jueves, 31 de diciembre de 2009
Palabras frescas
Mi abuela Beba
Mi abuela Yeya
- Y para la mierda m’hijita.
- Ay, ¿por qué? ¡Yo te veo bien!
- Me duele la rodilla, ¡que no aguanto!
Tiene 88 años y sus únicas visitas al hospital en toda su vida fueron para la extracción de amígdalas y dos partos normales. Hace la tarta de coco más rica que probé en mi vida (aunque ya menos frecuentemente), y la devoro desde que tengo uso de razón.
martes, 29 de diciembre de 2009
No lo cuentes
Kilómetros y tiempo
Fragmentos de una especie de “balance 2009”
No sé en dónde estuve por varios meses... simplemente mi vida hizo una pausa. Y ya creo que volví del todo. Estuve sin leer y sin escribir mucho tiempo. Eso me tuvo en otro mundo. Perdí un poco de mi sensibilidad y dejé de lado cosas que sabía que me hacían feliz y hacía mal en dejarlas. Pero ya recuperé casi todo, y estoy más sensible que nunca. Crecí en el camino, y cambié mientras crecía. Abrí un poco más los ojos, me di cuenta que había un cielo celeste encima mío todavía y que mis brazos sí pueden elevarse. Agarré una nube, acaricié un pajarito. Caminé por el arcoiris, y me senté bajo la lluvia. Trepé un árbol, y todavía estoy aprendiendo a volar.
[...]
Aprendí un poco más que antes a llevar las relaciones aunque esté completamente en desacuerdo. Grité mucho (y no precisamente elevando la voz) y tuve que callarme un poco también. Cambiaron algunos roles y algunas formas de ver ciertas actitudes o lazos. Otras siguen intactas.
[...]
Todavía me aturdo con la música, y todavía grito cuando no hay nadie en casa. A veces también lo revoleo a Nacho* contra el placard. Me derrito cuando Tomy** me da un beso sin que se lo pida y lo saco a Mateo*** a empujones con el pie cuando se acuesta sobre mi almohada.
[...]
Tengo metas. Tengo planes. Tengo sueños. Algunos son procesos que voy realizando, otros estoy esperando que llegue el momento para iniciarlos. Algunos se dan de repente, otros se darán cuando tengan que darse. Estoy segura, y mis pies pisan con más fuerza. Mi boca habla, hasta grita, y todavía se queda callada a veces. Mis puños aprietan con más fuerza y mis sentidos siguen desarrollándose. No sé qué vendrá. Sólo sé que hoy estoy acá y tengo lo poco que considero mío. Es todo pasajero, y yo también estoy de pasada por acá. Más que nunca.
* Mi peluche favorito que duerme conmigo hace casi 14 años.
** Mi hermanito y ahijado.
*** Mi gato, que es hermoso, pero me da alergia.
domingo, 27 de diciembre de 2009
La inmortalidad de Borges
Noche estrellada
Amanecí recordándolo, imaginándolo. No, no, a Van Gogh no, a ese hombre que hace siete años no veo y hace once meses intento en vano recrear en mi mente.
Lo recuerdo tal como los cipreses: alto y delgado. Su oscuro cabello adolescente danzaba al ritmo que la brisa imponía entre los bosques. Recuerdo que tenía ojos marrones pero no logro visualizar el tono exacto. Recuerdo que tenía pestañas largas que me hacían cosquillas en las mejillas, pero su nariz, por más que intente, no la recuerdo. Tenía una pequeña cicatriz en la boca, ignoro si del lado derecho o el izquierdo. Sus manos recorrían mi cuerpo, pero por más que intento, no puedo acordarme qué forma tenían. Sé que lo he amado, pero hoy sólo tengo un difuso recuerdo de su cuerpo, como una tela llena de huecos con nada. Uno puede colocar diferentes cosas en aquellos huecos, pero todas parecen falsas, ninguna encaja.
Me da miedo pensar que algún día puedo cruzármelo y no reconocerlo. Hasta quizás ya lo he cruzado, siete años no son pocos para las almas errantes que deambulan por la ciudad. Me siento culpable. ¿Cómo es posible no poder verlo, colocarlo al frente mío, acostarlo a mi lado, hacerlo que diga lo que yo quiera oír, que me mire como yo quiero ser mirada? Me siento vieja también. En algún momento hice todo eso. Tal vez mi imaginación era realmente bastante más poderosa. También mi sentimiento por él, y las horas que compartíamos juntos.
Recuerdo que nos sentábamos sobre mi cama tomados de la mano y nos sumergíamos largos momentos en esa noche estrellada. Bailábamos al ritmo de las pinceladas, de aquellas espiraladas estrellas. Brillábamos con ellas. Trepábamos montañas, nos tirábamos como toboganes, y luego abrazados, nos mecíamos como los cipreses. Era nuestro momento de silencio favorito. Nos escondíamos entre azules, amarillos y verdes y éramos libres, éramos felices, plenos y eternos.
Pero hoy sólo me queda mirar aquella imagen sola y recordarlo. Tal vez por eso empecé a olvidar de a poco su rostro. Cada vez que lo recuerdo me acuerdo de este Van Gogh. Creo que su rostro se parece un poco a una noche estrellada. Serán los años de su ausencia y el volver a encontrarlo en ese mismo lugar azul y amarillo.
Sin embargo, esta mañana lo vi. Pude recrearlo entero. Apareció en mis sueños más dibujado que nunca, con su cabello, sus ojos, sus pestañas, y hasta su nariz. Pude verlo perfectamente y hasta me encontré con ese lunar en su cuello que ya había borrado de mis recuerdos. Desperté con el corazón a mil y aun despierta podía seguir contemplándolo. ¡Hacía tanto que no lo veía! Maravillada ante tan bello e inesperado regalo que me hizo la mañana me quedé un buen rato en la cama, con él a mi lado.
Cuando decidí levantarme ya había hecho planes: no volvería a olvidarlo. No me permitiría que su rostro vuelva a ser noche y que me custodie desde una pared. Lo haría real y lo tendría en carne y hueso frente a mí. Quería saber qué tan bien le había caído estos siete años, cuántas estrellas más había puesto sobre su frente. Revolví viejas agendas y cuadernos y encontré aquella combinación numérica. Junté coraje y marqué, con el presentimiento que esa misma noche iba a ser otra noche estrellada, como tantas habíamos tenido.
viernes, 25 de diciembre de 2009
Momentos
(“¡Te quiero yo, y tú a mí, somos una familia feliz!”)
algunos pedacitos de mi vida que habían quedado en el camino.
En ellos encontré paz y podía quedarme a vivir:
El Ateneo Grand Splendid (arriba) y Hard Rock Café (abajo).
desde el primer momento que nos vimos. Que me cantaron, que me escucharon,
que me acompañaron, que me sacaron miles de sonrisas y hasta alguna lágrima,
que me enseñaron, me sostuvieron y me hicieron reír a carcajadas.
Con ellas cara de oferta (arriba), con ellas fiesta (abajo).
tres voces argentinas favoritas. Después de tanto esperarlas, en tres semanas
las escuché a las tres: Silvina Garré hizo saltar lágrimas y erizó mi piel con
su voz tan alta entre los astros.
que yo cantaba y bailaba de chica, mientras mi mamá la escuchaba.
los panqueques, los libros y todos los abrás.
("¡La Unsta mueve, mueve!")
Delirios afiebrados dentro de un submarino
jueves, 24 de diciembre de 2009
Humorista, ¿yo?
Calor en Tucumán
Empieza a agotarse mi tiempo de resistencia entre estas cuatro paredes, aun con el ventilador en la cara que me hace llorar los ojos. Sólo me quedan unos pocos segundos. Será mejor seguir con Borges en mi habitación con el aire prendido.
Listo, se terminó mi tiempo.
No aguanto más.
Me fui.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Promesa
Que íbamos a ser felices, eso habías dicho aquella noche entre las sombras que se filtraban por la ventana a medio abrir.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Una sonrisa entre tanta rutina
Yo caminaba por un shopping entre trámites, y mientras me acercaba a la escalera mecánica podía escuchar un corto pip que se repetía constantemente. Lo reconocí como la alarma de la escalera mecánica que baja, cuando alguien se acerca a ella e intenta subir. Hacía un sonido corto y se callaba. A los pocos segundos se repetía. Me preguntaba qué podía ser. Entonces llegué a la zona de la escalera y lo vi. Un niño de unos tres años, con perfectos rulos anaranjados, vestido en una bermuda color café y una remera a rayas reía en voz alta con una risa de esas que se contagian rápidamente. Estaba parado a la izquierda de la escalera. Dejó de reírse y salió corriendo hacia ella, pasó por la zona que hace sonar la alarma, se escuchó el corto pip y se frenó a la derecha de la misma, a reírse con esa risa tan particular. Esperó unos segundos, miró hacia el otro lado de la escalera, y lo repitió, deteniéndose a reírse de nuevo.
No sé si fueron sus rulos anaranjados, su risa contagiosa, su inocencia, o su inquietud al descubrir aquel ruido cuando pasaba por ese sitio, que me enamoraron. Me detuve y lo observé ir y venir varias veces, reírse con ganas al lograr su picardía, y volver a hacerlo, sin cansarse, por más repetitivo que podía ser aquel sonido. Los padres estaban ocupados renegando con un cajero automático cerca de la escalera, y la gente pasaba esquivándolo, seguramente preguntándose por los padres del niño que estaba molestando. A mí, sinceramente, me encantó.
sábado, 12 de diciembre de 2009
Hoy no tengo ganas de titular
Afuera la lluvia cae con toda la furia del universo y el vacío en mi pecho duele cada vez más.
Me pregunto si esto terminará, si es posible volver a sonreír.
Te extraño más que nunca y no sé si eso lo podrás entender.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Casi te escribo
Casi te escribo para contarte del insomnio que de repente me invadió.
Casi te despierto. Casi te escribo. Casi te cuento.
Casi te escribo para contarte de las imágenes que cegaron mi mente.
Casi te escribo para contarte de la horrible sensación que cubrió mi alma.
Casi me desgarro. Casi me caigo. Casi te lloro.
Casi te escribo.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Sería morir
En una de esas noches se me plantó la idea, la horrible sensación y la desgarrante pregunta: ¿qué pasaría si por algún problema físico, de repente, no pudiera hacer más actividad física? Me ahogué en lágrimas, sumergida en imágenes, sensaciones, hipotéticos casos y recuerdos ajenos que los sentí propios esa noche. No sé si podría seguir viviendo con tremenda imposibilidad. Era mi único refugio en ese entonces. Hoy quizás no es el único, pero tiene un papel muy (demasiado) importante en mi vida. Anoche la película Million Dollar Baby me trajo de vuelta aquella larga y húmeda noche entre sábanas frías. Ésta vez no tan húmeda quizás porque hace muchas (incontables) lunas, ya he llorado demasiado ese mismo motivo.
Imagen de difusión de la película Million Dollar Baby
jueves, 3 de diciembre de 2009
Y después
Ínfima en la soledad
Miel que cae suave, tibia
Ante mis pupilas se desintegra.
Emerger entre los restos.
Un rayo truena en silencio
Sacude y todo lo hace vibrar.
Un salto ciego entre las olas
Y volver a soñar.
Emigrar, volar, renacer.
Volver y ya no caer.
Girasoles que se apagan
La luna no aparece
Y un inmenso manto
Cubre nuestras mentes.
Luz. Densa oscuridad. Luz.
El mar traslada la arena
Y el viento me lleva.
Círculos y espirales azules,
Una gris y encorvada margarita.
Una flecha verde de neón
Señala hacia la derecha.
Nubes, tu rostro, nubes, luz.
Una mancha en el lienzo,
El pomo de pintura se acaba.
Superficie blanca siempre queda
¿Qué más nos queda?
Tormenta, lágrimas y lluvia.
Una luz enceguecedora
Y después,
Después silencio.
Viento, luego brisa, y un suspiro.
Silencio.
Un beso que hace equilibrio
Cae calmo, suave y amplio
En el centro de tus labios.
Nuestros ojos se cierran.
Y después,
Después silencio.
sábado, 28 de noviembre de 2009
Into The Wild
viernes, 27 de noviembre de 2009
Amor de letras
Desde ese primer renglón que leí no pude despegarme más de su blog. Y siempre está ahí, esperándome, con un nuevo diseño, pero siempre tan sobrio, tan simple, donde a veces me gustaría poder leer títulos, fechas o comentarios, pero ahí. Firme, siempre firme y listo para que me sumerja en él.
Ha pasado mucho tiempo ya desde que empezó a ser parte de mi inspiración, que ahora conozco su rostro, y hasta su voz repitiendo las mismas y tan hermosas frases. A veces me pierdo, pero siempre vuelvo a su rinconcito. Y hoy volví. Porque lo necesitaba. Necesitaba esa dulce combinación de palabras, esas caricias a una mujer que nunca soy yo, esas ideas frescas que son tan mías, pero nadie las expresa mejor que él. Necesitaba navegar sin tiempos entre sus letras y sus acordes. Nunca puedo saber los artistas o nombres de las canciones, pero me trasladan, me llevan, no a él, porque no conozco más de su vida; sino a mí misma. A mí interior, a mi vida, pero con melodías que extraigo de la suya.
Hoy he vuelto, he leído bellezas y he releído perfecciones. Volví a darme cuenta de muchas cosas que estaban escondidas en mi interior, y mis ojitos volvieron a llorar por el contraste del fondo negro.
Al fin y al cabo, sólo se que se hace llamar “Ale”, y el resto, son un montón de historias, palabras y estados de ánimo que varían. No conozco más que lo que él decide regalarnos. Gracias Ale por todo lo que generás. Vos sabrás entender.
jueves, 26 de noviembre de 2009
El rinconcito que dejaste
Nadie tiene tu nueva dirección. Nadie ha podido conseguirla. Ni siquiera sabemos dónde andarás o qué forma tendrás. Todos tenemos un poquito tuyo adentro todavía, y ahí depositamos todo lo que nos ha quedado por decir. Pero aún hay algo tuyo entre nosotros. Es ese pedacito de vos que nos dejaste. Ese rinconcito donde vamos amontonando letras, abrazos, canciones, besos, dibujos y también miradas. Ese lugarcito que suponemos, será el primero al que vengas a recibir todo lo que te debemos.
Ph: Humberto Salazar
Edición: Vb.
martes, 24 de noviembre de 2009
Competencia
Ahí es cuando despierta, abre sus ojitos, mi mundo sonríe, y empieza a competir con el gran astro para ver quién me da más luz.
jueves, 19 de noviembre de 2009
Agua
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Donde vuelvo a encontrarlos
Collage y estilos pictóricos
------------------Collage-------------------------------------Escala de grises------------------
---------------Estilo: cubismo------------------------------Estilo: surrealismo------------------