jueves, 26 de agosto de 2010

Lluvia | Diario de viaje | Parte IV

Acá llueve. Llueve mucho. Y el viento es demasiado violento. Golpea mi cara, mi cuerpo, me hace perder el equilibrio, golpea paredes y hace sonar ventanas. Me asusto, pero me consuelo pensando que las estructuras deben haber aguantado situaciones peores.

Llueve violentamente y las gotas, desviadas e impulsadas por ese inmenso e incesante soplido, duelen al chocar mi cuerpo. El frío se hace sentir. Mis abrigos se sacuden y no entiendo por qué pequeños orificios la ventolera se hace un lugar y llego a mi piel. Cada gota suena con un seco plop en alguna parte de mi cuerpo cubierto. Me encorvo para evitar filtraciones bajo mi capucha y me obligo a cerrar los ojos. Los presiono con fuerza.

El cansancio ya se nota. El cuerpo grita de frío y dolor. Con ropajes tan mojados no hay voluntad que aguante. Pero a pesar del viento, logro mantenerme en pie. Los músculos me arden de dolor y cansancio, mis piernas en cualquier momento, o se dejan caer, o explotan. Pero ya falta poco. Y las gotas me duelen en las mejillas, y el sonido es ensordecedor. Adelante no se ve nada. Todo es tan blanco. Mis pies se hunden y me piden más fuerza. Ya falta menos. Logro elevarlos y seguir. No siento mis dedos. Me explotan las piernas. Y veo la luz. Y veo la gente. Me alivio por un rato.

Sigue lloviendo pero mis ropas ya están secas y mi cuerpo caliente. Sigue lloviendo pero ahora tengo techo y mis músculos están relajados. Duelen de cansancio. El viento choca contra la pared y mi equilibrio ya no depende de él. Ya no flameo. Pero me siento tan feliz de haberlo logrado… Porque sólo así se puede saber que el frío todavía se puede aguantar un poquito más, que los músculos no nos van a abandonar tan rápido, aunque duelan insoportablemente, y que si hay placer detrás de todo esto, sigue valiendo la pena.

Llueve más fuerte. Cada vez es mayor el ruido de la tormenta. Y me pregunto por vos. ¿Lloverá allá donde estás? ¿Te desestabilizarás con el viento? ¿Tendrás frío? Podríamos abrazarnos y brindarnos un poquito de calor. Podríamos mirarnos y creo que con eso ya seríamos un poquito más fuertes.

¿Lloverá ahí fuera? Acá sí, llueve mucho por fuera. ¿Te lloverá ahí dentro? Acá tengo mucho sol, y podría llevártelo a donde sea que estés si es que andás necesitando un poquito de luz o calor.

2 comentarios:

.. dijo...

Siempre terminamos sacando fuerzas de quien sabe donde.. pero ahí están.
Yo también soy de esas que se pregunta qué harán otros en determinados momentos del día; trato de imaginarlos y también vuelo con la imaginación, hasta que caigo nuevamente en mi realidad :)
Un beso

Fernando dijo...

Puro contraste, soledad y frio, calor y fuerza. Llegaran las respuestas al final del viaje?

Lindo leerte.