El viento me despeinó algunas ideas que estaban un poco quietas y las olas me salpicaron un poco de frío en la panza. Tuve que dar unos saltitos y cerrar con fuerza los ojos, pero igual el mar terminó salpicándome y revolviendo la arena que estaba bajo mis pies; quitándomela con cada ola que yo dejaba llegar. Y me dejé hundir; me dejé enterrar mientras miraba cómo mis pies se iban perdiendo. Fue entonces cuando me rodearon algunos peces blancos. Simpáticos y veloces, jugaron entre mis piernas y me acariciaron sin miedo. Y yo a veces con tanto miedo a mover mi alfil.
Las olas revolvieron sensaciones y acomodaron palabras. Las piedras quisieron volver a abrir lastimados pero me di cuenta que la arena ya estaba puliendo cicatrices. Cicatrices que me llevaron mucho tiempo y muchos mares.
Me dijeron que el mar haría bien, que es el sitio de los poetas. Yo de poeta no tengo mucho, pero el mar siempre me hace bien. Y esta vez que pude sumergirme bien adentro, descubrí entre tanto azul, el color más puro y el ritmo perfecto de las olas.
La marea trajo calma y el sol me regaló toda la luz que estaba faltando. La bruma empañó mis ojos y entre las olas ya no pude distinguir mis lágrimas de las del resto del mundo. El viento me impulsó a volar y sobre la superficie del mar aterricé. En la línea del horizonte, esa que de tan hambrienta, se traga al sol cada atardecer. Ahí mismo descansé.
1 comentario:
linda escritura, pude imaginarme toda la secuencia, dibujar con palabras es demasiado lindo, gracias por mostrar tus dibujos
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