lunes, 23 de agosto de 2010

Frente al lago | Diario de viaje | Parte II

Ahora estoy sentada, con mi libreta de hojas lisas entre mis manos, a la orilla del lago que tengo más cercano. Es majestuoso, inmenso y azul, tan delicioso y hermoso... Me siento en una roca aislada del paso de la gente y cerca de la orilla. Con guantes en mis manos se me dificulta un poco, pero puedo escribir sin que mis manitos deseen la vagancia y el calor de mis bolsillos.

El viento vuelve a despeinar mi cabello, mientras despeina también la superficie de aquel espejo. Se forman pequeñas olas y rompen cerca de mis pies con un tímido sonido que es opacado por el viento y los árboles que éste agita. El agua es transparente, es cristalina, y se acerca a mí. Me llama, me tienta con su belleza, mientras mueve pequeñas piedritas de su lugar. Las lleva consigo y luego las devuelve rodando. Alfonsina se fue como las piedritas, pero ella no volvió. En cambio sí, vuelve a mi mente. Comprendo la belleza en la que se dejó caer. Comprendo su elección. Pero no, claro que no pienso en mi final ahora, con tanta belleza ante mis ojos y mi alma. De noche debe ser más silencioso y temeroso todo aquello… El viento debe ser más fuerte y la paz mayor… pero una debe teñirse de angustia sentándose en plena noche donde ahora me encuentro. Voy a intentarlo, sin embargo, voy a sentir el silencio de un enorme y bello lago en la oscuridad. Voy a volver a esta roca una de estas noches.

Salgo de un trance que mantuvo mis ojos fijos en aquel horizonte del lago, donde empieza a esconderse entre las montañas, y miro sus alrededores. Muchos árboles, de muchos tipos y especies. Todos muy altos y fuertes, acostumbrados a tanto frío y tanto viento. Todos son perfectamente verticales, buscan el cielo, buscan el sol. El viento los peina hacia arriba. Éste no es lugar para árboles indecisos o encorvados. Cuánto quisiera aprender un poco de ciertas especies...

Elevo un poco mi mirada y… ¿qué hay allí? ¡Tienen pequeñas piñas redondas! Ay, si estuvieras acá… los árboles tienen aquellas a las que les llamás “pelotitas” y te gusta recoger cada vez que salimos a cambiar. Siempre volvés con varias de ellas entre tus manos y después te gusta exhibirlas sobre aquella repisa, entre tus libros y fotos. Pero, ¿sabés? Allá no hay tantas. Acá enloquecerías al ver cuántos nuevos tipos de “pelotitas” descubrí.

Cuánto me gustaría caminar con vos por la orilla del lago mientras te veo agacharte a buscar pequeñas piñas, o mientras me desvío del camino a traerte alguna de un árbol más aislado. Y ver tu sonrisa al estirar tu mano para recibirla. Sí, cuando regrese voy a llevarte alguna de regalo, no tengas duda. Son demasiado hermosas como para que queden aquí tiradas y vos sólo puedas imaginarlas. Ahora mismo voy a recoger algunas y a guardarlas en mi mochila aventurera.

3 comentarios:

.. dijo...

"sentir el silencio de un enorme y bello lago en la oscuridad" algo hermoso y nada que meta miedo Vale (yo lo hice solita a orillas del Nahuel Huapi en una noche de verano.. quizás de manera inconsciente esperaba que Nahuelito me deglutiera!).
Y nada más lindo que caminar por los bosques y juntar piñas, ramitas, piedritas.. juntá muchas y guardalas (y si te sobran me las regalás a mí,jee).
Un beso

Bandurria dijo...

Aquí los días me pasan vacíos, entre papeles de colores y otros con rayitas y llenos de palabras aburridas. Se acerca septiembre y las "pelotitas" van a empezar a invadir Cariola como la invade hoy tu recuerdo.
Que lindo que puedas cerrar ojos y sentirte dentro de esa magnifica masa de vida líquida. Que bueno leerte y sentirme ahí dentro con vos. Sentir el canto de las bandurrias y ver los miles de chimangos atrevidos entrometerse en el camino de la gente.
Aquí estoy, esperándote mientras vas conmigo. Dejame en la orilla un rato y sentí como el viento helado te abraza la mejilla como un beso.
Hasta prontito!

Fernando dijo...

Un viaje con la imaginación. Invita a conocer, a sentir tu viaje.