Hay cosas que a uno tanto le gustan, que desearía guardarlas eternamente. Para guardarlas hay muchas maneras, que también dependen de lo que se quiera tener eternamente. Al haberlas guardado, nunca se recurre a ellas de la misma forma que al vivirlas, pero es una buena forma para sentir aquellos momentos una vez más en nuestra memoria, en el recuerdo. Guardo un paisaje, tu rostro, en una fotografía. Guardo un movimiento, tu forma de andar, en una filmación. Guardo un sonido, tu voz, en una grabación. Te guardo en mi memoria, en los rincones de esta cabeza que tanto quiere recordar. Guardo gran parte, pero vos no sos vos sin tu olor. ¿Cómo guardo ese aroma que me invade cada vez que te acercás? ¿Cómo guardo el saber que estás cerca al oler aquella mezcla no sé qué o cuántas cosas, pero sólo tuyas? Abro un recipiente, con un movimiento en mis manos hago ingresar un poco de aire y rápidamente cierro la tapa. Me alejo de vos, abro el recipiente y no estás. No te encuentro. No puedo ni imaginarte. Agarro tu mano, cierro mis ojos, me alejo y te encuentro. Pero pasa un tiempo y desaparecés nuevamente. ¿Cómo guardo tu aroma? ¿Cómo te guardo eternamente? Completamente no puedo, lo sé. Pero tu aroma es el que extraño, tu aroma deseo, tu aroma quiero guardar. Y sé que no puedo.
Escrito en agosto de 2007
1 comentario:
mmmm... ^_^
Hace tiempo no recordaba lo que se siente eso. Y la verdad, es como querer guardar la alegría en una fotografía, como querer capturar la felicidad en un recuerdo; simplemente no se puede guardar algo que es muy propio, una forma de sentir en un contenedor material.
Uno guarda las cosas así en el mismo sitio del que proviene una sonrisa, del que nace un beso o donde se alberga el calor de un abrazo.
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