La vida le había jugado en su contra. Su ejemplo a seguir estaba ahora con Dios y no tenía quién le muestre el camino que se había propuesto años atrás. Su marido vivía con otra mujer y su único hijo había quedado bajo un auto en la autopista meses atrás. La vida le había jugado en su contra y no sabía cómo actuar. No sabía qué hacer, con quién estar, en quién creer, a quién amar. Sólo sabía que no estaba cumpliendo lo que había jurado. Era maestra, sí; pero era la réplica de aquella que tanto había odiado. Les gritaba a sus alumnos, no les enseñaba jugando, los chicos no se divertían en sus clases, los chicos no aprendían de ella. Sentía que la rabia y la desgracia le rebalsaba por los poros, quería pegarles a los niños. La paciencia ya no existía, el amor tampoco. Ni hacia los chicos, ni hacia la educación, ni hacia ella misma. No quería levantarse, no le importaba peinarse, no quería caminar bajo el sol, ni bajo la brisa primaveral, ni quería ver las estrellas, ni los autos que pasaban. No quería vivir. Ya nada le interesaba. La vida le había jugado en su contra y no había cumplido lo que había jurado.
Escrito: 8/9/07
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