martes, 18 de enero de 2011

Ansioso escupitajo al volver

Estuve en la cima más alta. En aquella donde el viento es tan fuerte que despeina hasta los huesos. Pero qué importa ahora un nudo más en el cabello. Qué importa la fuerza de la puna golpeando mi cara si trae consigo tanta libertad. Tuve la libertad en mi mano. Y sé que aún la tengo.

Los caminos se dividieron ante mí y elegí cuál seguir. Tracé mi ruta. Sin mapas ni brújulas, dormí cuando tuve sueño, comí cuando tuve hambre. No seguí los planes, fui y volví por los caminos cuantas veces quise. Con una hermosa alma me acompañé. Con lo que cabe en una mochila viví y fui feliz.

Caminé cuando quise, salté, volé, corrí, grité y callé. Cumplí aquel sueño que no lo tacho de la lista, sino que lo vuelvo a anotar, pero con letras más grandes. Sacié anchas ganas de libertad.

Con un libro me admiré. Bajo un árbol fui feliz. Creé historias, imaginé otras y enlacé palabras incompatibles. Me busqué en el cauce de un río, me busqué sobre la rama de un álamo. De a pequeños fragmentos de tierra, piedras y colores me fui construyendo. Y nadie lo supo. Nadie lo vio. Hay tanto que nadie sabe...

Tal vez todo lo que alguna vez escribí que tenía, era lo que más carecía y anhelaba. Tal vez lo que alardeé sentir era lo que buscaba. Y no lo logré. Y nadie lo supo otra vez. Y nadie me buscó. Y nadie me abrazó. Y nadie siquiera me vio.

La verdad es que a veces lo extraño. Sólo a veces. Extraño ese pedacito, sobre todo, ese pedacito de él que me hacía hablar, volar, escribir, sentirme pequeña, buscar la grandeza. Su profunda cucharita con la que removía un alto café y un alma estancada. La revolvía. La revivía. Él... él sí entendía.

Tal vez mi mente camina en otro sentido del que parece. Tal vez no camino a tu lado. Y nadie de eso se da cuenta. Y tal vez las palabras que me dirigieron fueron en vano. Dejen sus abrazos en silencio. Abracen. Abracen como se debe abrazar. Sientan. Abracen y sonrían. Eso es más, mucho más que suficiente.

El viento me sopló unas letras, me esbozó unas sonrisas y me mostró los colores. La noche trajo frío y el día calor. Las miles de estrellas me presentaron al sol y luego éste a la luna. Y me volví a enamorar. Comí una manzana y pequé. Volví a pecar. Y cargo con este grave pecado según ellos; pero el más dulce sueño para mí, la más feliz batalla. Una inmensa razón para vivir y para sonreír. Cargo con el pecado hecho felicidad; con la tentación hecha sonrisa. Y otra vez, nadie lo sabe. Y ellos no lo entienden. Y ellos no saben sentirlo. No quieren. Se lo niegan.

Y lloré. Lloré como una niña sin consuelo. No pude detener los ríos de lágrimas. No pude respirar. Alimenté el mar, mojé tu remera y me lastimé las manos de tanto presionar. Te tuve, te fuiste, te busqué, te encontré, te amé. Te amé como nadie. Te amé como nunca. Me sangró todo el cuerpo y hasta el alma. Y sigo amándote sin consuelo. Sigo alimentando mares. Sigo arañando paredes. Te muestro los dientes. Cierro la boca. Sonrío. Te amo. Respiro. Te amo. Quiero paz.

Pero el tobogán no tiene fin. Sus caídas siguen variando. Y sé que te cansaste. Te pido perdón. Y te vuelvo a pedir perdón. Quiero correr, que me falte el aire, que la puna me desgarre y me tire con fuerza sobre sus piedras. Que no me permita levantarme. Que el sol me ampolle el cuero. Que la lluvia me refresque. Que la noche me acaricie. Y si es posible, que sus labios me besen.

Mientras ella me mira. Sus ojitos chiquititos y brillosos, que tanto dijeron parecidos a los míos, se posan en mí. Pestañean lentamente y me siguen. Su manito tiembla sobre la mía. Y me llama por mi nombre en diminutivo. Y me pide que la acompañe. Que le sirva. Que le corra. Que le cuente. Ella también entiende.

Pero nadie sabe. Y mucho tengo. Y nadie sabe. Y pocos creen. Y tal vez camino hacia atrás. Y tal vez el remo se quiebra. O sólo se vence. Y quiero volar. Y saber cantar. Quiero saber cantar.

No me crean. No me busquen. No me pregunten.
Escribime. Abrazame. Decime. Sonreíme.

Sin mapas ni planes quiero vivir. Bajo un viento que despeine, un color que me alimente y un pecado que reviva. Una lucha por luchar. Con su alma para amar. Sin estacas y con mochila. Con piernas fuertes y pulmones anchos. Con un libro en la mano y siempre cerca de un árbol.

2 comentarios:

Fernando dijo...

Impresionante. Toda una declaración de principios. Cuanta pasión… No hay nada que decir.

Verdadero, sincero y atrapante. Con blancos y negros, hermoso.

Dié dijo...

Me encantó, coincido con Fernando, cuanta pasión!