Cae agua. Hace ruido. Me aturde, cual chorro que sale furioso de la manguera del bombero. No cae tan fuerte, pero igual me aturde. Mientras espero el silencio, comienzo a respirar. Inhalo esperanzada; exhalo desilusionada. Siento pequeñas burbujas rodeando mis pies. Me hacen cosquillas, atraen recuerdos. Los elimino. Siento esas cosquillas como una nueva sensación. Creo un nuevo momento a cada segundo. Por un instante quiero dejar el pasado de lado. Mis manos ya están mojadas y el nivel de agua que no se queda quieto acaricia mi espalda. Alguien muy lejos canta una canción de amor. A mí la caída del agua me sigue aturdiendo. Una silueta apoyada en sus codos mira por una ventana hacia el furioso mar. Mi ventana con montañas dibujadas ilumina en un débil tono blancuzco la mitad de mi cuerpo. En algún sitio llueve, y mis pantorrillas ya están buceando. Lejos, un árbol crece, un niño ríe y un ave vuela. Cual pequeña cascada, el agua se acumula en mi ombligo. Mi pecho sube y baja cada vez más pausado mientras el agua que me rodea acompaña ese sutil movimiento. Mis hombros ya navegan, y en algún sitio un bote naufraga. Cierro los ojos, me abstraigo del ruido y siento cómo esa mano transparente, tan suave y frágil me acaricia. Susurra una canción de cuna que me despierta. Después de tanto tiempo durmiendo, me despierta. Siento cómo llega a mi barbilla, la toca dos veces y a la tercera, decide quedarse. Me acoge. En algún lado un incendio se apaga, la marea baja, y el nivel de agua ya roza mi nariz. Mientras alguien logra un record mundial, ya no puedo respirar. Pero no me ahogo ni me asfixio. Aunque alguien esté gritando mi nombre, yo no me voy a ahogar. Con mis ojos fuera puedo contemplar la perfecta línea recta de la superficie. Dejo caer mis párpados y soy una con el agua. Escucho un tamborileo constante. Un ritmo lento, ideal. Es mi corazón retumbando entre las paredes acuosas. Es mi pecho ensanchándose bajo el agua. El silencio por fin se apodera de todo. De la habitación, del agua, de las caricias y de mí. Ya nada me aturde, ya nada me pesa, ni me apresa. Soy libre, nado, viajo y floto. Me sumerjo y te pienso, pero te dejo. En este mar yo nado sola. Me dejo llevar. Me dejo llevar. Y ya soy agua.
5 comentarios:
querida escritora querida!!!
hace tanto que no paso por aquí!
y que lindo realto me encontre =)
besitusss
Me dieron ganas de estar en la playa!!;)
Me gusta la nueva imagen que pusiste.Al principio no la entendí bien.
La luz es como el agua.
Lo dijo Garcia Marquez en uno de sus cuentos.
Me gustó mucho....
Hay que aceptar lo que se ha ido, el duelo es el dolor de tener lo que se tiene que perder. Entonces, llegaran otras cosas.
Besitos.
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