Se merece un post nuevo y no sólo las letritas grises que le agregué al original Otoño de hojas secas. Él es Ale, mi querido Ale, el que sigue haciendo florecer sonrisas entre mis labios, el que sigue abrazándome a la distancia. Con cada palabra me abraza, rompe todos los muros y me revuelve el alma. Me la acaricia y me la devuelve más sana.
Sorprendiéndome, él le dio voz a mis palabras. Las hizo bailar en el aire, brillar en el tiempo, lucirse entre perfectos acordes. Narró eso que llevo dentro, lo vivió, lo sintió tal como yo lo siento. Y supo expresarlo. Es una sensación que llena el alma (y el rostro) de sonrisas y de lágrimas. Por sentirme ahí, por escucharme ahí, por verme ahí. Donde sabemos que volvemos a encontrarnos bailando entre renglones que se confunden con pentagramas, colgándonos de la colita de una letra para saltar al borde de una sonrisa. Para seguir. Para sentir. Para vivir.
Me devolviste los abrazos que buscaba y tal vez creí perdidos. Me regalaste esta hermosa caricia, la que el alma anhelaba pero jamás se atrevió a formular. Me supiste alumbrar. Gracias de nuevo Ale.
Acá lo pueden escuchar.
1 comentario:
Cuando escucho y leo lo que escribiste, es como que si rios de agua viva nace en mi. mil gracias!!
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