Qué lindo que es mirar por la ventana y ver el pasto verde. No tener que pasar la mano por el vidrio para desempañarlo, y así darnos cuenta del frío que hace afuera. Qué lindo que es abrir la puerta de la calle y no sentir frío. Oler jazmín, ver las flores despertando de una larga siesta. Qué lindo es ver cómo los árboles tienen cada vez más hojas verdes. No es que no me gusten las ramas secas, al contrario: me encantan, pero detesto el frío que trae aparejado esa imagen. Qué lindo es sentarse al sol sin morirse de calor, a contemplar la primavera que renace trayendo con ella, no sólo flores, pasto verde y aromas dulces, sino también amor, felicidad, sonrisas y colores.
Escrito en septiembre 2007
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