Son tantas las palabras que tengo atravesadas en la garganta y en el pecho... sobre todo en el pecho. Empujan por salir, buscan la punta de mi lengua desesperadamente, pero lo único que saben hacer es entreverarse con mi saliva y todas las lágrimas que guardo. Sólo saben despertar aquellos mares de sal y hacerlos caer gota a gota sin importarles más nada. Palabras que ya no puedo contener, lágrimas que no se merecen existir. No hoy. No por esto.
Me cortan la respiración y amenazan con gritar. Siento tanto aquí dentro que no puedo quedarme callada. No otra vez. Cierro con fuerza mis puños y me imagino escupiéndolo todo. Palabra por palabra te las coloco ante tus ojos. Pero no puedo. La presión de mis uñas ya me hace doler las palmas, los dientes amenazan con quebrarse si sigo apretándolos, y mi voz sigue callada. El silencio no quiere ser quebrado. Mientras tanto, mi garganta pide a gritos y mis ojos ya granizan.
No quiero que te duelan. Pero es la verdad. No quiero escucharte llorar. Pero lo siento acá dentro. No te das una idea lo que a mí me duele. Pero no quiero que a vos también.
Voy a callar. Una vez más. Total, ya lo hice tantas veces antes que no se notará la diferencia. Y mañana… ya casi lo habré olvidado. Otra vez. Para no herirte. Para que no me culpes. Para no arriesgarte. Para no arrepentirme. Para no tener que juntar el valor. Porque tengo miedo. Porque de verdad siento que amo. Mientras tanto, me quedo buscando tu abrazo.
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