(I couldn’t find a pic of a pedestrian path with a lot of people…)
Original:
Ese cruce anónimo
Ese cruce anónimo, el singular y especial momento en el que tanta gente roza hombros y brazos. Los segundos que uno tarda en cruzar moviendo ligeramente pies y piernas al compás de brazos. La cabeza en algún tema que a uno le preocupa, pero a su vez concentrado en no pisar pies, en no chocar bruscamente, sólo está permitido rozar. El interminable momento de caras desconocidas, de rostros serios, cargando libros, maletas, hablando por celular, el niño de la mano del adulto. Ese momento incómodo en el que uno se siente nadie… O más bien, uno más en la multitud de desconocidos, que no sólo desconoce a todos los que efectúan el mismo movimiento, sino que hasta cree desconocerse a sí mismo.
Caras nuevas en nuestra vista, algunas podremos reconocer, pero no saludar, sólo un intercambio de miradas; si es que uno no está mirando al piso con miedo de tropezar. Incontables hombros, incontables pies, incontablemente uno intenta contarlos, o al menos descifrar cuántos. Pero una vez más fracasa, a esa respuesta uno no la puede obtener.
Ese cruce anónimo para el que mucha gente que venía manteniendo una conversación, la detiene, en orden de no perder el hilo entre tanta gente, entre tantos rostros con otras conversaciones en mente. Tanta gente, tantas vidas, tantos cuerpos desconocidos. Yo soy una extraña, él es un extraño, pero las miradas son inevitables. A paso firme uno cruza, termina el peculiar momento y queda pensando en algún rostro… Pero generalmente fueron simplemente “nada” y “nadie”. Simplemente desconocidos a los que desconocemos y no nos importan sus vidas, sus preocupaciones, su rostro. Ese cruce anónimo suele hacerse eterno, a pesar de durar sólo segundos. Puede dejarnos pensando, puede hacernos sentir nadie. Uno más, sólo un desconocido más. Uno más, uno menos, como sea. Ese singular momento donde hay roces inevitables, donde hay miradas intercambiables. A paso firme uno avanza, a paso firme uno sigue. Triunfamos, no nos chocamos, no nos enganchamos, no nos caímos, no nos reconocimos...
Ese cruce anónimo al que muchos llaman “cruzar la senda peatonal” es el que me hace sentir una más, una menos entre tanta gente tan igual, pero tan distinta al mismo tiempo.
Ese cruce anónimo sobre rayas paralelas blancas. El singular cruce anónimo sobre la senda peatonal.