Me encuentro sola entre tanta madera y tanta agua. Sola, pero muy bien acompañada. Sí, claro, sola… pero con el pecho amplio y la cabeza en alto. Feliz de tenerme, que es lo que más necesitaba. Feliz de sentirme y de saberme capaz de acompañarme. A dos mil kilómetros de lo que llamo casa, logré varias certezas que buscaba, y otras que simplemente se hicieron presentes.
Vuelvo a saber que puedo acompañarme a mí misma, que soy quien más me conoce y que puedo ser feliz en soledad. Claro que cuando uno está bien acompañado, las cosas pueden ser fantásticas, pero solo, también. Y ahora que no te tengo conmigo, sé cómo estar sola, aunque te extrañe y tenga ganas de tenerte acá.
Vuelvo a estar segura que la vista es mi sentido favorito, pero no podría ser feliz si me faltara alguno de los cinco sentidos. Valoro tanto cada sensación que me brindan.
Vuelvo a darme cuenta que no pertenezco a ningún lugar. Que no tengo raíces en los pies, ni sogas a ningún suelo. Que nadie me detiene.
Sé que el frío existe, y que la voluntad flaquea. Pero puede hacerse tan grande y fuerte como se quiera.
Sentí la inmensidad y majestuosidad de un enorme lago azul de día, y lo vi convertirse en una inmensa masa negra, dispuesta a devorar cada pedacito de optimismo o felicidad. Supe que no sucedería ahora. Que no podría conmigo en este momento de mi vida. Pero podría ser muy peligroso en cualquier otro momento en que me agarre con las defensas un poco más bajas.
Soy inmensa y eterna cuando escribo. Aunque nadie lo lea, aunque a nadie le guste. Si las palabras salen, es porque están, y eso es lo que a mí me alcanza. Y sentir que puedo sacarlas me hace feliz.
Quisiera tener todo este tiempo más seguido. Para reinventarme y renovarme. Para leer y volcarme en letras. Para fortalecer mi espíritu y también mi cuerpo.
Estoy sola en este rinconcito que decoré a mi modo por unos días. Entre tanta gente que no conozco y tantas tonadas que se confunden. No miro por la ventana para ver si reconozco a quien camina, sino para crear ese nuevo universo que cruza mi vida. Estoy sola y mi mundo es pequeño; pero no me siento sola, y extiendo mis fronteras hasta donde yo quiero.
Me encuentro en un árbol, en un pájaro o en una pequeña ola. Porque estoy ahí, en cada cosa que atrae mis ojos, en cada detalle que forma este paisaje del que me hago parte. Y encuentro la belleza a cada instante.
Se termina este viaje, pero vuelvo más renovada que nunca. Más segura. Más feliz. Más yo. Yo y todo esto que soy. Todo esto que cargo y no pesa. En realidad, alivia. Da forma.