Hoy he tenido algunos cambios, socialmente hablando. He salido de mi ensimismamiento y cultivo personal para mirar al resto, para cruzar una que otra palabra con algún desconocido. Pero de aquellos con los que he estado estos días, me he alejado un poquito.
Hoy he tenido miles de personas a mi alrededor. Físicamente, todas muy distintas, pero a la vez, tan parecidas. Sólo intercambié palabras (de cortesía) con menos de cinco desconocidos, pero me he dedicado en cambio, a pensar en cada uno que pude mirar, aunque sólo sea una parte de su cara lo que mostraban.
Es algo que me gusta hacer. Incentiva mi imaginación y mi sensibilidad. Cuando veo a alguien ya tengo en mi mente gran parte de su forma de ser, personalidad o estado de ánimo. Y cuando son miradas las que cruzamos, descubro mucho más.
A medida que avanzaba y nuevas siluetas pasaban ante mis ojos críticos, en mi cabeza se fue formando todo un universo de personalidades, que hasta convivían. El de verde tiene pinta de histérico, el de azul es tímido y la de rosa quiere volver a su casa, pero no se lo dice a su acompañante, un soberbio señor alto vestido de negro. La de blanco sabe mucho, tal vez esté pensando en la explicación de algo, el del camuflaje seguro es músico, y la del estampado en grises es fotógrafa, artista o escritora. Y así, hasta inventé situaciones y supe el papel que cada uno tendría.
También pensé en el lenguaje del cuerpo. En cómo una postura nos delata, o una mirada nos destapa. En lo vulnerable que podemos ser ante ojos observadores. Pensé en las máscaras que cargamos constantemente y detrás de las que nos escondemos. Me pregunté cómo me vería la gente a mí, con qué máscara me identificarán. Y me planteé cómo cambiamos las máscaras según la ocasión. En un corto tiempo cambié de personalidad varias veces. Fui la soberbia, la amable, la antipática, la risueña, la indiscreta. Y creo que los papeles me salieron bastante bien.
Total, aquí nadie me conoce. Nadie sabe que en realidad soy la tímida que sólo logra soltarse cuando siente fortaleza en el pecho y nadie la conoce… o cuando siente que no significa absolutamente nada para las miles de personas que la rodean. De esto, también debería aprender.
Y me pregunté con qué máscara te vería si te encontrara por aquí… o cuál te pondrías para lograr tu lugar entre tantas otras. Me pregunté qué tanto podría modificarse mi máscara si te viera… y estoy segura que aunque pretenda ser lo que sea, tus ojos son otro par de observadores que saben lo que en realidad llevo acá adentro.
5 comentarios:
me gusto tu entrada.... esta genial
con tu permiso te sigo.....
Las máscaras.
No puedo menos que sentirme identificada, mi vida se basa en viajes, de ida y de vuelta, soy de todos lados, pero al mismo tiempo no me conoce nadie, o en todo caso no me conocen como creen hacerlo.
Un juego divertido, sin duda.
Un abrazo.
Sole, gracias por tus comentarios. No tengo forma de agradecértelo por acá... pero bueno, espero que lo leas. También me quedé con ganas de conocerte. Supongo que volverás...
Un beso.
Divertido, cierto, real, sincero. Hay de todo en el camino y hay que aprender a resguardase, a relacionarse, a jugar, a no tener miedo. Afortunadamente siempre hay de esos ojos que saben ver en el interior.
Voy a volver dentro de un par de semanas, siempre vuelvo.
Yo también diría que supongo que vas a volver...
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