)


Buen viaje Valebé!
Llenate de todo, guardalo, y después me lo contás.



(yo siempre, siempre, desde chiquita, pensaba que eran personotas de metal los sostenes de los tendidos de cables...y era divertido verlos, divertido e intrigante, ahí en medio de la nada siempre firmes, y yo los veía a cada uno, único)

Un abrazo, hasta la vuelta!

Alfonsina dijo...

Hermoso viaje, que falta nos hacen de vez en cuándo esas escapadas!
Y si, a esas preguntas nunca vamos a encontrarles una sóla respuesta, salvo que rompamos las distancias y se las hagamos simple y directamente a esa persona
Un besito Vale!

.. dijo...

Es lindìsimo poder viajar por carreteras casi desiertas apreciando el paisaje.
Muchas preguntas y un montòn de posibles respuestas.. algunas quizàs nos gusten y otras no tanto.
Un saludo

Santi Strange dijo...

Cuando los veía, el resto de las cosas se empequeñecía rápidamente, convirtiendo el paisaje circundante en una borrosa forma de planicie verde eterna, con la enorme estructura de metal en el centro, este súper hombre de cables y metal, firme, gigante, vigilante. Y yo, ahí, maravillado, observando, como si me encontrara ante un grotesco e inesperado fenómeno natural, algún símbolo de grandeza, de esplendor... Tal vez, dentro de miles de años, cuando nuevas civilizaciones se alcen y encuentren estos vestigios todavía en pie, los tomen por algún ídolo o deidad: Y podrían por fin ser super hombres.
PD: Siempre me parecía que estaban de espaldas. Mucha suerte con el viaje, Vale. Te quiero y pasala bárbaro.

Sole dijo...

Que cosa fantástica los viajes, quizás no tanto el llegar finalmente al lugar, que le quita magia a la sensación de estar en movimiento.
(Yo suelo imaginarme corriendo por el pasto verde, en medio de las flores, cuando estoy viajando por las tardes soleadas, o simplemente recostada).
Que tengas un muy buen viaje, y aunque me quedé con ganas de verte,quedará para la próxima. Un abrazo grande.

Sole dijo...

PD: hacé tus preguntas, pero tomate el lujo de guardarte unas para vos, no siempre lo que puede responder el otro es tan genial como tus propias respuestas.

duenda_descalza dijo...

Me espera un largo viaje... me gustaría saber que encontraré. saludos!!

Fernando dijo...

A veces el afuera es el reflejo de lo que uno viaja internamente, se pregunta, se responde, se vuelve a preguntar… Buen comienzo.