martes, 15 de noviembre de 2011

Número capicúa

Leí mi número, y mientras me concentraba en no perder el equilibro, me senté en uno de los pocos lugares que quedaban libres: el del pasillo, al lado del canoso con el pelo graso. Me acomodé y la vi subir. ‘Mínimo’, dijo simpática, para ahorrarse el ‘buen día’ seguramente. Agarró su boleto  y caminó por el mismo pasillo de piso de goma. Yo, ya sabiendo del número que le había tocado, reí. Ella miró su boleto y rió. Me miró y nos reímos, ambas con casi el mismo papelito amarillo en nuestras manos. Sí, yo pedí mínimo justo antes que vos. Sí, el capicúa era mío si te subías dos pasos antes. Ella levantó la vista buscando otro asiento libre, todavía con la sonrisa en su rostro. Siguió decidida y se sentó dos filas detrás de mí, al lado del flaco que iba leyendo Hesse.

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