Busqué mil formas de empezar este texto pero siempre encontraba palabras mejores, palabras peores, distintas, más interesantes, más llamativas, o menos. No me decidía por las palabras de introducción. Tampoco sabía si terminaría siendo una carta o palabras que simplemente fluyen expresando lo que siento. Finalmente escribí esto que están leyendo. No sé realmente qué es… pero lo escribí con el corazón y toda mi verdad. Tendrán mucho para leer, son muchos los aspectos que voy a tocar y las cosas que quiero decirles antes de irme del todo (en realidad, no creo que vaya a irme del todo). Podría haber escrito mucho más, muchísimo más, pero no quiero cansarlos. También podría haber escrito menos, pero creo que no me hubiera expresado del todo. Son cosas que uno se va guardando y siente cada vez más las ganas de dejarlo salir pero por una razón u otra no lo hace. Quería decir algunas palabras para el Día del Profesor, pero creo que la timidez fue la que no me dejó. Quería hacerlo en el Acto de Clausura de este año, pero creo que fue la misma razón que me jugó en contra. Sumado a esto, hay muchas cosas que quiero que sepan y si no las escribo no las digo, así que pensé que éste sería el mejor medio.
Hoy, 27 de octubre empecé a escribir esta carta formalmente; pero vengo organizando ideas y garabateando un párrafo acá, otro por allá, unas cuantas ideas en distintos cuadernos y distintos documentos de Word o entradas de Blog o Fotolog, desde octubre del año pasado. Decidí juntar en este texto todo lo que escribí sobre el fin de esta etapa que inevitablemente, tuvo que llegar. Dejo en estas letras mis escritos, mis sentimientos, mis recuerdos, mis ganas de no irme nunca.
Sí, comencé a escribir terminando segundo de polimodal. Fue el año pasado cuando hice un clic en muchos aspectos de mi vida y fue ahí cuando me di cuenta de lo afortunada que era estando en este colegio, siendo parte de esta comunidad que nos apoya, nos escucha, nos enseña, nos guía, nos prepara para la vida. El año pasado empecé a tomarle valor a las cosas, a descubrir nuevos aspectos que poseía y de los que nunca había sido consciente. A mitad del año pasado puedo decir que me desperté y comencé una nueva etapa en mi vida.
Y es aquí cuando llego al tema de la adolescencia, de la rebeldía que todos poseemos en algún momento de la vida. No quiero decir que haya madurado completamente, ni pretendo creerme una experta en el tema, pero lo que sentí en mí y lo veo día a día con la gente que me rodea es que cuando somos chicos todo nos molesta. En mis primeros años de secundario vivía de la única forma que sabía hacerlo. Vivía simplemente porque sí y seguía lo primero que encontraba delante, haciendo lo que hacían los demás, creyendo que era lo que buscaba o me gustaba. Creía saberlo todo, o casi todo. Los veía a todos ustedes simplemente como un grupo de gente que quería hacerme la vida imposible. En realidad creía que todo el colegio existía sólo para eso. No veía las horas de llegar a quinto año y poder terminar ya con esto que veía como una tortura, una cárcel. Y ahora me doy cuenta que no supe disfrutarlo. En este clic que hice fue cuando me di cuenta del valor que tenía cada uno de ustedes con la intención de educarnos, del valor que tenía la enseñanza que tanto me martirizaba, el campo y el verde que podemos ver todos los días mientras trabajamos, y tantas otras cosas… Cada día escucho quejas de los chicos que están cursando los primero años de su secundaria y lo que siempre les digo es que no se quejen; que ya se van a dar cuenta de lo que están viviendo, que aprovechen cada segundo porque después van a querer dar lo que sea por unos días más en el colegio. Seguramente algunos llegarán a entenderme y otros seguirán con el eterno odio hacia el colegio. Pero por lo menos lo intento muy seguido. “Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde”. Ya se darán cuenta cuando hayan egresado, o sabrán valorarlo cuando estén por perderlo.
Es ahora cuando me llega este momento del que tanto hablamos. El momento que muchas veces deseé alcanzar y muchas otras odié que se acercara. Es ahora cuando llega el momento de egresar, de salir de este lugar verde que tanto quise, de dejar de cruzar el mismo portón verde, dejar de caminar esas baldosas rojas que cuando empieza el calor del verano siempre saltan, y empezar a entrar en otro lugar, por otro portón y pisar otras baldosas. Y ya nada será lo mismo. Llegó el momento de egresar. De dejar tantas cosas atrás, de hacer un paso hacia delante, empezar otra realidad, otra vida, otra etapa. Es ahora cuando pienso que no voy a vivir más eso que vengo viviendo desde hace seis años y de eso sólo van a quedar recuerdos (que son muy buenos) y todo va a seguir en mi memoria. Ojala nada se borre de esta joven cabeza a la que tanto le falta aprender.
Como decía, hoy, 27 de octubre de 2007, empiezo a escribir formalmente este texto, después de haber disfrutado una Fiesta de la Familia como nunca antes. Ver a todo el colegio trabajando fue una sensación increíble e imprescindible para la buena organización y el éxito que tuvo. Me puso muy contenta ver a chicos de todos los cursos haciendo lo que en su momento hicimos nosotros: vendiendo tartas, sirviendo hamburguesas, corriendo de un lado para otro. Pero esta vez algo fue distinto: cobraban propinas que iban a ir a parar a un mismo fondo para ayudar al Club Colegial, al colegio entero, no sólo a quinto año. Y luego me puso la piel de gallina el video sobre las familias. Es así como debemos vivir, tenemos que unirnos (bueno, tendrán que unirse… porque nosotros ya no vamos a estar) todos en una misma familia. Sentirnos que somos parte del Colegio San Patricio, no de un determinado curso que pelea con los chicos más chicos. Y yo creo que esto se está logrando. Lástima que sea justo cuando yo tengo que irme. Fue lo que quise que pase siempre, y desde la Tarde Recreativa Horacio Campero (a quien recuerdo muy seguido y extraño mucho) por el Día del Profesor, sentí que se estaba logrando. Nunca me hubiera imaginado que en algún momento de mi vida iría a estar bailando en ese mismo piso donde formamos por las mañanas, ¡con todos los alumnos del colegio y todos (o casi todos) los profesores! Era muy raro estar así, pero a la vez era tan lindo… Me sentí parte del colegio, sentí que todos fuimos parte, sin importar de qué curso éramos, todos nos divertimos juntos como una gran familia. Cómo me hubiera gustado que sucedan todos estos cambios mientras yo estaba todavía en el colegio.
Otro tema que tengo para escribir es la educación y la docencia. Hay algo que nunca dije, pero quizás sí lo expresé de una u otra forma, y es mi admiración a los educadores; a ustedes que apuestan por un futuro mejor, que quieren un futuro mejor. La enseñanza (y no uso la palabra educación, ya que para mí ésta es a lo que ustedes llegan luego de una buena enseñanza) es una tarea difícil, que necesita tiempo, paciencia, amor y voluntad. Los verdaderos educadores tienen la habilidad y saben cómo desarrollarla, nacen para ello y saben cómo dejar una huella en la vida de alguien, saben cómo llegar a los corazones de los alumnos, cómo enseñar, cómo dictar una materia junto con lecciones de vida. Sé que la enseñanza no es nada fácil y lidiar con un grupo de adolescentes como nosotros, mucho menos. Pero saben cómo hacerlo y por eso están acá, por eso les escribo, por eso los admiro. La educación es una vocación que respeto muchísimo y me parece importantísima. Es muy bien valorada por quienes saben apreciarla, y yo hoy les debo muchísimo por el trabajo que hacen.
Como citó uno de ustedes alguna vez: “To teach is to touch lives forever” (“Enseñar es tocar vidas para siempre”), debo decirles que tocaron la mía. Cada uno aportó algo a mi crecimiento y desarrollo como persona. Como en el cuento que algunas de las semillas que tira la anciana por la ventana del colectivo se convierten en flores luego de su muerte y ella no puede llegar a disfrutarlas, así siembran ustedes sus semillas cada día, esperando que germinen en algún momento. Saben que no siempre van a ver los resultados, y si los ven es sólo una parte, e igual siguen sembrando para un futuro y para otras generaciones.
Y quizás soy olvidada de acá a unos años. Quizás mi memoria se pierde, se hace indiferente entre tantas generaciones por venir y tantas mentes por nutrir. Pero sé que yo de ustedes no me voy a olvidar. Fueron mi adolescencia, fueron mi vida, fueron mis mejores y mis peores momentos; mis penas y mis glorias. Pero más que nada fueron la felicidad que me impulsó todos estos años, y hoy me sigue impulsando a vivir. Yo en este lugar de paredes verdes, pizarrones, uniforme, tanto pasto y tantos árboles verdes fui feliz, lo tengo que admitir. Estos pasillos me vieron llorar… Y son las mismas paredes que me vieron reír a carcajadas, contar un secreto, escuchar otro, hacer correr chismes, gritar, hablar, reír… y ser feliz.
Quiero que sepan que los valoro a todos y cada uno de ustedes porque cada uno supo llegar a mi corazoncito a su manera. Me llevo recuerdos increíbles de cada ser que cruzó mi vida y trató de dejar algo en esta etapa de colegio, y lo que soy es en gran parte gracias a ustedes. Porque no sólo me enseñaron la materia, sino me enseñaron a vivir, a defenderme del mundo, a crecer, a ver en mí cosas que no sabía que existían, a fortalecer vínculos, a valorar experiencias, a admirar a los mayores, y a tantas, pero tantas cosas más. Me llevo mucho de cada uno y no tengo palabras para expresar la tristeza de terminar esta etapa, y a la vez, la felicidad de haberla compartido con ustedes. Significan muchísimo para mí. Quiero agradecerle a cada uno de mis profesores y a todo el colegio secundario por hacer de este último año y medio, la mejor etapa de lo que viví hasta ahora. Fui tan feliz en este lugar verde, que no lo quiero dejar, no quiero dejar tanta gente atrás. Quédense tranquilos, ninguno, pero ninguno será olvidado y los momentos que pasamos juntos tampoco.
Ahora termino con otra frase que dice: “Podrán olvidarse lo que les dijiste, pero nunca se van a olvidar cómo los hiciste sentir”; ¿no es eso lo que realmente importa? ¡Gracias por hacerme sentir de una forma que haga que no me olvide de ustedes!
Quiero que sepan que los voy a extrañar mucho… a todos y a todo el colegio en sí. ¡¡Los quiero mucho!! ¡¡Gracias por tanto!!
Hoy, 27 de octubre empecé a escribir esta carta formalmente; pero vengo organizando ideas y garabateando un párrafo acá, otro por allá, unas cuantas ideas en distintos cuadernos y distintos documentos de Word o entradas de Blog o Fotolog, desde octubre del año pasado. Decidí juntar en este texto todo lo que escribí sobre el fin de esta etapa que inevitablemente, tuvo que llegar. Dejo en estas letras mis escritos, mis sentimientos, mis recuerdos, mis ganas de no irme nunca.
Sí, comencé a escribir terminando segundo de polimodal. Fue el año pasado cuando hice un clic en muchos aspectos de mi vida y fue ahí cuando me di cuenta de lo afortunada que era estando en este colegio, siendo parte de esta comunidad que nos apoya, nos escucha, nos enseña, nos guía, nos prepara para la vida. El año pasado empecé a tomarle valor a las cosas, a descubrir nuevos aspectos que poseía y de los que nunca había sido consciente. A mitad del año pasado puedo decir que me desperté y comencé una nueva etapa en mi vida.
Y es aquí cuando llego al tema de la adolescencia, de la rebeldía que todos poseemos en algún momento de la vida. No quiero decir que haya madurado completamente, ni pretendo creerme una experta en el tema, pero lo que sentí en mí y lo veo día a día con la gente que me rodea es que cuando somos chicos todo nos molesta. En mis primeros años de secundario vivía de la única forma que sabía hacerlo. Vivía simplemente porque sí y seguía lo primero que encontraba delante, haciendo lo que hacían los demás, creyendo que era lo que buscaba o me gustaba. Creía saberlo todo, o casi todo. Los veía a todos ustedes simplemente como un grupo de gente que quería hacerme la vida imposible. En realidad creía que todo el colegio existía sólo para eso. No veía las horas de llegar a quinto año y poder terminar ya con esto que veía como una tortura, una cárcel. Y ahora me doy cuenta que no supe disfrutarlo. En este clic que hice fue cuando me di cuenta del valor que tenía cada uno de ustedes con la intención de educarnos, del valor que tenía la enseñanza que tanto me martirizaba, el campo y el verde que podemos ver todos los días mientras trabajamos, y tantas otras cosas… Cada día escucho quejas de los chicos que están cursando los primero años de su secundaria y lo que siempre les digo es que no se quejen; que ya se van a dar cuenta de lo que están viviendo, que aprovechen cada segundo porque después van a querer dar lo que sea por unos días más en el colegio. Seguramente algunos llegarán a entenderme y otros seguirán con el eterno odio hacia el colegio. Pero por lo menos lo intento muy seguido. “Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde”. Ya se darán cuenta cuando hayan egresado, o sabrán valorarlo cuando estén por perderlo.
Es ahora cuando me llega este momento del que tanto hablamos. El momento que muchas veces deseé alcanzar y muchas otras odié que se acercara. Es ahora cuando llega el momento de egresar, de salir de este lugar verde que tanto quise, de dejar de cruzar el mismo portón verde, dejar de caminar esas baldosas rojas que cuando empieza el calor del verano siempre saltan, y empezar a entrar en otro lugar, por otro portón y pisar otras baldosas. Y ya nada será lo mismo. Llegó el momento de egresar. De dejar tantas cosas atrás, de hacer un paso hacia delante, empezar otra realidad, otra vida, otra etapa. Es ahora cuando pienso que no voy a vivir más eso que vengo viviendo desde hace seis años y de eso sólo van a quedar recuerdos (que son muy buenos) y todo va a seguir en mi memoria. Ojala nada se borre de esta joven cabeza a la que tanto le falta aprender.
Como decía, hoy, 27 de octubre de 2007, empiezo a escribir formalmente este texto, después de haber disfrutado una Fiesta de la Familia como nunca antes. Ver a todo el colegio trabajando fue una sensación increíble e imprescindible para la buena organización y el éxito que tuvo. Me puso muy contenta ver a chicos de todos los cursos haciendo lo que en su momento hicimos nosotros: vendiendo tartas, sirviendo hamburguesas, corriendo de un lado para otro. Pero esta vez algo fue distinto: cobraban propinas que iban a ir a parar a un mismo fondo para ayudar al Club Colegial, al colegio entero, no sólo a quinto año. Y luego me puso la piel de gallina el video sobre las familias. Es así como debemos vivir, tenemos que unirnos (bueno, tendrán que unirse… porque nosotros ya no vamos a estar) todos en una misma familia. Sentirnos que somos parte del Colegio San Patricio, no de un determinado curso que pelea con los chicos más chicos. Y yo creo que esto se está logrando. Lástima que sea justo cuando yo tengo que irme. Fue lo que quise que pase siempre, y desde la Tarde Recreativa Horacio Campero (a quien recuerdo muy seguido y extraño mucho) por el Día del Profesor, sentí que se estaba logrando. Nunca me hubiera imaginado que en algún momento de mi vida iría a estar bailando en ese mismo piso donde formamos por las mañanas, ¡con todos los alumnos del colegio y todos (o casi todos) los profesores! Era muy raro estar así, pero a la vez era tan lindo… Me sentí parte del colegio, sentí que todos fuimos parte, sin importar de qué curso éramos, todos nos divertimos juntos como una gran familia. Cómo me hubiera gustado que sucedan todos estos cambios mientras yo estaba todavía en el colegio.
Otro tema que tengo para escribir es la educación y la docencia. Hay algo que nunca dije, pero quizás sí lo expresé de una u otra forma, y es mi admiración a los educadores; a ustedes que apuestan por un futuro mejor, que quieren un futuro mejor. La enseñanza (y no uso la palabra educación, ya que para mí ésta es a lo que ustedes llegan luego de una buena enseñanza) es una tarea difícil, que necesita tiempo, paciencia, amor y voluntad. Los verdaderos educadores tienen la habilidad y saben cómo desarrollarla, nacen para ello y saben cómo dejar una huella en la vida de alguien, saben cómo llegar a los corazones de los alumnos, cómo enseñar, cómo dictar una materia junto con lecciones de vida. Sé que la enseñanza no es nada fácil y lidiar con un grupo de adolescentes como nosotros, mucho menos. Pero saben cómo hacerlo y por eso están acá, por eso les escribo, por eso los admiro. La educación es una vocación que respeto muchísimo y me parece importantísima. Es muy bien valorada por quienes saben apreciarla, y yo hoy les debo muchísimo por el trabajo que hacen.
Como citó uno de ustedes alguna vez: “To teach is to touch lives forever” (“Enseñar es tocar vidas para siempre”), debo decirles que tocaron la mía. Cada uno aportó algo a mi crecimiento y desarrollo como persona. Como en el cuento que algunas de las semillas que tira la anciana por la ventana del colectivo se convierten en flores luego de su muerte y ella no puede llegar a disfrutarlas, así siembran ustedes sus semillas cada día, esperando que germinen en algún momento. Saben que no siempre van a ver los resultados, y si los ven es sólo una parte, e igual siguen sembrando para un futuro y para otras generaciones.
Y quizás soy olvidada de acá a unos años. Quizás mi memoria se pierde, se hace indiferente entre tantas generaciones por venir y tantas mentes por nutrir. Pero sé que yo de ustedes no me voy a olvidar. Fueron mi adolescencia, fueron mi vida, fueron mis mejores y mis peores momentos; mis penas y mis glorias. Pero más que nada fueron la felicidad que me impulsó todos estos años, y hoy me sigue impulsando a vivir. Yo en este lugar de paredes verdes, pizarrones, uniforme, tanto pasto y tantos árboles verdes fui feliz, lo tengo que admitir. Estos pasillos me vieron llorar… Y son las mismas paredes que me vieron reír a carcajadas, contar un secreto, escuchar otro, hacer correr chismes, gritar, hablar, reír… y ser feliz.
Quiero que sepan que los valoro a todos y cada uno de ustedes porque cada uno supo llegar a mi corazoncito a su manera. Me llevo recuerdos increíbles de cada ser que cruzó mi vida y trató de dejar algo en esta etapa de colegio, y lo que soy es en gran parte gracias a ustedes. Porque no sólo me enseñaron la materia, sino me enseñaron a vivir, a defenderme del mundo, a crecer, a ver en mí cosas que no sabía que existían, a fortalecer vínculos, a valorar experiencias, a admirar a los mayores, y a tantas, pero tantas cosas más. Me llevo mucho de cada uno y no tengo palabras para expresar la tristeza de terminar esta etapa, y a la vez, la felicidad de haberla compartido con ustedes. Significan muchísimo para mí. Quiero agradecerle a cada uno de mis profesores y a todo el colegio secundario por hacer de este último año y medio, la mejor etapa de lo que viví hasta ahora. Fui tan feliz en este lugar verde, que no lo quiero dejar, no quiero dejar tanta gente atrás. Quédense tranquilos, ninguno, pero ninguno será olvidado y los momentos que pasamos juntos tampoco.
Ahora termino con otra frase que dice: “Podrán olvidarse lo que les dijiste, pero nunca se van a olvidar cómo los hiciste sentir”; ¿no es eso lo que realmente importa? ¡Gracias por hacerme sentir de una forma que haga que no me olvide de ustedes!
Quiero que sepan que los voy a extrañar mucho… a todos y a todo el colegio en sí. ¡¡Los quiero mucho!! ¡¡Gracias por tanto!!
4 comentarios:
Great!!! You did it! It wasn't that tough, wasn't it? You know what I think about it. It's GREAT!!
Great!!! You did it! It wasn't that tough, was it? You know what I think about it. It's GREAT!!
(Revisited comment)
Hoy, como tantas mañanas, me senté a trabajar en la computadora.
¡Mail de Vale!... y todavía no puedo recuperar el aire. ¡Cuántos sentimientos!¡Cuánta gratitud! ¡Cuánta simpleza!
¿Sabes? De la misma manera que sientes ganas de no irte nunca, nosotros quisiéramos tenerte para SIEMPRE, pero ya estás preparada para enfrentar nuevos desafíos, que seguramente los lograrás por tus condiciones de gran persona.
No temas ser olvidada por más generaciones que vengan. Personalmente, siempre guardo especialmente en mi corazón dos tipos de alumnos: los que me costaron mucho y los que dieron tanto, entre los que te cuento. A pesar de haberte conocido en 9º año, tu presencia y tu generosidad nunca dejaron de estar y por eso tus huellas están marcadas con tanta garra como las que dejan los grandes que jamás se borraron de la historia.
Como docente, hincha el alma de orgullo saber que dejamos marcas en cada uno de ustedes, pero también son ustedes los que estimulan nuestras ganas de crecer, enseñándonos también , un poco cada día.
Quiero abrazarte y agradecerte por todo lo que sos y también a tus padres, que seguramente son los que te dieron esas raíces de nobleza, tesón y humildad y sobre todo a Dios por haber puesto en nuestro camino a un ser¡ tan mágico e inolvidable!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡TE QUIERO MUCHO!!!!!!!!!!!!!
Nora Gelsi.
Vale, no lo hemos conversado pero la pizca de desazón en el sentimiento de concluir, de finalizar, de cruzar umbrales, junto a la excitación por lo nuevo, por el porvenir también las siento cada fin de año. Este, en particular, lo siento en el adiós temporal de gente como vos. Por los comentarios de Miss Carolina y Miss Norita te das cuenta del eco de tus palabras y del cariño que has inspirado.
Me alegra sobremanera que hayas podido apreciar la dimensión extra de valorar lo que has vivido mientras eso ocurría. Es común que muchos chicos lo hagan luego con el paso de los años y que otros simplemente no llegan a sentirlo nunca. Es llamativa tu madurez para verlo cuando la experiencia no había terminado aún. Y por suerte, nada se borra... con el paso de los años visitarás estas páginas y podrás revivir cada experiencia con la frescura de cada sentimiento expuesto. También seguramente tu crecimiento te ayudará a evaluar cada acontecimiento y a ponerlo en su justo lugar. Afortunadamente, parte de eso será posible gracias al invalorable documento que es tu blog.
Finalmente, lo que más me llega de tus palabras es que sientas que te dejamos una huella dentro. Perdurar en tu memoria es el mejor regalo que podamos tener, por lo cual te agradezco... Un fuerte abrazo con el gran cariño de siempre,
Charlie
Publicar un comentario