Ambos cuerpos subieron al ascensor. Cada uno se encargó de mirar su propio reflejo en el espejo. Se acomodaron el cabello, el cuello de la remera, le sonrieron a su imagen y nadie cruzó palabra. Frívolamente, cada uno metido en su propio ego, acomodándose para ser visto por un tercero, al salir del ascensor.
Algún día durante enero del 2008
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