Entre tanta paz y tanta calma, abrí mis ojos. En el medio de la oscuridad palpé la tecla de la lámpara. La encendí, y la luz cegó mis pupilas. Como un potente rayo disparado directamente hacia mí, con intenciones de herirme, llegó y penetró en mis ojos. Me levanté de la cama, encendí la luz del baño y así como estaba me vi al espejo. En esa superficie tan lisa y reflectante distinguí manchas, luces que se encendían y apagaban, un mundo de objetos muy conocidos y detrás de todo eso mi cara. Permanecí unos minutos parada en la misma posición, observando, analizando, figurando. Cuando el efecto del tan violento y potente golpe de la luz en mis pupilas había cesado, pude distinguir con claridad mi cara, con el mismo baño de todos los días de fondo. La misma toalla, la misma cortina, el mismo cepillo de dientes, el dentífrico a la mitad todavía con la tapa abierta y el jabón un poco húmedo. El mismo baño, mi baño. Observé nuevamente mi reflejo y algo se veía diferente, raro, distinto a lo que veo todos los días frente al mismo espejo. Mi apariencia de dormida lo decía todo: el cuello de la remera estirado hacia un costado, mis pelos como si recién volviera de un paseo en moto sin casco a toda velocidad, mi boca entreabierta, mis ojos perdidos. En realidad mis ojos estaban fijos… fijos en algo, pero no podía descifrar en qué. Simplemente fijos en el infinito, en la nada. Una mirada perdida. Observaba mi rostro somnoliento y de repente algo hizo que esa visión me de miedo. Alejé la vista de mis propios ojos y la trasladé al baño que me rodeaba. Todo seguía igual que siempre, todo normal, todo común. Miré mis ojos una vez más… y ahí estaba el problema. Mi mirada me daba miedo. Esos ojos rojos, cara de dormida, mirada perdida pero a la vez fija… no me gustaba para nada. Otra vez sentí escalofríos y aparté una vez más la mirada de mi propio reflejo. Sin saber lo que ocurría, decidí tomar un vaso de agua, apagar las luces y volver a acostarme como si nada hubiese pasado.
Escrito en agosto de 2007
2 comentarios:
Que identificado me siento. Cuando me despierto voy al cuarto de baño y no me molesto en mirarme al espejo porque ya se lo que voy a encontrar. Me meto directamente a la ducha
En ese caso, yo me baño primero y después me miro al espejo. Porque creo que sacándome las pulgas no soy tan mal perro.
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