Perdón, pero hay fiaca de traducir. Lo escribí, me gustó y lo subí. Esta vez no lo traduzco... =)
Marta despertó con el sonido de los pájaros. Se asomó a la ventana y descubrió algo nuevo en el paisaje que la rodea todos los días. Había más color; no todos los árboles eran ramas secas. Blanco, rosa y amarillo distribuidos por todo el jardín. “¿Tan rápido es que llegamos a esta época del año?”, pensó Marta. . Volvió a florecer el lapacho. Hace un año ya que recogió las flores amarillas que hoy se encuentran secas entre las páginas de “La Vuelta al Mundo en Ochenta Días”. Hace un año que se sacó una foto junto a Martín sentados bajo el árbol de flores blancas del jardín. Hace un año que era feliz, que había vuelto a ver la luz. Hace un año que no florecía el lapacho.
El lapacho es siempre el primer árbol que se anima a florecer. Fue el único que le brindó colores justo cuando ella los necesitaba. Es el único con flores mientras los demás siguen siendo puras ramas. Junto con las flores del lapacho de un año atrás, Marta se asomó nuevamente a la vida y había permanecido en ella. Hoy, un año después, asombrada de la velocidad a la que pasa el tiempo, Marta es feliz. Ella se sienta bajo el lapacho amarillo, contempla las flores que le caen a los costados, piensa en Martín, piensa en la vida, en su felicidad. Observa el lapacho blanco frente a ella, que se menea con la suave brisa de otoño. Piensa. Contempla. Ríe. Recuerda. Llora. Y es feliz. Ahora que el lapacho volvió a florecer es más feliz que nunca.
Vale
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