lunes, 15 de agosto de 2011

Otoño de hojas secas

El extra: Ale dándole voz a estas palabras aquí.

El viento levanta las hojas del suelo. Las eleva unos centímetros, las hace bailar y las vuelve a aterrizar, un poco más lejos de donde estaban antes. Yo voy en una hoja y tal vez vos en otra. O al menos eso espero. En realidad, creo que sólo lo imagino. Y me acuerdo de aquel momento en que tomaste mi mano con más fuerza, justo cuando lo necesitaba. Lo supiste, algo te hizo saber que yo buscaba tu presencia. Y ahí estabas. También me acuerdo del momento en que te lo dije. No me diste respuesta alguna. Pero allí habías estado conmigo. Y cuánto quisiera tu mano en este momento. Tu roce aunque sea. Tu aliento a mi lado. Con saber que estás me conformo. Pero ni eso puedo ya saber.

Las hojas bailan sin notar mi presencia. Algunas chocan mis abrigos. Quieren acariciarme, pero resbalan. Y vos seguís tan lejos. Qué andarás haciendo. Qué estarás pensando. Dónde estará tu cabecita. Todas esas preguntas que siempre quise que me respondieras, y tan pocas veces lo hiciste. ¿Sabés?, a veces me hacés acordar a ese pequeño personaje de cabellos rubios que nunca respondía nada.

El viento sigue soplando con fuerza, se golpean las ventanas, los árboles cantan… pero no sé por qué esta vez nada me agrada. No puedo ver sonrisas si no está la tuya cerca. No quiero pensar en los rincones que te recorrería si fuera viento. Es mejor el ruido de las hojas secas cuando son cuatro pies los que las pisan y no sólo dos. Sólo tus cabellos se veían bien cuando el viento los despeinaba. Tal vez estés ya muy lejos, remontando algún barrilete de colores. Tal vez tarareás alguna melodía como yo lo hacía cuando caminábamos de la mano. Tal vez sonreís con el cabello despeinado y alguien admira la perfección de los detalles en tu rostro. Tal vez allá lejos remontás un barrilete. Y tal vez… ya sin mí.

2 comentarios:

bitacora-81 dijo...

lindo post lleno de sentimiento =) ¿él sabe lo que sientes?

Ale dijo...

Qué hermosas palabras Vale, hermosas en sí mismas. Tantos tal vez de personas que perdimos el rastro, y ese quizás nos rebana los sesos en medio de sonrisas por lo que alguna vez sucedió.

A veces, o casi siempre, trato de pensar que dejamos en alguien impresiones del cariño que le tuvimos a esa persona, marcas que van a llevar siempre consigo. Por más que ni las noten. Están, ahí, en los besos que le da a otra persona o en la mano que hace que no caigan las esperanzas.

Y creo que también nos pasa a nosotros. Recordar, pasear por el laberinto de la nostalgia nos devuelve eso: la certeza de reencontrar en nosotros partes de su ausencia. Tan presente en cada paso que damos.