viernes, 5 de febrero de 2010
La historia se repite (o se asemeja)
Y aquí estoy por fin. Después de tantas preguntas, cálculos, balanzas, planes y decisiones. Volví a donde quería estar. ¡Cuánto extrañaba esto! Casi no me daba cuenta.
Acá estoy de nuevo sin más compañía que una mochila y un par de ojotas. Una mochila con un cuaderno, una lapicera, varios lápices, un libro, un par de anteojos, una cámara de fotos y un silbato naranja.
Cruzo mis piernas en la posición de indio, estiro mi espalda alta, enorme, me hago grande con el olor a mar que llena cada partícula de mi cuerpo. Mis ojos directos en esa enorme masa azulada de agua. Brilla. Es tan inmensa y brilla porque el sol ahora sólo existe para ella. Y para mis ojos.
La arena se abre paso entre los dedos de mis pies y todo se amolda en perfección. En pura armonía. Tímidamente las olas se acercan a donde me encuentro y de a poquito el sol se va llevando su brillo. El cielo se tiñe de anaranjado y la brisa me despeina. Mueve algunos pequeños granitos de arena, y a otros les permite volar.
Ya somos pocos los que quedamos y puedo dibujar(te) y escribir(te) en la arena. Con mi pie, con mis manos. Nadie me espía. La playa es mía.
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2 comentarios:
Té con limón...
Qué hermoso! me hace tanta falta un buen viaje para volveer a reencontrarme...
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