Dejarlo todo; o
casi. Dejar la casa, la cama, la almohada, la comida, el calor. Dejar todo lo
que no se sabe muy bien qué es y lo que sí, también. Dejarlo por un rato,
tratar de no cargar tanto equipaje, y de no extrañarlo. Dejar relojes,
teléfonos y algunas comodidades. Liberarse y emprender el viaje.
Día 1
Hoy volé. Me
acomodé, cerré mis ojos y al respirar sentí ese aire distinto y renovador. Como
un vapor frío o viento de mar, entró con fuerza y se dispersó por cada rincón
de mis pulmones acelerados. Me refrescó, me renovó. Sonreí, no pude evitarlo.
Sonreí como hace mucho no lo hacía, con los ojos, con el pecho, con mi todo. Me
acerqué al sol, sentí su calor en mis alas. Sobrevolé las nubes, atravesé tormentas
y me abrí paso entre el gris. Llegué a la luz y no me quemé. Mis ojos se
acostumbraron y mis alas no se derritieron. Más se encendieron.
Así voy aprendiendo
a volar, a elevarme con el viento. Así voy sintiendo cosas más cerca, voy
perdiendo el miedo y aprendiendo a planear. Por si llegara a fallar el impulso,
yo prefiero saber planear.
Día 2
Amanecer en el
aire, cerca de las estrellas, no es algo de todos los días. Bajé del cielo, tuve
paciencia, busqué la sonrisa simpática que muestra los dientes para
entretenerme y no dormirme. Aguanté el hambre, el sueño y el cansancio. Llegué.
Olí los árboles nuevos, miré los pájaros con atención, y así arranqué.
Vi la perfección
hecha persona ante mis ojos, la sutileza de cada movimiento, la majestuosidad
de cada actuación, el manejo ideal de los cuerpos. Las más perfectas siluetas,
los más elaborados maquillajes, los más cuidados disfraces. Y todo lo que una
persona puede ser capaz de hacer con su cuerpo, sin vacilar. Colores, luces,
saltos. Brillos, elásticos, vértigo. Voces, vueltas, aplausos. Y el corazón en
un hilo casi escapándose de mi cuerpo. Y la emoción haciendo ebullición. Y las
lágrimas que no pude evitar.
Día 3
Empezó la magia.
Ellos caminan en sus calles y los pequeños soñadores con sus sombreros, con sus
orejas, con sus disfraces, los persiguen, los tocan, los miran. Sus ojitos
brillan, sus pequeños dientes se hacen notar y la emoción se les escapa por las
manos. Son felices. Cumplen el sueño. Y yo también. Hoy volé a Marte con gritos
de emoción y volé sobre los más asombrosos paisajes. Levanté mis pies para no
mojarme los deditos, agaché mi cabeza para no golpearme con una pelota, y me
despeiné con la velocidad. Vi delfines, jugué con agua, llegué a las estrellas
y reí.
Día 4
Gritar y gritar. De
miedo, de emoción, de felicidad, de frío, de velocidad. Gritar porque libera
energía y porque la potencia. Gritar porque así sale, gritar porque sí. Caer a
toda velocidad, sentir el calor de una explosión, salvarte de la inundación,
verlo todo en cuatro dimensiones. Rock and roll, guitarras, velocidad, luces de
neón, y ‘si el volumen está muy alto es porque sos muy viejo’. Paredes rotas,
manchas de pintura, un solo ojo o tres en una remera, mucho verde y caer con
estilo. Para volver a gritar. Y porque acá soy feliz.
Día 5
Árboles, sombra, humedad,
césped. Madera, aves, monos, ardillas. El Árbol de la Vida. Meterse en la
selva, hacer silencio para ver murciélagos, no moverse bruscamente para no
espantar aves. Plumas, semillas, tierra. Tres tigres, dos leones y una chita.
También velocidad. Un tren y unas canciones que hacen explotar el corazón. Un
león rey, dinosaurios y el caudal de un río. Agua, sol, plantas. Naturaleza. El
círculo de la vida. Y sigamos nadando, que todo va a estar bien.
Día 6
Tener paciencia. No
tentarse. Sentir las ganas. ¿La necesidad? Darse algunos gustos. Aprovechar y
tener paciencia.
Día 7
Magia, sonrisas de
oreja a oreja y muchas emociones buscando escapar por cada poro. Un castillo.
El castillo de todas las historias azules. Donde todos los sueños se hacen
realidad. Las canciones de la infancia y las de toda la vida. Las que te erizan
la piel y saltan en lágrimas. Los niños abriéndose paso entre piernas largas
que van muy lentas para el ritmo que esos pequeños corazones tienen. Y yo
también me abro paso ente ellos y canto y sonrío y contesto. Y digo con toda mi
fuerza y fe junto con ellos “yo creo en los sueños” mientras los fuegos
artificiales, las luces y las voces más hermosas entonan que los sueños sí se
hacen realidad. Y lloro una vez más.
Día 8
Llego y veo. Llego
y siento; pero acá algo falta. Atravieso calles sin tanto olor a pochoclo. La
música me envuelve, el jazz, el blues y las corcheas que caen sobre mi cabeza,
me despeinan y se apoderan de mis pies, de mis brazos y mi humor. Esta música
siempre me pone de buen humor. Acá intrigan y atrapan, pero no hacen saltar
lágrimas. Despeinan y hacen gritar. Llegás al punto del carril en el que te
preguntás qué hacés ahí. Es donde el corazón se detiene, los ojos se salen de
órbita y la garganta se descose. El mundo se da vuelta y el cuerpo sigue su
rumbo al cielo mientras un soporte te trae de nuevo a la tierra. O al menos, te
acerca a ella.
Día 9
Empezar la aventura
muy arriba, con el corazón queriendo escaparse y el vértigo dando saltos sobre
mi cabeza. Con la velocidad, la altura y las vueltas, todas juntas. Y seguir en
la aventura, mudarme de isla en isla buscando nuevas historias hasta llegar a
la esperada, la más ansiada, la más poblada. El mundo que soñé tantas veces, al
que siempre quise pertenecer y en el que tantas otras me sumergí. El sitio del
que fui parte tantos años, pero nunca había podido vivir de esta forma. Volar,
gritar, saborear. Y volar con él, que me hable a mí, que me mire a mí, y esa
musiquita que me sé de memoria envolviéndolo todo, dándome todo, estallándome en un grito que no pude callar y
en un llanto que no supe frenar.
Día 10
Un sueño me sacudió.
Lloré un poco. Viajé. Vi dos árboles hermosos y un atardecer naranja.
Día 11
Hoy sentí miedo.
Miedo al ver semejante monstruo flotante, miedo al mundo de ojos ciegos que lo
elige, miedo a tanto azul a mi alrededor. También reviví emociones, sonreí y
disfruté de algunos placeres. Pero tuve miedo. Y también tuve miedo de
extrañar.
Día 12
No quiero tantos
cubiertos, no quiero tanta comida, ni tantas copas que brillan. A mí, con un
poco de sol y un libro bajo el brazo me alcanza para ser feliz.
Día 13
Empiezo a extrañar.
Aguanté bastante esta vez. Empiezo a buscar rincones. A buscarme. La falta de
comunicación me pesa, pero me hace más fuerte. Ya extraño. Y (te/me) busco.
Día 14
Me pregunto si
desde allá verás la luna. Si será la misma que yo veo desde este lado del mundo.
Si la verás tan prolija, brillante y deliciosa. Si la verás mientras yo también
la veo.
Día 15
Hay que convivir.
Quiero tierra, quiero mi bici, mi montaña, mi habitación.
Día 16
Somos amigos.
Corremos, nadamos, saltamos y reímos juntos. Hoy somos amigos.
Día 17
Último día.
Aprovecho lo que queda, lo que más me gustó, lo que se pueda. Me relajo y
pienso. Sobre una reposera sonrío, tranquila. Respiro mar y me dejo mecer con
los ojos cerrados.
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