martes, 28 de junio de 2011

Otoño, charcos y una botamanga salpicada

Era un frío día de otoño, y ella caminaba sin apuro bajo un débil sol que recién comenzaba a elevarse. Iba a donde ya ni ella recuerda; sólo sabe que no tenía apuro y se detenía atenta ante cada hoja anaranjada y rojiza de los árboles ya teñidos. Un pie y luego el otro, esquivando pequeños charcos sobre el suelo, pero salpicándose cada tanto la botamanga del pantalón. Baldosas irregulares y césped húmedo a su alrededor, cuando de repente se detuvo mientras miraba la única nube que quedaba en aquel manto celeste. No, nada había de extraño en esa nube, pero sin querer acababa de susurrarle algo al oído con una esponjosa y blanca voz.

Llevaba semanas buscando algo que hasta ese momento, no había logrado saber qué era. Lo buscó en el hueco de la pupila de aquellos ojos verdes, en la punta de esas pestañas oscuras, en el hueso de aquella cadera, en el medio de su ombligo y hasta debajo de ese enmarañado cabello. Pero no logró hallar ni una pista. Algo faltaba... o tal vez algo sobraba. Nadie más que ella podría saber qué exactamente, pero la búsqueda se hacía cada vez más difícil. Y como decía la abuela, apenas ella dejó de buscar, la respuesta se transformó en nube esa mañana de otoño.

Volver, quería volver. Daba toda su colección de monstruos de plastilina por volver. Daba hasta el globo aerostático de colores que colgaba en su habitación con tal de sentir otra vez lo que sentía meses atrás. Con tal de volver a verlo de la misma forma, con tal que sus caricias vuelvan a ser tan suaves como antes. Quería su voz de nuevo. Sus palabras en su oído. Pero el tiempo había pasado, las aves ya habían dejado de cantar y estaban ahora escondidas en sus nidos. El otoño había llegado y ella no podía hacer nada con eso.



A lo lejos se veían dos niños a los que era evidente que no les molestaba el frío y que aquella solitaria nube no los había puesto melancólicos. Qué suerte los niños, siempre saben saltar y correr y nadie puede detenerlos cuando quieren jugar. Evidentemente estos dos estaban bastante divertidos arrojando algo al aire y corriendo a buscarlo para que el otro también lo lance y así una y otra vez. Qué juego monótono, pensó ella. Pero qué felices se ven.

De a poco fue acercándose a donde los niños reían y corrían sobre hojas caídas que crujían al ser pisadas. Luego de salpicarse con un par de charcos más, recién pudo identificar aquello con lo que los niños jugaban: era un boomerang*. Qué curioso, pensó, ya no se ven niños jugando con este tipo de cosas. Recordó cuando era pequeña, una tarde había tenido uno en sus manos y se pasó varias horas tratando de arrojarlo y que éste volviera, pero nunca lo logró. Terminó cansándose y confesando que era un juguete muy difícil de usar, por ende, aburrido. Y estos dos niños no podían lograr que su boomerang regresara, pero igual estaban tan divertidos... ¡admirable!

Encontró un rinconcito seco sobre una enorme raíz de un árbol y allí se sentó a contemplarlos. El más pequeño agarraba el boomerang, lo ubicaba entre sus dedos, arqueaba su brazo y cuerpo hacia atrás y con fuerza lo arrojaba. Se desprendía de su mano, volaba hacia adelante, y cuando perdía fuerza, simplemente caía. Entonces salían los dos corriendo, y el más grande lo levantaba, lo acomodaba ahora él en su turno entre sus dedos y lo arrojaba hacia otro sitio. Y corrían los dos riendo otra vez. Y reían los tres bajo ese sol de otoño que cada vez calentaba un poquito más.

Luego de un largo rato con los niños, ella se levantó, se sacudió el pantalón y volvió a emprender su camino con las manos en los bolsillos, mirando las hojas de todos colores, el sol que se filtraba entre ellas y una enorme sonrisa entre los labios. Al fin y al cabo, son pocos los que han aprendido a arrojar un boomerang y que éste vuelva. Que se vaya lejos y correr con él es divertido y hasta más emocionante y exigente.

* El boomerang (transcripción directa de la pronunciación aborigen de Australia), búmeran o bumerán es un arma que tras ser lanzada regresa a su punto de origen debido a su perfil y forma de lanzamiento especiales.

1 comentario:

La otra dijo...

Se ve que el frío nos acerca otra vez a los papeles y, de los papeles, saltando a los blogs...
Y volver hablando de vueltas, no está mal!...
Volver es un tango, porque es un sueño viejo, todos queremos volver, a cualquier lado, a alguien, a algún momento, a todas partes...
Un señor que respeto mucho dice que el regreso es ilusión, que no hay forma de volver, que aún el que espera hace rato se ha ido, que sólo regresa el que nunca se fue.
Pero también dice que es imposible no soñar con hacerlo...
Estamos para perseguir boomerangs, para convencerlos con esfuerzo y soplarles quizá un viento que los haga volver. Estamos para los otoños, los charcos y la cabeza dando vueltas...

"Las personas decentes nos piden madurez y resignacion. Quieren que olvidemos nuestras trágicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos olvidar. Y el que olvide, jamás, jamás podrá ser nuestro amigo.
Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre."

(http://www.literatura.org/Dolina/refutacion_regreso.html )